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       Anoche no pude dormir, otra vez...

       Tengo un problema y creer que la solución era vivir alejado de la civilización, fue el motivo principal por el cual terminé en este nuevo fraccionamiento en la colina.

       Aparentemente, desde hace seis meses, gozo de absoluta paz en este edificio promedio de dos plantas, muros blancos y espacios proporcionales, todo gracias al bendito crédito que ofrece mi aburrido empleo de bienes raíces.  Oh, sí.  Aquí el aire es fresco, la gente no suele meterse en tus asuntos y está todo muy tranquilo.

       Sin embargo, algo sucedió después de mi regreso  casa.

       Debido al cansancio por la pesada jornada, mis pasos se dirigieron directo a la habitación donde no tomé la molestia si quiera de vestir la pijama, me tumbé sobre el colchón y hundí la cabeza en la almohada, por fin descansaría.  Mientras los pensamientos en mi cabeza se difuminaban conforme entraba al mundo de los sueños, un sofocante silencio me envolvió hasta que, de pronto, un ruido extraño me hizo abrir los párpados de golpe, temiendo lo peor, guardé el aliento para intentar escuchar a través de los muros...  Era algo similar a pasos en la sala.

       Deseaba con anhelo que se tratara de la inesperada visita de un ladrón o un animal colándose por la ventana en busca de comida, pero no podía hacerme el tonto si siempre cerraba con llave tras activar la alarma de movimiento.

       Odié ese momento en que me levanté de la cama.

        Bajé silencioso con el bate en mano, aunque ya sabía que de nada me serviría.  Comencé a sudar en frío y mi corazón palpitaba como antes, en aquellas ocasiones.  Mis ojos recorrieron el vestíbulo, después el pasillo hacia la cocina y al girarme hacia la sala, sentí cómo la sangre bajó hasta los pies, al ver esa criatura arrastrándose por la alfombra.

       Una sombra del abismo, la figura humanoide sin rostro y de piernas mutiladas, rasgaba todo a su paso intentando moverse mientras olfateaba el sitio.  De la impresión se me cayó el bate y por consiguiente, llamé su atención.  Corrí hasta la cocina, pensé que ahí estaría seguro, pero cuando entré, el olor a jazmín que se impregnó en el sitio, me advirtió que no estaba solo; pronto un rebozo de seda me envolvió en un gélido abrazo.  La trémula voz de una mujer susurró a mi oído con sollozo y lamento:  "Ay, cariño... Ay, vida mía...".   Al liberarme, giré.  Jamás debí hacerlo, pues contemplé el pálido rostro descarnado de una muerta cuyas cuencas sangraban como si de lágrimas se tratara.

       Corrí, subí las escaleras, me encerré en la habitación.  No podía continuar aquí, opté salir por la ventana pero cuando recorrí la cortina, me topé con un velo negro  detrás del cristal.  De ahí siguieron los golpes detrás de la puerta, era como si me dijeran "No te escapas".  

       Oculté mi cuerpo bajo las sábanas, como cuando niño y, esperando que todo se calmara, me quedé dormido.

       El despertador me regresó a la realidad hoy por la mañana.  El sol entraba gentil y se deslizaba por los pliegues de la colcha, ¡qué hermosa es la luz del día!  Tomé una ducha y creí la idea de que todo lo que me perturbó fue sólo un sueño, de esos que se dan por las tensiones laborales, como la que viví en el trabajo ya que, debido a mi falta de descanso, el teclado el ordenador sirvió de almohada por más de media hora.  Mi jefe reprendió mi comportamiento y además, cuestionó la calidad de mis labores, como suele hacer cuando anda de malas.

       Regresé a casa creyendo que todo se solucionaría con un café y el documental sobre ciencia de las siete pero cuando entré a la cocina, desde la oscuridad de la esquina, percibí la tela de un rebozo.  No quise voltear.  Vertiendo el agua caliente en la taza, la mano huesuda y putrefacta de aquella mujer, recorrió mi espalda y rasgó mi camisa, el susto me hizo tirar la taza al suelo y quemé mi pierna con el agua hirviente.  Salí corriendo para toparme una vez más con la sombra del abismo en la sala y me encerré en el cuarto.  Sin embargo, el refugio me fui inútil, ya que enseguida se abrieron las puertas del armario y salieron de ahí dos gemelitas de uniforme gris con las muñecas destazadas.  Sus risas resonaron en mi cabeza torturándome mientras me encerraba en el baño.  Entonces cambié la cama por la bañera...

