Segador del Caos

142 12 2
                                    

La diosa de la Naturaleza se dirigió al Reino del Cielo, alarmada por sucesos extraños de los que le habían informado sus tropas. Los Icarios estaban atacando a los mortales, y eso no era propio de la diosa de la Luz, Palutena. Al llegar allí, buscó por todas partes a la peliverde hasta encontrarla de espaldas, con el báculo en su mano.

-¡Palutena! ¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué estás atacando a los mortales?

Entonces la diosa se giró, mirando a la rubia. Había algo extraño en sus ojos, y su expresión no parecía típica de ella.

-Oh, si es Viridi. Tranquila, los mortales están recibiendo lo que se merecen por su ingratitud.

-… ¿Quién eres? ¿Dónde está Pit?

-Soy yo, Palutena, ¿no me reconoces? Y en cuanto a Pit… Se está encargando de los mortales, haciendo un gran trabajo, por cierto.

-¡Pit nunca haría algo así! Ni tú… ¡Es imposible que seas Palutena!

Entonces la rubia abrió los ojos como platos. Un ser de patas puntiagudas y de un ojo estaba justo detrás de la diosa de la luz, y parecía controlarla.

-E-El Segador del Caos…

Entonces la peliverde fue acercándose poco a poco a la otra diosa, sonriendo maliciosamente, mientras la rubia retrocedía, asustada, pero sabía que no tenía adónde ir. Finalmente la diosa la alcanzó, sin dejar de sonreír de esa forma.

-Oh Viridi, ¿quién cuidará de tus tropas cuando te hayas ido?

-¡!

En un instante, golpeó a la rubia con fuerza con uno de sus ataques, y la hizo caer al suelo herida. La joven intentaba defenderse como podía, pero era inútil no estando en su terreno, ya que en las nubes no podía hacer crecer plantas ni atacar en condiciones. Bastante herida, luchaba por mantenerse consciente, pero la diosa de la luz entornó los ojos.

-Adiós, Viridi…-golpeó con fuerza su cabeza usando el báculo, haciendo que la diosa de la Naturaleza quedara inconsciente y le empezara a sangrar la cabeza. Justo cuando pensaba acabar con ella, unos rayos la hicieron retroceder, y entonces una centella descendió hasta donde estaban ellos. La ninfa rubia se acercó corriendo a su diosa, bastante malherida, y la zarandeó suavemente.

-¡Vi! ¿Me oyes? ¡Abre los ojos! ¡Vi!-dijo la ninfa desesperada.-Yo… Debí haberte protegido, lo siento… Por favor, despierta…

Unas lágrimas empezaban a asomar por los ojos de la ninfa mientras tenía a su amiga, o más bien su “hermana” en brazos, pero la diosa de la Luz solo se rió.

-Vaya, parece que la Centella Luminosa no ha llegado a tiempo esta vez. Qué lástima.

-Tú… ¡Maldito Segador del Caos!

La ninfa en otras ocasiones hubiera luchado contra el ser que manipulaba a la diosa de la Luz, pero su prioridad era poner a su diosa a salvo, además de que contra el Segador del Caos estaba en clara desventaja. La cogió en brazos y salió de allí volando a toda velocidad, esperando que la rubia no sufriera más daños.

-Aguanta un poco más, Vi…

Crónicas de la Diosa de la NaturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora