Lia Elisabeth Jones se desperezó lentamente cuando la alarma de su teléfono móvil la sacó de un sueño profundo. Sus ojos marrones miraron sin ver la habitación. Se levantó y avanzó cautelosamente hacia la chimenea del salón para apagar el despertador.
Ese lunes comenzaba la última semana de clases. Suspiró, frotándose los ojos para retirar los restos de sueño, y fue al baño para su rutina matutina. El espejo reflejaba a una joven bajita, de mejillas redondas y ojos marrones claros. Su piel era blanca y suave, y su cabello castaño claro, que llegaba hasta un poco más abajo de sus orejas, lucía desordenado. Lia lo mojó ligeramente para acomodarlo, se lavó la cara para despejarse y salió de vuelta al salón.
Saludó a su madre, Kira, quien estaba tratando de convencer a Anthony, su hermano, para que terminara de desayunar y se pusiera los zapatos. Lia comió rápidamente su tostada ya que tenía prisa. ¡Eran las 7:10 y no se había vestido aún! Volvió a la habitación y se puso la ropa que su madre le había escogido: una blusa azul con flores blancas, verdes y doradas, y unos vaqueros. Buscó unas sandalias marrones, pidió la confirmación a su madre de que iba bien conjuntada y volvió al baño para cepillarse los dientes y peinarse.
Su padre, Anthony, salió de su habitación y se acercó a ella para darle un abrazo de buenos días. Se vistió rápidamente —algo que Lia envidiaba, maldiciendo su despertar tan lento— y puso el coche en marcha para llevarlos al autobús que los dejaría a ella y Anthony en la puerta de sus respectivos colegios. Vivían en una casa de campo, a unos 20 kilómetros a las afueras de Londres.
El viaje se produjo sin contratiempos. Ambos niños permanecieron en silencio: uno adormilado y la otra simplemente esperando. Se bajaron tras 10 minutos en la parada de autobús más próxima.
La jornada escolar pasó sin incidentes. Lia no era problemática y realizaba sus deberes escolares, aunque no tenía amigos. Trataba a todos con alegría, amabilidad y respeto, sin rechazar la compañía de nadie pero ensimismada la mayor parte del tiempo.
Su madre los recogió y Lia le explicó en detalle su jornada escolar. A pesar de que las evaluaciones ya habían terminado, algunos profesores deseaban terminar el temario. Su padre la recibió con cariño al llegar a casa.
—¿Cómo te fue, cariño?
—Bien, terminamos lo que nos quedaba de matemáticas e inglés. Por cierto, en el instituto tendré como optativa el español. ¡Quiero aprenderlo sí o sí!
—Calma, estrellita —dijo su madre con una risita—, te queda un año para eso aún.
—Sí, pero... ¡No puedo esperar! —sonrió Lia, saltando de emoción, lo que provocó más risas.
—Má... —llamó Anthony desde la cocina. Su madre fue a revisar y rió al verlo señalando la olla de comida. Anthony no hablaba bien, pero Lia y su madre lo entendían. La castaña lo alzó en brazos y empezó a hacerle cosquillas, ganándose sus risas.
—Lia, tus cosas —le reprendió su padre desde el salón.
—Upsy —dijo, dejando al pequeño en el suelo con un último abrazo y llevándose su mochila con libros en braille y su ordenador.
La comida transcurrió tranquilamente entre risas y conversaciones. Lia lavó los platos de la familia y luego fue a su habitación a leer durante media hora antes de hacer las tareas, hasta que sonó la puerta y fue a abrir.
—Hola, ¿Lia Elisabeth Jones?
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Minerva McGonagall, profesora en el colegio Hogwarts de Magia. Tengo el placer de informarte que has sido aceptada. Pasemos y lo hablaremos allí.

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BLIND ⁍ H. Potter
FanfictionLia Elisabeth Jones, una chica ciega de once años de edad, se entera de que, a pesar de su problema de visión, es aceptada en Hogwarts, el colegio de magia y hechicería, donde hará buenos amigos y se enamorará. Esta historia narra los obstáculos que...