Diarios de entresueños por A. Rufio
Se sueña el ludópata franqueando un ventanal que da a un panorama de vastas praderas. Apenas avanza, lo inquieta el césped: un verde alevoso, casi sólido, que se traga los pasos: es paño de ruleta. En las copas gorjean las aves: "¡aganjuego! ¡aganjuego!". Como sabe que está dormido, teme la pesadilla y por no hallarlos vacíos, se contiene de hurgarse los bolsillos.
"Historia del escritor frustrado a la hora del juicio divino" por Anacarsis Rufio
Cuando joven, muchos años antes de haberse rendido, sabía arrullar dentro de la tibieza de su pecho un genio literario que de vez en cuando le retribuía prodigándole versos y prosas desaforados. Doquiera iba portaba consigo una libreta atiborrada de apuntes sin concierto; a veces desmigajaba frases como quien deja rastro para un seguidor atento o cómplice, inscripciones sueltas que dieran crédito al mundo de su rimbombante vida de príncipe letrado: en un alféizar solitario, bajo un puente, en el respaldo ultrajado del asiento del colectivo, en las orillas donde el mar se arrima y desarrima, en el pretil que corona un acantilado, en la espalda de una amante (con el dedo), en el tronco de un árbol perdido en un bosque frecuentado por una cofradía de bandidos a cuchillo e infancias duras. En lo sucesivo, circunstancias imprecisas (incluso para él) malograron estos escarceos y el protagonista procedió con una vida desapasionada, tanto más desapasionada porque ayer hubiera pretendido las letras.
Después de muerto, una corte de ángeles lo recibe con fastuosas albricias. Se deja llevar, azorado; no entiende cómo el curso de su vida, ni mejor ni peor que el de otros, amerite esas celebraciones. Percibiendo este ofuscamiento en virtud de su divina omnisciencia, el arcángel mayor –la armadura reverberante al posarse- le sale al encuentro:
–Como las palabras que pronuncien los peregrinos al pasar por delante de la gruta –dice el arcángel, que se hace entender con modos alusivos– así el eco de tus versos persistió harto tiempo, aún después de haberte marchado. Un suicida fue disuadido de saltar al vacío porque diera con tu consigna en el alféizar. La promesa que deletreaste en la espalda desnuda de la novia que tu amaste el primero se enterró bajo el palimpsesto de otros amantes; a cada uno profesó rebrotes de tu misma pasión. En el bosque de los bandidos, media docena escarmentó a la lectura de tu gravado y hoy caminan hombres probos.
Mientras el arcángel habla, el protagonista se esfuerza por comprender: en su recuerdo, aquellos versos pretenciosos –que tan luego se le hacen ajenos– acumulaban varios desaciertos imperdonables; el didactismo y la autocompasión no estaban entre ellos; tampoco ve mérito en la educación sentimental de aquella chica que, por lo demás, amo poco y malamente.
Sobre la superficie de sus pensamientos una suspicacia se insinúa; así que la percibe, el arcángel se detiene en seco, lo alza en vilo con un brazo y bruscamente le cruza el pecho con un tridente. Había llegado al infierno. (26/02/'19)
Écfrasis por B. del Ponto
- Bottega di Tobias Verhaecht, Apparizione di Gesù risorto agli apostoli sul lago di Tiberiade, inizio del XVII secolo.
En lontananza, una aldea apiñada se aferra a los riscos de un isla diminuta. Un puentecito de madera la conecta con el continente. En la costa, un grupo de pescadores recoge del lago las redes. Más cerca la escena se repite sobre una balandra: cada uno atiende su tarea (ajustan la botavara, levan el ancla, ordenan avíos). Sólo uno se distrae, camina extasiado hacia un promontorio de tierra en nuestro plano inmediato. Cristo resucitado lo aguarda con el brazo extendido.
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QueBesaSuMano, Boletín a suerte y verdad, N°15 (feb. de 2019)
Short StoryÍndice: "Diario de entresueños" por A. Rufio; "Historia del escritor frustrado a la hora del juicio divino" por Anacarsis Rufio; "Écfrasis" por B. Del Ponto