Abre los ojos

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Le había quitado el vestido lentamente. De una manera tan amable que Cinthya sintió cosquillas en cada parte de su cuerpo que la tela tocaba. Cuando se encontraba sin el vestido, el joven metió sus manos por debajo de su sostén y comenzó a masajear sus pechos apasionadamente, pellizcando delicadamente sus rosados pezones; exprimiendo los senos, levantó el sostén y lo reventó. Cinthya se dejó caer apoyándose en la cama, volviendo a quedar en cuatro.

El mundo era oscuro y silencioso, pero dentro de esa oscuridad existía un brillo cada vez que aquel hombre le sembraba un beso sobre la espalda y en los hombros. Sentía la calidez de sus labios, su humedad, el deseo con el que imprimía cada beso en su piel.

De pronto se detuvo y sin previo aviso le pasó un lazo de seda por el cuello, Cinthya tembló y rápidamente puso sus manos sobre el lazo para quitárselo, pero el joven se las retiro de golpe, para después quitarle la venda de los ojos. Ella los entrecerró pero rápidamente se volvió a acostumbrar a la oscuridad de la habitación y lo que vio la dejo sin respiración. Frente a ella se encontraba su reflejo, posicionada en cuatro; podía verse por completo su rostro sudado y las mejillas rojas, el maquillaje de los ojos corridos, sus labios pintados de color rojo. Sus hombros desnudos y sus pechos que se elevaban suavemente sobre el colchón de la cama; podía ver los costados de sus nalgas flageladas: rojas e hinchadas. En algún momento aquel joven había colocado un espejo frente a la cama, frente a ella para que pudiera ver su reflejo, sus expresiones. Y lo vio a él, a aquel joven detrás de ella, sosteniendo el lazo que le sujetaba por el cuello. Lo vio desnudo y mirándola atentamente, con aquellos ojos que antes le parecían tan misteriosos y que ahora le transmitían otros sentimientos. Ahora eran unos ojos de mirada enigmática, más seductora, más soberana. Como si fuera alguien a quien temer y a quien amar al mismo tiempo.

—Dirás mi nombre, hermosa. —le dijo mirándola desde el espejo—Dirás mi nombre y será todo lo que tendrás permitido decir mientras te la meto, amor. No podrás decir nada más y si lo haces—le guió la mirada hacia la fusta que descansaba sobre la cama, deseosa de sacudir la piel de Cinthya una vez más. —. Solo una cosita más…

Y mientras le sostenía el cuello con el lazo de seda, por debajo de él saco una cuerda blanca y le amarró las manos por detrás a Cinthya. La cuerda era suave y la verdad era que ni siquiera le había sujetado las manos lo suficientemente fuerte como para que ella no se pudiera desatar, aunque esa idea no se le paso a Cinthya por la cabeza en ningún instante.

—Te cabalgaré, preciosa.

Acto seguido, el miembro del joven se introdujo en las entrañas de Cinthya de un solo golpe, gracias a que los jugos vaginales ya habían lubricado las puertas de aquel altar. Cinthya retrocedió las nalgas y exclamó un gemido. A la siguiente embestida, Cinthya mordió su labio inferior y después de la sexta penetración Cinthya dijo el nombre del joven entre gemidos.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2014 ⏰

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