Me senté despacio sobre el frío césped del campus.
Miré la hora, quizás intentando que mis pensamientos pararan en un punto fijo y dejaran de dar vueltas.
Necesitaba pensar, meditar sobre todo. ¿Qué está bien y qué está mal? ¿por qué esto sí y esto no?.
Mi subconsciente jugaba conmigo haciendo que me preguntara hasta lo más básico: ¿de dónde venimos?.
Preguntas sin una respuesta común empezaron a rotar por mi cabeza, y no veían un fin.
—No son horas de estar aquí.—dejó caer mi profesor de Filosofía indiferente.
—Juan Carlos,—pronuncié todavía sin dejar de mirar a un punto fijo— ¿por qué en Filosofía nos hacen aprender en qué año nació y murió Isócrates y no a Filosofar? ¿por qué no nos enseñan a expresarnos como el propio Isócrates, a pensar por nuestra cuenta?.
Sus ojos verdes llenos de sabiduría chocaron con mi oscura pupila. Miré detenidamente las bolsas debajo éstos, que rebelaban sus años de experiencia.
—¿Te soy sincero?—dijo en un sarcástico suspiro que hizo que me estremeciese.
—Lo preferiría.—respondí.
—No lo sé. Imagino que lo único que quiere el gobierno con la educación es hacer perritos que sigan órdenes y pasen por los aros. Pero no lo sé con certeza.—me ilustró sincero.
Me quedé mirándole un poco más. Sus labios se removían por dentro, imagino que de la impotencia por su insuficiencia al no saber responder con certeza a mi pregunta, pero eso yo tampoco lo sabía; ni muchísimo menos le culpaba por ello.
—Elena, ¿quieres qué te acompañe a tú habitación?.—dijo sobreprotector.
Vacile antes de levantarme mirándole un poco. Depués asentí mientras me levantaba pesadamente, tenía sueño y a la vez me sentía desvelada.
Caminamos despacio por el frío exterior del campus, ya decorado Navideño; con lucecitas y árboles resplandecientes que le daban un toque jovial al ambiente.
Juan Carlos Monedero paseaba calmado con las manos en los bolsillos a mi vera, mirándome de vez en cuando para no perderme. Entramos a la universidad, en la cual olía a invierno. Sí, a invierno. ¿Sabéis ese olor que desprende el radiador al encenderse y chocar con el frío del exterior de las ventanas? Pues a eso me huele a mi el invierno. Es reconfortante notar como el cálido aire sube por tus fosas nasales heladas. Esa felicidad que se respira es increíble.
En unos escasos 3 minutos llegamos a mi habitación.
—Gracias Monedero, siempre eres un gran apoyo.—le sonreí sincera.
—De nada, sabes que me tienes aquí, que espero ser más que tu profesor de Filosofía.—bromeó. Y razón no le faltaba, ya que para mi era una figura paterna de autoridad desde hacía mucho tiempo.
Le volví a sonreír antes de que él me pusiera la mano en el hombro solemnemente y susurrara: “Buenas noches ”.
—Igualmente—le correspondí.
Entré a mi habitación y me tiré bruscamente en la cama.
Qué pocas ganas de ponerme el pijama.
Haciendo de tripas corazón me puse mi cómodo pijama gris. Se estaba agusto así. Me enredé entre las sábanas despacio, disfrutando del calor que éstas me brindaban hasta quedarme profundamente dormida.
[...]
El despertador al fin sonó, con la canción de Birdy - Light me up.
Vacile un poco antes de levantarme.
Se estaba tan agustito en la cama.
Miré por la ventana, todo el mundo con chaquetas y abrigos, hechando bao por la boca. Me encanta Diciembre, definitivamente.
Era un ambiente tan bonito, tan feliz.
Aunque sólo fuera por mi tendencia a sentir frío.
Mi mejor amiga dice la gente se vuelve fría por la gran cantidad de cosas que por dentro las está quemando.
Quizás por eso yo siempre tuviera frío. Quién sabe.
También dice que las tartas de chocolate están echas con pequeños gnomos que golpean tu papila y hace que de gustito. Ya no sé que creerme.
Suspire melancólicamente.
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¿Y si digo que te quiero? ®
FanfictionNo creo que esto sea la típica novela, o tal vez sí. Ella tampoco el la típica chica. O quizás sí. Él no era famoso, hasta que la conoció, y su imaginación empezó a volar igual que el nombre de Elena por la cabeza de él. Las terceras personas se con...