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Uuuhhhh....no crean que es tan fácil deshacerse de mi, soy como la lepra.























Soma y Ryo seguían atentos ante los crecientes rumores de la peste suelta en una de las ciudades más infestada de las alimañas chupa sangre.

Una ciudad en el noroeste, sin nombre, sin título. Era una joya que apreciaba a los seres impuros, se decía que muchos de ellos vivían tranquilamente entre los humanos, incluso que en los mercados podían comercializar con las partes de estos seres inmortales.

Soma no creía en cuentos de fantasía, tenía que ver con sus propios ojos el producto de la veneración enfermiza del ser humano.

Las montañas se alzaban imponentes sobre la ciudad, como si fuera un cráter en la tierra destinada solo a los más valientes. Ahora tenía sentido, apenas eran las 3:30 de la tarde y la oscuridad se hizo presente, perfecto para las sombras. Las montañas sirven como escudo de los radiantes rayos del sol, el aire huele enfermedad y la baldosa estaba desgastada.

Los humanos salían como sombras en la oscuridad, pidiendo limosna, ofreciendo la fortuna, la suerte y el dinero. Era una metrópolis que bien pudo ser fundado por el mismo Satanás. Desde ventas de bolsas de sangre de estos seres hasta conseguir la mano completa y bien preservada de alguno que tuviera particularidades curativas, todo era vendido.

—Esto parece un destino turístico para demonios— dijo Ryo mientras miraba el espectáculo —Es como si cualquier cosa puede matarte aquí—

—Mantén los ojos bien abiertos— le sugirió el pelirrojo —Las personas aquí no parecen con ganas de ser liberadas de la peste—

Soma bajó de su caballo, evaluó a cada una de las personas e intentó adivinar quién sería aquella que le daría información.

Una mujer de edad mayor estaba en una esquina, descalza, con picaduras de mosquitos en sus piernas, en su mano hay un pequeño tarro que balancea pidiendo algo de dinero a los pasajeros que transitan por ahí. Que lamentable, ese es el mal que deja la muerte, solo trae miseria.

—Disculpe— Soma depositó dos monedas de plata en su tarro —Quería saber...—

—Los cazadores de demonios no son bienvenidos por aquí, mi señor— interrumpió la mujer, sacó las monedas de su tarro y se las devolvió a su dueño —Si alguien llega a saber que acepte dinero de un cazador seré yo quien pierda la vida, talvez comeré tierra otra noche, pero en cambio seguiré viva y eso es algo que dos monedas de plata no pueden comprar—

Soma endureció su rostro cuando la escuchó hablar, la vida era más apreciada de lo que esperaba —Veo que sabes mucho, anciana— tomó la pequeña manta que cubría parte del rostro de la mujer e intentó que la cubriese todavía más a modo de que sus labios no pudieran verse —Todos tienen un precio— dijo entre algunas risas —Y el tuyo es en oro ¿verdad?—

—¿Cuánto cree que deseo vivir?— interrogó la mujer con sus ojos bien fríos con desasosiego.

—Lo que esto te permita— dijo Soma al momento que dejaba una bolsa de monedas en las manos de la anciana —¿Será suficiente?—

Ella abrió la bolsa para evaluar si su efímera vida sería bien pagada, ¿Veinte monedas de oro podían ser suficiente?

—¿Qué desea saber, mi señor?— ella inclinó su cabeza hacia él en señal de sumisión.

—Demonios— dijo sin vacilación —Dónde están y cómo los encuentro—

—He de saber que hay más cazadores como usted por aquí, todos vienen sin invitación al gran evento...— volvió hablar la mujer mientras se guardaba la bolsa con su tesoro —Todos están esperando el momento. Estamos en pleno cambio de época, se celebrará el solsticio de invierno, para los demonios eso se traduce a fiestas paganas—

Hermosa InmortalWhere stories live. Discover now