       Esta maldición... regresó.

       Es molesto que sólo yo pueda verlos.  Desde niño aún recuerdo cómo en la vieja casona de la abuela vino a mí, por primera vez, un alma en pena.  Era una niña muy pequeña de apariencia antigua y tímida.  No me dejaba en paz ni un segundo y lo que más me perturbaba, era ese cuello degollado y torcido, como si un caballo le hubiera pateado la cabeza y ésta no se hubiera desprendido.  Mis padres, en un principio, creían que se trataba de una amiga imaginaria, hasta que me vieron hablando con ella cerca del pozo al que me arrastraba, entonces comenzaron las terapias con el psiquiatra, quien nunca dio un diagnóstico certero.   Años más tarde nos mudamos de ciudad y las pesadillas terminaron por un tiempo, hasta que, llegó a casa un abuelo cargando cadenas.

       La gente común suele llamar a lo mío un Don Divino,  que ha sido concedido por Dios, el Universo,  o lo que sea que haya en lo no conocido, con el fin de descubrir lo que otros no pueden ver.  Que por ello soy bendecido, sin embargo, yo maldigo el día en que los cielos me otorgaron este padecimiento. 

       Nadie entiende que no hay nada de maravilloso en escuchar voces de ultratumba antes de dormir (sino es que te despiertan a mitad de la noche), ver rostros deformes por muertes brutales, entender la tortura de toda una vida que carga un alma.  Las peores, son las arrepentidas, terribles; las que no sintieron culpa alguna.  Aunque también me he topado con aquellos demonios que poseen a la gente y comprendo que estoy rodeado de mierda.

       A mis treinta y dos años de edad, he vivido angustiado, intimidado, sofocado.

       Una semana...

       Una semana cansada donde tuve que escapar de la sombra del abismo para poder salir a trabajar, la mujer del rebozo me esperaba puntual en la cocina, las gemelas en la puerta de mi habitación... sólo rogaba no aparecieran más.  Quería una solución.

       Me reporté enfermo al trabajo y salí en busca de ayuda.  En internet, me contacté con un tipo extraño, de esos que suelen escribir sus teorías y revolturas en algún blogg o sitio por el estilo, no terminó la universidad debido a que decidió dedicar su tiempo al estudio de la parapsicología y según fuentes confiables, sus soluciones eran acertadas.   También opté por visitar el mercado más viejo de la ciudad para perderme en aquellos pasillos, bien adentro donde suelen vender hierbas, esencias, amarres, entre otras cosas extravagantes para gente insegura de todo lo que le rodea con el fin de llegar al chamán más experimentado.  Incluso, aunque mi orgullo me lo reprendió, acudí a la Catedral para ver al sacerdote.

       Al consultarlos fui auditorio de pláticas extrañas que a duras penas entendí, analicé los consejos que de alguna manera, me llevaría a la paz que tanto suplicaba y cada uno de ellos llegó a una misma conclusión.  A mi punto de vista no todo en esta vida tiene explicación.  Me obligaron a reflexionar sobre la fortuna de haber nacido con un don como el mío, que en verdad era divino y entonces creí que debía hacer uso útil de ello. De camino a casa, recordando todas esas horrorosas anécdotas, supe que mi misión era ayudarles:  auxiliar a esas almas para cruzar al otro lado y dejar por fin, este mundo donde la vida les trató tan mal.

       Cuando llegué a casa encontré todos mis cuadros rotos, la pantalla hecha pedazos en el suelo y los muebles arañados.   Un sentimiento de compasión cruzó mi pecho y tomé asiento sobre el lodo que dejó la sombra del abismo.  Uno a uno aparecieron ante mí como si quisieran hablarme y yo abrí mi ser a sus penas.

    Sonrieron, sí, pero no de la manera más dulce. El hambre se reflejaba en sus traslúcidas expresiones.

       Cuando me di cuenta de que nunca pidieron mi ayuda, fue demasiado tarde.  Pronto me vi fuera de mi cuerpo, entonces  me arrastraron con ellos hasta el sitio más oscuro de la tierra.


~ F  I  N ~



~Virginia de la Vega







EL DON DIVINOWhere stories live. Discover now