Piso el ultimo escalón de aquel autobús y veo como la lluvia ya va cesando, poco a poco solo quedan gotas cayendo en mi cabeza, me apresuro a cruzar la calle y caminar hacia la puerta de mi edificio, ya estando allí miro hacia la cámara que está en la puerta y saludo con la cabeza a Luis el guardia de seguridad, en pocos segundos la puerta está abierta y el me da la bienvenida como lo hace a diario, yo le agradezco y sigo mi camino hacia el ascensor, presiono el botón y miro la pantalla como aquel viejo ascensor baja lentamente hasta que luego de unos 30 segundos está abierto ante mí, el ascensor lleno de espejos en su interior siempre me dio algo de pánico pero luego de tantos años he aprendido a acostumbrarme a su interior con olor a viejo, su rechinar extraño al subir y bajar y sobre todo el pequeño vértigo que da al llegar al piso número 8 que es donde queda mi departamento, estoy a punto de presionar el botón cuando corriendo una voz agitada y alegre me pide que lo detenga y yo sin pensármelo mucho con mi pierna evito que la puerta se cierre, aquella voz pertenecía a Salomón el único hijo de doña Asusena, vivían también en el piso 8, él estaba terminando su carrera en hostelería y su madre quien era una solterona y amable señora se dedicaba a administrar el edificio y a vender productos naturales de todo tipo, él era en muchas ocasiones irritantemente alegre pero luego de tantos años habíamos aprendido la regla de no hablar mientras estábamos en el ascensor, él se subió y presione el botón numero 8 mientras el ascensor seguidamente se cerraba y con su chirrido característico indicaba que iba subiendo, nos miramos y con una mueca parecida a una sonrisa nos saludamos, mientras yo miraba mi reflejo algo demacrado y ojeroso por uno de los espejos, intentando acomodar un poco mi cabello el cual era un matojo de pelo húmedo que tenía que ser arreglado pronto por algún peluquero.
Luego de más o menos un minuto el ascensor de nuevo vuelve a rechinar y suena la campana que avisa que hemos llegado al piso indicado, casi como sincronizado salimos del ascensor chocando nuestros hombros al salir, eso nos obliga a mirarnos y despedirnos de nuevo con un gesto y él va hacia el apartamento 801 mientras yo voy al apartamento 805, el timbra para que su madre le abra la puerta, mientras yo simplemente agarro la manija y abro la puerta para entrar, sabía que mi madre estaba en casa así que la puerta estaría abierta, acertando en mi teoría giro la manija y la puerta se abre y entro escuchando un ruido en la sala que probablemente es el tv el cual mi madre siempre está viendo mientras esta en casa, camino hacia la sala y saludo a mi madre la cual efectivamente estaba frente al tv mientras revisaba su celular sin prestar ninguna atención al programa que estaban emitiendo.
— Buenas... — digo con voz lo suficientemente fuerte como para que mi madre me escuche.
— Buenas querido hoy llegas más temprano de lo usual, ¿paso algo que tenga que saber? — me dice sin siquiera despegar la mirada de su celular mirando torpemente sus redes sociales creadas recientemente por mí y mi hermana a pedido suyo y que torpemente solo usa para comunicarse con familiares y mirar sus publicaciones.
— La miro y me rio para mis adentro mientras descargo mi mochila en el sofá — nada que amerite una charla extensa ma' solo que el profesor decidió dejarnos salir temprano ya que parecía tener prisa en irse.
— Qué bueno es bonito tener la compañía de mi hijo antes de tiempo ya que siempre estas o encerrado en tu habitación o en la universidad, por cierto, la cena está servida en la mesa sácale la tapa que le puse para que ningún bicho le entrara.
— Que bien vengo con un hambre horrible — me froto las manos y camino hacia el comedor y veo el plato, me siento en la mesa y le saco la tapa, era un plato de macarrones con leche, queso y pollo, aún estaban calientes por lo que desprendían ese olor delicioso así que rápidamente cojo una cuchara y le doy la primera probada a aquel manjar.
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Esos ojos eran poesía
Teen FictionElla llego para cambiarlo todo, entre la música y la parada de aquel autobús numero 11 llego sin avisar y sin tocar la puerta, quien iba a pensar que seria aquella mujer la que lograría hacer brotar tinta de esta mente melancólica...