Cordilleras del noreste de Sigor, hacia el siglo IX.
Tribu del Tiempo.-¡Rápido, rápido!-Le decía Samaya, la Guardiana del Tiempo, a su compañero de la oscuridad, a pesar del dolor.
Le había dolido más que ninguna otra cosa en el mundo, pero cuando aquellos pares de ojitos brillantes la escudriñaron con el conocimiento enigmático que portaban, el dolor pasó a ser algo secundario, un sacrificio merecido por el simple hecho de ser contemplada de ese modo.
Thónatos, quien a su vez era su compañero y Guardián de la Muerte, sostenía en sus brazos al otro bebé.
-Debemos irnos, Thon.
Él, con la frialdad de la que ella se había enamorado, se marchó en la dirección opuesta, directamente hacia el sureste. Si iban a ir en contra del designio divino, no quería que la pequeña saliera involucrada. No podía permitirlo.
En la alta colina de la tribu de la Tierra, los monjes protectores pasaban a su lado sin advertirle. Thónatos, como guardián de la Muerte, sabía envolverse en su trampa oscura, camuflarse en el miedo de las personas al punto de ser tan invisible como el mismo viento.
Cuando subió el último peldaño, el lugar estaba despejado y el cielo, oscuro.
Su hija lo acarició con una mano suave y sin mancha ni pecados, digna aún de ser acogida por Dios. Pero él no, Thon ya estaba demasiado perdido.La dejó allí y emprendió el camino, no sin antes voltear una vez para guardarla en su memoria, y luego dejarla por siempre.
Samaya, en cambio, puso rumbo al Norte confiando en la promesa que se habían hecho a fuego y sangre de volver a encontrarse en la región de la Muerte, al suroeste de Sigor.
La pequeña que llevaba en brazos había nacido al último. Le había dado más problemas, pero se los había recompensado al mirarla, al dedicarle esos ojos grisáceos que eran como los de su padre, fríos y cálidos al mismo tiempo.
Sigilosa, utilizando sus poderes de Guardiana del Tiempo, la colocó en la entrada del Templo del Cielo.
La niña la volvió a mirar y Samaya comprendió que la pequeña sabía qué iba a hacer: la abandonaba. La dejaba bajo la excusa de salvarla, pero la abandonaba de todas formas.Lloró su última lágrima y huyó de ahí, envuelta en los vestigios del tiempo, hacia su propio destino de traición, amor y muerte.
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Guardianes de Sigor: El legado de Muerte y Tiempo.
FantasyEl cielo y la Tierra tienen sus guardianes, como todo lo demás en Sigor, el mundo perfecto creado por Dios en el cual delegó responsabilidades a un escogido entre sus creaciones en cada Tribu para guiar las facciones de la existencia y, por ende, su...