Apenas como si fuera ayer que llego a parar en aquella enorme mansión que destacaba en la hermosa París; no solo por su arquitectura, sino por la familia y el recién famoso diseñador de modas, Gabriel; quien apenas comenzaba en los principios de su reconocimiento y fama continental.El señor, conocido como hombre de negocios, conceptos creativos, alguien reservado pero empático, necesitaba quien le ayudara a organizarse, mas ahora teniendo a su esposa embarazada de apenas cuatro meses. Entonces llego ella, junto a otras que buscaban obtener el empleo.
No fue difícil causar buena impresión al momento de ser entrevistada, pues ella era lo que el Agreste buscaba a parte del conocimiento del oficio; alguien reservado, de confianza y que esté al tanto, dispuesta a dejar su hogar atrás para vivir en aquella mansión.
Nathalie en ese entonces estaba decidida a realizar su trabajo agendando las actividades de los Agreste, procurando hacer espacio para que la pareja pudiera pasar tiempo juntos. Según tenía entendido que llevaban casados casi los dos años y a pesar de tener la agenda apretada, Gabriel siempre buscaba tiempo para estar junto a su esposa Emilie, mas cuando esta esperaba su retoño.
Jamás se separó de ella, menos con la llegada de Adrien.
Nathalie se dio la tarea de no solo servir para la familia como los demás empleados, si no también daba tiempo de calidad para ver crecer al rubio oji verde y ayudar a darle clases en el hogar. Su padre si que tiene gustos especiales.
La azabache se volvió mas que una empleada para Emilie, establecieron un lazo amistoso sin perder esa naturaleza reservada, se tenían confianza a pesar de todo.
Este era su trabajo ideal.
Todo cambio con el pasar de los años, específicamente ese día.
De su cabeza no se borra esa imagen de un pequeño Adrien de 12 años llorando, rogando en aquella puerta negra que daba paso a la oficina de su padre, él hombre se encerró en la soledad del cuarto después de ese viaje a la frontera asiática.
A pesar de no saber lidiar con ese tipo de situaciones, se vio obligada a consolar al rubio y escoltarlo en su habitación sin preguntar sus razones.
Al cabo de una hora, dejo al jovencito durmiendo en su habitación. Se sorprendió al ver como los empleados se retiraban con las pertenencias, de un momento a otro creyó que quedaría sin empleo.
— Nathalie... — llamó el hombre con un semblante serio, transmitía un aura sombría que emergía cada vez mas.
Sin cuestionar entro a la oficina cerrando la puerta detrás suyo para mirar a su jefe.
No pudo evitar mirar con sorpresa y terror a la rubia tendida en el suelo inconsciente. Por inercia se trato de acercarse a ella, pero el de ojos grises lo impidió.
— Ahora serás parte de esto — Habló serio mirándola fijamente, su mirada empezaba a intimidar -haz demostrado tu lealtad y confianza, así que estoy seguro que tu me ayudaras con esto hasta que lo resuelva- finalizo mirando ahora el gran ventanal.
Su mente no estaba preparada para la cantidad de información que recibiría esa misma tarde. Era algo simplemente difícil de digerir, algo fuera de la realidad, algo que debería cargar de hoy en adelante, aunque lo que mas dolía era hacerle creer a un niño que su madre había desaparecido, cuando en realidad podría estar muerta.
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— Señor... Su hijo escapó nuevamente. Al parecer no se dará por vencido hasta que usted acceda por la buenas. — Comentó con su semblante serio
El hombre suspiro pesado, su hijo era muy tenaz y terco, le parecía inmaduro de su parte, pero desde que su esposa cayo en ese interminable sueño, se alejo de él poco a poco. Cosa que le hizo no querer perderlo de vista y sobreprotegerlo de forma exagerada.
— Ya encontré la solución — solo dijo el mayor. Esas palabras le causo cierto desagrado en la azabache, detestaba ser parte del trabajo.
Regreso al comedor donde Adrien esperaba sin ánimos sus clases particulares. Esperaba que su mente lograra olvidarse del asunto.
Como Gabriel lo dijo, no tardo mucho para que dos jóvenes héroes aparecieran en la acción.
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Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses. Nathalie a pesar de su personalidad fría, no podía evitar sentir pena por el joven Agreste, le dolía verle sonreír forzosamente cuando algo le dolía. No solo el cariño y amor hacia el rubio creció, al parecer su sentido maternal emergía de poco a poco.
Dadas las circunstancias de su profesión, no se daba el lujo de convivir con él de forma amistosa, sin embargo, convenció al padre de dejarle ir a la escuela y uno que otra salida con sus amigos, le calmaba que no se sintiera triste y solo.
.Otro fracaso de Hawk Moth, estaba acostumbrada a los ataques de ira y desespero de su jefe. No podía hacer nada mas que decir: "la próxima lo logrará, señor"; sin saber que ese mismo apoyo y admiración por el diseñador se convertiría en amor.
— No debiste usar el miraculous del pavorreal, es muy peligroso — advirtió Gabriel mirándola como trataba de recuperar fuerzas
— No tenía opción señor, debía ayudarlo — explico tosiendo acomodándose en el sillón blanco — De aquí hasta el final — sonrió levemente
— Gracias Nathalie — tomó su mano con una pequeña sonrisa, de esas que no se ven todos los días.
No mentía cuando decía que haría lo que fuera a cualquier costo, estaba involucrada y no había vuelta atrás. Lo acompaño en cada plan y fracaso a pesar de que eso le afectaba cada vez mas.
— Jamás debí aceptar este trabajo... — se decía una otra vez cada vez que sentía que ya no podría más.
Su vista se dirigió al ventanal junto al señor Agreste. En frente la estatua de Emilie ahí estaba el motivo por el cual seguía, Adrien mirando con una sonrisa melancólica.
— Debería decirle la verdad, será mas fácil para él si se lo dice pronto. — recomendó a su jefe sin dejarle de sonreír al oji verde.
Gabriel suspiro para retirarse, al parecer tomó su consejo, no pudo evitar escuchar aquella pequeña pero dolorosa conversación.
— Adrien tengo algo que decirte, todos los días lo pienso y no se como decírtelo — suspiró el diseñador antes de ser interrumpido.
— Ya lo se padre. — sonrió sorprendiendo al mayor
— Pero, ¿cómo?
— He visto lo cercanos que se han vuelto tu y Nathalie. — desvió la mirada sin dejar de sonreír —Ella puede hacerte feliz otra vez. Después de todo, ya es parte de la familia — comento haciendo que Nathalie, quien escuchaba la conversación, sonriera con ternura.
— ¡¿Cómo es posible que pienses eso?! ¡Nadie puede ocupar el lugar de tu madre! — se paró con notorio enojo — Mientras la recordemos, ella seguirá viva en nuestros corazones — dicho esto se marcho dejando al rubio anonado.
Nathalie se marcho antes de que notaran su presencia, era claro que sus esfuerzos por tener un lugar era en vano, ella no era Emilie, ella no ocuparía su lugar, ni nadie más.
Aun así, daba su vida.
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Nadie Más //GabriNath [OS]
FanfictionEsa frase, esas palabras... le dolieron más de lo que pudo imaginar. Poco importaba que su apellido la describiera como alguien que carece corazón, bien sabia que si tenía uno y estaría dispuesta a entregarlo; sin embargo, Nathalie no es ella. Jamá...