II

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Mi vida pasó ante mis ojos.

Entre las millones de personas que hay en este planeta Tierra, por alguna extraña razón apareciste en mi camino, y no, no voy a quejarme por ello porque como podría quejarme de lo más hermoso que ha estado en mi vida, de lo único puro, honesto y natural en mi vida. Fuiste y serás siempre lo mejor que me ha pasado y no sabes cuan agradecida estoy con la vida por eso.

El primer día que te vi, ese día lo tengo grabado tan nítido en mi mente como si hubiera sido hace solo unos días, aún podía sentir la humedad sofocante del clima o el cómo mis zapatos se hundían en la nieve.

Recuerdo haber ido a la universidad, iba a prisa, era día de exámenes; estaba tan cansada, exhausta y los parpados se me cerraban solos de haber estudiado toda la noche, además de haber cuidado a mi hermanito esperando que su fiebre no subiera; iba con mis libros en una mano y un café en la otra, ya que el frio que hacia ese diciembre estaba por congelarme los huesos. No miraba a nadie, en realidad nunca lo hice, solo buscaba llegar a tiempo, era mi último año y no lo iba a echar a perder.

Seguí caminado mientras hacía malabares y revolvía las cosas en mi bolso para encontrar mi cartera para sacar la credencial que me dejaría entrar al aula. Solo me basto recordar que la había dejado en el trabajo para hacerme detenerme de golpe y dar media vuelta frustrada.

Lo siguiente que supe fue había golpeado contra algo duro y que estaba cayendo hacia atrás sobre mi trasero. El sonido de mis cosas golpeando el suelo era lo único que pude escuchar además de los latidos de mi corazón. Me quede paralizada mirando hacia el húmedo suelo, mi respiración alterándose cada segundo, sentía que estaba a punto de tener una crisis. Esto, los exámenes, cuidar de mi hermanito porque mi madre estaba demasiado ocupada haciendo su vida y que en el restaurante me hubieran reducido las horas de trabajo del que apenas sacaba para pagar los libros. Yo solo quería gritar, llorar hasta que me hastiara porque aunque parecía solo un accidente, esto había sido el punto máximo de mi día; este era mi quiebre.

Empecé a ponerme sobre mis rodillas para recoger mis cosas mientras formulaba una disculpa a quien sea que fuera con el que había tropezado. Abría la boca pero nada salía de ella, solo aire, el nudo que se había formado en mi garganta solo se hacía más fuerte a cada segundo y... solo no pude detenerlo. Mi vista se volvió borrosa y solo deje salir las lágrimas de frustración nada me estaba saliendo bien, me sentía torpe, inútil y acorralada pero me guarde todo como siempre lo hacía y empecé a recoger mis cosas, contigo ayudándome.

—Lo siento. —tu voz me hizo detenerme, tu voz hizo que mi piel se erizara, y juro por todo que no era el frio—. Hey, ¿Te lastime? —no respondí pero tu cálida mano fue a dar a mi rostro y me hiciste levantar la mirada.

Fue la primera vez que te mire, que alguna vez mire a alguien, tu mirada azul combinaba con la nieve y tus labios estaban tan pálidos por el frío pero aun así te veías increíble. Pedias disculpas, tu mirada yendo a todas parte de mi rostro por algún signo de dolor y siendo sincera no te prestaba ninguna atención a lo que decías, sentía como si estrujaran mi estómago y mi corazón empezaba a latir más rápido, y era tonto porque era la primera vez que te veía en el campus.

Me diste mis cosas y saliste corriendo, dándome una sonrisa dulce de disculpa, yo me quede plantada en la acera viendo por el camino en que te habías ido. Cabe de aclarar que llegue tarde al examen y sin importar que hubiera estudiado por horas no recordaba nada, lo único que venía a mi cabeza era tu sonrisa sincera y apenada.

Una parte de mí, la sentimental, lamento que ni siquiera te di mi nombre, solo me había quedado como estúpida viendo a la nada, pero la otra parte racional de mí cerebro ni siquiera se quejó porque sabía la verdad, sabía que no iba a volver a verte, ni mucho a menos ibas a recordar mi nombre.

Andrew y Mía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora