Mis manos temblorosas no eran capaces de asumir su único trabajo y yo tampoco tenía la fuerza para obligarlas. Hacía unas horas Taehyung me había insistido en que saliéramos antes de que anocheciera bajo el pretexto de que teníamos que hablar, claramente los pensamientos intrusivos asaltaron mi mente, y aunque mi mejor amigo se apresuró a aclarar que era una charla tranquila, no podía parar de plantearme su arrepentimiento. La idea de que había sido apresurado el beso nocturno y que quería dar marcha atrás continuaba acrecentándose, tanto que no era capaz de tocar su puerta por miedo a encontrarme con su rechazo.
La mayoría de las veces mi corazón era quien dictaminaba mis ideas, solo que en este caso me encontraba alerta porque mi parte racional negaba su correspondencia rotundamente y ver su probable negativa me aterraba. Llevaba años aceptando que nuestros encuentros románticos serían siempre resultado de nuestra embriaguez, por lo que cualquier expectativa respecto a la conversación terminaba en su repudio.
Seguí maquinando escenarios ficticios en lugar de hallar algo de valor para enfrentarme a la situación, así que cuando le vi abrir la puerta mi mente quedó en blanco. Me encontré con su versión más cómoda y burlona de mi carente reacción, quise decir algo, no obstante, mi cerebro determinó que un cambio de temática sería correcto y ahora cavilaban acerca de la perfección enfrente mío. Sospechaba que la razón por la cual mi racionalidad se había alterado era porque su fragancia masculina estaba impregnándose en mi olfato y me posibilitaba únicamente concentrarme en su persona, de modo que su vestimenta se convirtió en mi nueva visión: abrigo gris, suéter fino de un tono grisáceo más claro, pantalón de paño amarillo y unos mocasines verde oscuro que compartían color con una bufanda extensa en su cuello.
En cambio, mi ropa no tenía nada de especial y lo único destacable era el relicario que Kim me había regalado hacía dos años con la primera foto que teníamos juntos. Jamás me quitaba el collar por el valor sentimental que le tenía y consideraba que era el único detalle que podría compartir la elegancia que inspiraba él en esos momentos, aunque si me lo preguntan no era una queja, disfrutaba de su vestir tan característico.
— Hola, Kookie — el mismo apodo y el mismo tono cariñoso de siempre, la diferencia era que mi corazón latía a mil por verle tan cerca diciendo mi nombre con su profunda voz. Dio un paso hacia adelante y levantó mi mentón con una sonrisa ladeada —. ¿Te comió la lengua el gato?
— En realidad, creo que estoy viendo a dios —mi comentario lo despojó de su jocosidad y soltó una carcajada que me obligó a sonreír. También noté cómo en medio de su reacción sus mejillas adquirían un tono rosáceo que me llevó a pensar que todavía no estaba acostumbrado a mis halagos—. Luces maravilloso.
Tuvimos una charla corta y casual de temas varios. Admitió que no me avisó de su formalidad porque creía que me veía más atractivo con mis prendas habituales, y yo no pude evitar enternecerme porque luego se rascó la nuca avergonzado y cambió de tema rápidamente avisando que teníamos que irnos de inmediato si queríamos disfrutar del sitio. Cerró su puerta, tomó la manga de mi franela y comenzó a andar con prisa, regañándome porque yo usualmente caminaba muy lento, pero mientras hablaba solo me hacía suposiones de a qué lugar iríamos; lamentablemente no llegué a ningún lado con eso porque estábamos yendo hacia el sector comercial del distrito y no eran destinos en los que cerraran temprano.
Durante el recorrido apenas y hubo un intercambio de palabras porque los dos quedamos absortos en el atardecer que ocurría. A medida que el sol iba descendiendo se ocultaba por detrás de las casas antiguas que estaban a ambos lados, se podía ratificar su vejez por cómo estaban hechas, eran casas de adobe con techos curvos cubiertos de tejas y con grandes puertas de madera, no era posible distinguir mucho una de otra de no ser porque conocíamos a todas las familias y las asociábamos a ellas. Aun así, el sol era capaz de teñir con su luz anaranjada las cubiertas, las paredes claras y nuestros cuerpos con total libertad; nuestras miradas vacilaban entre el cielo y el camino rocoso, cuidando que no trastabilláramos en lo que descendíamos a la zona sin escaleras. Distinto a lo que se proyectaba desde una vista global, todavía quedaban bastantes construcciones de antaño, y los únicos que sabíamos de esa dualidad éramos los que seguíamos viviendo en las casas de herencia familiar.
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photograph » kooktae
Mystery / ThrillerLa fotografía es el pasaje a la verdad, no sabe de secretos ni de intenciones, solo existe; podría llamarse arma de doble filo, pero únicamente apunta a quienes mienten. 11 de Noviembre, 2019.