Capítulo 1. Lo echamos a suertes

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- ¿La barrita de labios? – Preguntó la maquilladora a Inés mientras pasaba un bastoncito de algodón por debajo de su ceja.

- La tengo aquí, sí. – Hizo una pausa. -Si quieres te la doy y así no cambiamos.

Inés se miró al espejo que tenía delante. Las ondas en su pelo estaban en su sitio y el maquillaje estaba quedando muy natural: la imagen era esencial y ella dejaba pocas cosas a la improvisación en lo que se refería a su trabajo. Ya estaba preparada y se dispuso a repasar mentalmente sus notas cuando escuchó esa voz diciendo su nombre y su concentración se quebró.

La de Ciudadanos se levantó de la silla e intercambiaron un par de besos. Sintió la tez helada de la cara de la de Podemos y se estremeció un poco. Era finales de enero y hacia un frío de perros en Barcelona. Le sorprendió que Irene pasara a saludarla en la sala de maquillaje porque, a pesar de saber quiénes eran cada cual, no habían coincidido demasiado e Inés sintió con extrañeza dicha cercanía en el trato, algo de lo que no estaba acostumbrada con el resto de sus rivales políticos.

Aunque jamás lo reconocería -ni siquiera a sí misma-, le había gustado ese gesto por parte de la madrileña. Le agradó tanto que automáticamente le preguntó por los mellizos, ganándose la promesa por parte de Irene de mostrarle unas fotos después de la grabación.

Inés estaba acostumbrada al ambiente bronco con sus adversarios políticos, pero, en ocasiones se le hacía cuesta arriba usar ese tono agresivo en los debates. Era algo que desgastaría a cualquiera y ella comenzaba a notarse cansada, así que cuando le propusieron tener una especie de charla con Irene Montero en un formato más informal y relajado, lejos de la teatralidad y la exageración que requerían otras intervenciones, firmó sin pensárselo dos veces.

Volvieron a entrar Irene y sus asesores a la sala de maquillaje. Había un problema: ambas querían ponerse al lado izquierdo así que decidieron echarlo a suertes. Ganó Inés y lo sintió como una especie de presagio de lo que iba a ocurrir. Si hubiera sabido en ese momento que ese programa solo era el principio de lo que iba a desencadenarse en el futuro...

La charla arbitrada por Jordi trascurrió mejor de lo esperado. Aunque sus ideologías eran muy diferentes, todo transcurrió con normalidad, salvo cuando Inés interrumpía sin ton ni son o cuando Irene se ponía intensa en la defensa de sus ideas. Pese a todo, era más que visible la conexión entre ambas, la cercanía con la que se trataban a pesar de ser prácticamente desconocidas y públicamente rivales, que sorprendió al presentador. También ayudó a aliviar cualquier tensión, la sorprendente confesión musical de Arrimadas: Extremoduro era el grupo que más había visto en directo.

***

Tras terminar la grabación, se había organizado una especie de ágape en el hotel donde se hospedaba Irene. El equipo del programa y asesores de ambas formaciones, incluidas las dos políticas compartieron unos aperitivos, además de una conversación más tranquila e informal.

Irene se dió cuenta de cómo cambiaba Inés en las distancias cortas: se la veía más vergonzosa, más callada. Veía que era capaz de escuchar atenta, de que su sonrisa no era aquella irónica y soberbia que le acostumbraba sino una tímida y un poco divertida.

- Mirad a los peques.

Irene enseñó al resto su móvil donde se podía ver una foto de los mellizos. Todos dijeron que eran muy guapos, pero Inés acercó la mano para coger el teléfono con el fin de verla mejor y sin querer rozó suavemente de la mano de la de Podemos. Se acercó el aparato a la cara e Irene alzó una ceja sin que Inés se diera cuenta, pero cambio el gesto cuando vio la amplia sonrisa de Arrimadas, que achinó los ojos. Montero imitó la sonrisa y sus miradas se cruzaron cuando le fue devuelto el móvil.

Lo que Extremoduro ha unido...Where stories live. Discover now