Chanson 3
Love of my life, you've hurt me...
...You've broken my heart and now you leave me
✽ ❃ ❋
—No puedo creer que lo olvidaras.
—Soy tan tonto, Plagg, ¿cómo pude olvidar pedirle su número? ¡Soy un idiota!
El rubio se dejó caer sobre el escenario. El bar todavía no abría, era demasiado temprano y, además, lunes.
De sólo recordar la tarde que había compartido con Marinette el viernes se le formaba una sonrisa en el rostro. No había dejado de poner la canción de The Cure "Friday, I'm in love", mientras ayudaba con la limpieza del bar por un poco de dinero extra no había dejado de tararear esa tonada:
I don't care if Monday's blue Tuesday's gray and Wednesday too, Thursday I don't care about you It's Friday I'm in love...
Plagg le roció un poco de agua un par de veces para que se callara, pero no servía. Estaba demasiado entusiasmado con el recuerdo del viernes. Fue el primer viernes de fin de mes donde le valió poco si tenía dinero para pagar la renta o no, eso le daba igual.
Habían bebido chocolate y hablado un poco de sus vidas, contaron historias de cómo fueron sus experiencias en la escuela, en la universidad y sobre sus amigos y familia. Había una química indescriptible, una tonada perfecta que embonaba.
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"—Me siento muy tranquila aquí, cómo en esas películas donde uno toma asiento frente a la chimenea— había dicho la azabache, mientras se refugiaban en una pequeña cafetería con cómodos sillones y paredes repletas de libros. Adrien la miró perderse en su curiosidad por observar todo lo que la rodeaba. Comenzó a tararear.
Era honesta, sus gestos la delataban. Era esa inocencia y pureza que no existía del mundo donde él venía. Y eso, lo maravillaba.
—Yo también."
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Decir que era amor era algo muy pronto, pero una parte del rubio sospechaba que podría ser el termino correcto muy pronto... Si tan solo tuviera su número. Aunque, siempre estaba la posibilidad de que ella fuera a verle tocar, sólo quedaba esa opción.
Pero no sucedió.
En toda esa semana, la azabache no pisó el bar. Le fue inevitable no pensar que todo se había arruinado. Se sintió herido, abandonado.
Así, pasaron seis meses sin verla. Seis meses de libertad desperdiciados que podría haber ocupado para estar y cantar con ella. Con cada día, la esperanza de que ella volviera era menor. Buscaba su rostro en cada chica que veía en la calle, pero no había rastro de la azabache. Se había esfumado como la lluvia luego de un día de sol. Se transformaba en un recuerdo, en un sueño fugaz. Un fantasma susurrándole en el oído lo que podría ser su vida si no estuviera encadenado a un destino planeado.