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—Navidad es en una semana.

Gabriel levantó la vista desde donde untaba mermelada de uva sobre un trozo de pan tostado.

—Sí. —Dijo, a pesar que en realidad no había sido una pregunta.

—No veo un árbol. ¿Haces algo para las vacaciones? — preguntó Tato, mirándolo con curiosidad.

Haciendo una mueca, Gabriel encogió sus hombros.

—Lo siento. —Murmuró Tato, comprendiendo su malestar.

Tomó la mano de Gabriel y apretó—. Debe ser doloroso para vos.

Respirando profundamente, Gabriel dejó escapar lentamente el aire por la nariz. Asintió bruscamente. Gabriel no deseaba que llegara la Navidad. El Día de Acción de Gracias había sido miserable, luego en el Viernes Negro su granero se había quemado. Hasta el momento, se perfilaba una temporada estival bastante horrible.

La mano de Tato sobre su rodilla consiguió que la mirada de Gabriel fuera hacia él. Para su sorpresa, Gabriel descubrió que Tato se había movido de su silla y ahora se arrodillaba en el suelo frente a él. Su amante aplicó una suave presión en la pierna de Gabriel y abrió al hombre.

Tato se deslizó entre sus piernas, tomando las caderas de Gabriel y tirando de él hasta el borde de la silla, haciendo que sus miembros se juntaran. Gabriel jadeó por la sorpresa, pero en lugar de tomar ventaja y capturar su boca, Tato ahuecó su mejilla e inclinó su cabeza así ambos se miraban a los ojos.

—Hablame. —Le instó—. ¿Qué puedo hacer para que esto sea mejor para vos?

Al principio, Gabriel se sorprendió por la oferta. Su tío era uno de los pocos temas que nunca habían discutido en profundidad, como lo de la abuela de Tato.

—Por favor. —Murmuró Tato, sus pulgares acariciando la mandíbula de Gabriel.

El contacto y aquellas palabras susurradas calmaron a Gabriel más de lo que creía posible. ¿Quién iba a saber que estaría tan tenso?

—Cuando tío Damian estaba vivo —comenzó despacio, el uso del pasado se sentía raro en su lengua. Después de lamer su labio superior, Gabriel se obligó a continuar— nos tomábamos un día libre y llevábamos la carreta hacia las colinas para cortar un árbol. Luego lo traíamos y decorábamos mientras escuchábamos los villancicos de Navidad. A tío Damian siempre le gustaba cantar a todo pulmón. —Dijo, sonriendo.

Gabriel se detuvo y bufó, lleno de asombro.

—Mierda — susurró.

—¿Qué? —le empujó Tato con suavidad.

—Es la primera vez que soy capaz de reír al recordarlo — admitió.

Gabriel le sonrió a su amante, echó su cabeza hacia adelante y presionó un beso en los firmes labios de Tato—. Gracias.

Por medio segundo, Tato pareció sorprenderse.

Sonrió y le devolvió el beso.

—De nada. —Alejándose ligeramente, el hombre en realidad se veía inseguro—. ¿Te gustaría... te gustaría seguir haciendo eso? ¿Juntos? —preguntó, obviamente dudando por sugerirlo.

Gabriel solo tuvo que pensarlo un par de segundos antes de asentir.

—Sí. Sí, me gustaría —dijo—. Va a ser divertido.

—Entonces me decis cuando y nos vamos —prometió Tato.

—¿Tenes que trabajar esta noche?

LLÉVAME #2Where stories live. Discover now