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¡Sorpresa!

¿A qué no lo esperaban?....jajajaja soy terrible. Esto es producto de mio ocio y mis deseos más ocultos. Ya sé lo que muchos piensan ¿No piensas terminar tus otros fanfics?, lo siento, es un mal hábito, si no escribo lo que pienso lo perderé de vista xD, pero prometo enfocarme más en los otros fanfics...

Nos veremos pronto, que disfruten, bye.

























Sus pupilas se dilataron, la lumbre de su casa se apagó, una ráfaga de viento helado entró por la puerta, quedaron bajo el completo abismo de la oscuridad, de lo oculto. Estaba asustado, se aferraba a la tela de la falda de mamá, su mirada saltaba de rincón en rincón, creyendo que un huésped no deseado había entrado a su casa.

—¿M-mamá?—

—Shhhh, Soma— ella llevó una de sus manos para tapar la boca de su pequeño, sabía que estaba aterrado, no podía culparlo, de todas las casas del pueblo, precisamente el demonio decidió que lo mejor era visitarlos esa humilde morada

La puerta de su pequeña casa estaba abierta, la luz de la luna se filtraba. Había pasos resonando en el techo, golpe, golpe, la suela de un incesante ser que se cuela en esa noche fría de octubre.

—Tamako— su padre fue hasta el lugar donde él y su madre estaban acurrucados, temerosos -Iré a ver, tú quédate con Soma-

—No, no, no, por favor— ella le tomó la mano casi suplicando, su sexto sentido le decía que lo que fuera que estuviera asechando era propio del demonio —No te vayas—

El pecho del pequeño Soma subía y bajaba, con ansias de temor, seguía abrazando a su madre. Esas noches, cada maldita noche, la jauría de devoradores de almas anda por el pueblo, tomando la vida de quienes no les pertenece. Matan, violan, cazan por mero gusto de hacer correr la sangre. Todos los días, en los lagos, en los campos, se encuentran los cuerpos desmembrados, secos, incompletos...

La enfermedad a veces es mejor que caer ante el demonio, bienaventurados aquellos que pudieron llevar una prospera longevidad, orar por quienes no pudieron pasar de la edad de un digito.

—¿Papá?— el pequeño habló cuando sintió la cálida mano de su padre acariciando sus cabellos.

—Soma, no tengas miedo— sonrió para darle las fuerzas que necesitaba —Te amo, Tamako— le robó un beso muy rápido a su esposa —Cuida a Soma—

Tomo la hoz que usaba para cortar el pasto, decido enfrentarse con quien fuera estuviera atormentando su pobre hogar.

El pequeño Soma miraba de forma difusa como la sombra de su padre se perdía. Saliendo al exterior, cerró la puerta tras de sí. Su madre lo abrazaba con fuerza, lo mecía de tal forma que pudiera apaciguar cualquier dolor.

Hermosa InmortalWhere stories live. Discover now