Centella luminosa

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-Arlón, estoy aburrida.-la Diosa de la Naturaleza miraba la ventana de su templo suspirando, mientras su mayordomo lunar le servía una taza de té.

-Señorita Viridi, no todos los días son diversión.

-¡Pero este es en especial aburrido! Los seres vivos no están haciendo nada interesante ahora mismo.

El mayordomo sonrió levemente y dejó la taza de té a su lado, con delicadeza.

-Bueno, entonces puede que haya algo que le interese...

Eso captó la atención de la diosa, ya que sus ojos brillaron de una forma especial.

-¿Qué ocurre? ¿Algún mortal necesita una lección? ¿Qué qué qué?

-Las tropas han mencionado unas extrañas tormentas cerca de aquí, demasiado inusuales.

-Huh... ¡Vamos a investigar!-dijo la diosa alzando su bastón.

Una centella se adentro rápidamente en el bosque, desapareciendo. Cuando dejó de brillar, se pudo distinguir mejor a una ninfa de cabello rubio, con algunas heridas algo graves, y se llevó una mano al otro brazo.

-Ugh... Esos bichos no se cansan. Ni siquiera he podido encontrar a las otras...

Seres de Inframundo vagaban por el lugar, buscando a la ninfa relampagueante, mientras que esta se mordía el labio por el dolor. Entonces, oyó algo. Era como una gran roca golpeando cosas contra el suelo, bastante cerca de donde estaba escondida la rubia. De repente, pudo verlo. Era un gólem de piedra con ojos rojos, seguido de un anciano con monóculo y de gran estatura, vestido de mayordomo. Observaron a la ninfa, curiosos, y el mayordomo se coloco el monóculo.

-Vaya, parece que esta joven no es de las tropas del Inframundo. Señorita, ¿se encuentra bien?

La joven lo miró desconfiada y algo enfadada, cargando uno de sus rayos con una mano.

-Vosotros también vais a hacerme daño, ¿verdad?

-Esa no es nuestra intención, sin embargo, veo que usted es la artíficie de las tormentas espontaneas.

-¡No creo ni una sola palabra de lo que dices, déjame en paz!

El mayordomo suspiro, cruzándose de brazos, mientras que el gólem permanecía impasible.

-Señorita Viridi, intente usted hablar con ella.

Entonces la Diosa se asomo detrás del gran gólem, con el bastón en la mano, y la ninfa arqueo una ceja, aun desconfiando.

-¿Quién... Eres tú?

-Viridi, Diosa de la Naturaleza. Estos son mis guerreros, Arlón y Petrodius. Fuiste atacada por las tropas del Inframundo, ¿me equivoco?

-... Supongo, todos los bichos me parecen iguales.-dijo desviando la mirada. Entonces la Diosa fue acercándose lentamente a la ninfa.

-No hemos encontrado rastro de tus compañeras, pero sin embargo, tu estas a salvo, supongo que por tus poderes.

-¿¡Qué!? Entonces ellas...-bajo la cabeza, sabiendo que ellas probablemente estarían muertas o moribundas. Cuando se dio cuenta de que la diosa estaba muy cerca de ella, cargo más rayos, asustada.-¡No te acerques!

Sin embargo, la diosa siguió avanzando, y cuando estuvo justo delante de la ninfa sonrió levemente, tendiéndole la mano.

-No voy a hacerte daño, tranquila. Sé que tus amigas ya no están, pero tú aún sigues viva. Por eso... Puedes quedarte con nosotros, en el templo de la Naturaleza siempre hay sitio para alguien más. No tengas miedo...

La ninfa miró a la diosa asombrada y unas lágrimas asomaron por sus ojos, pero en vez de darle la mano a la diosa le dio un abrazo, sin dejar de llorar.

-Tenía mucho miedo, yo pude huir mientras que las demás...

-Shh, tranquila.-la joven correspondió al abrazo de la ninfa- ¿Cómo te llamas?

-Snif... Ámbar... La centella luminosa.

-Bienvenida Ámbar, ya no tendrás nada que temer. Te lo prometo.

Crónicas de la Diosa de la NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora