Prólogo

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Una pequeña de unos enormes ojos negros estaba recargada en la ventanilla de la sala de espera de un lujoso hospital, sujetaba un libro entre sus manos pero parecía no ponerle mucha atención, su vista solamente se fijaba en lo que traspasaba aquella ventana, movia los pies que no alcanzaban a tocar el piso y resoplaba de vez en cuando, aburrida quiso despejar sus pensamientos mirando hacia otro lugar.
-¿Vas a morir? -La pregunta se suspendió en el aire y la pecosa giro su vista hacia el frente para encontrarse con un preocupado oji-azul
-¿Disculpa? -Dijo un poco confundida. El oji-azul volteo su vista a donde la recepcionista se encontraba junto con una señora con el mismo color de ojos, al verla tan ocupada dio un brinco de su asiento y se sento junto a ella.
-En las películas, cuando una persona va a morir siempre lee, libros aburridos y sin dibujos como este- Dijo inspeccionando el libro. Ante este acto la pecosa alzo una ceja.
-No voy a morir, no por ahora... -Retiro el libro de las manos del niño poniéndolo fuera de su alcance.
-Entonces ¿por que estas aquí? -pregunto mientras se acomodaba en la silla. Se relajo cerrando los ojos, esperando escuchar una gran historia.
-Mamá piensa que soy rara, que tengo problemas, o una grave enfermedad. -Los ojos de aquel pequeño se abrieron de par en par. -¿Qué sucede?- comento un poco alarmada
-¡Este es el quinto doctor que visitamos! Tampoco encuentran una explicacion lógica a lo que me pasa. -Un silencio invadió la habitación.
-¿Qué te pasa? -Pregunto curiosa.
-A veces, siento que una energía oprime mi pecho, entonces recorre todo mi ser y comienzo a vibrar, se siente como...
-¿Un cosquilleo que te avisa que explotaras?
-Exacto... -Una sonrisa se dibujo en su cara. - a veces exploto de diferente manera, no controlo mi ira, ni mis movimientos...
-¿Y lastimas a las personas sin querer? -Asintio- Me pasa seguido... -El pequeño se quedo pensativo viendo como sus pies tampoco alcanzaban el suelo. - ¿Crees que estemos muy locos? -Solto sin mas la pecosa
- Solo espero que no nos lleven a un centro psiquiátrico. Mi abuelo estuvo en uno, nadie quería ir a visitarlo, acabaron con el poco sentido común que le quedaba.
-Pues yo he estado pensando y la única solución seria la muerte... -Sus ojos se encontraron mirándose fijamente.
-¿¡Estas loca!? - Dijo haciéndose para atrás.
-Solo como la ultima salida, es que... -hiso una pausa- No lo entenderías -Abrio su libro y se cubrió con el. -El rechazo, la impotencia, el llanto de mi madre, la vida yéndose por el drenaje. - el oji-azul tomo las manos de la pequeña bajando el libro para verle la cara.
-Lo entiendo perfectamente... - se quedo en silencio y se dejo caer en la silla - ¿Cómo quieres morir? -El filtro de la ventana dejaba entrar los últimos rayos de sol alumbrando el angelical rostro de la pecosa.
-Debe ser algo silencioso... ¿Envenenamiento tal vez? -se quedo pensativa...
-¿Con veneno para cucarachas? - ella volteo a verlo y ambos se rieron...
-Con cualquier veneno... Solo me imagino que debe ser bello el cielo... Absolutamente dejare claro en mi testamento que quiero estar rodeada de flores en una hermosa pradera verde, donde el aire que la gente viva respire sea el mas puro y deberán leer la pag 73 de este maravilloso libro... ya he pensado en todo, hasta la música que quiero que suene cuando me lleven en mi caja de cristal... -La puerta fue abierta interrumpiendo la platica
-Catherine...-Llamo la mujer de mediana estatura, algo seria y triste. -Es hora de irnos -Se dirigió sin mas a la recepción.
-Lo siento, debo irme - Dijo poniéndose de pie, el oji-azul se incorporo en su silla.
-Catherine te queda bien... me llamo Samuel, pero puedes decirme Sam -Sonrio y extendió su mano, ella también con el propósito de estrecharla pero el la retiro antes de que ella pudiera tomarla. -Lenta... -Revoloteo los ojos molesta. -Hasta luego. -Inclino la cabeza y después se giro para encontrarse con una recepción vacia, ni la madre de Samuel ni la de ella se encontraban ahí.
-¿Dónde se fueron? -Sam dio un brinco y ambos caminaron para observar más adelante... -No había rastro de ellas, como si hubieran leeido la mente el uno del otro, comenzaron a adentrarse en el hospital buscando a sus madres o algún rastro de ellas. Se detuvieron en el ultimo pasillo del primer piso, escucharon pasos acercándose, se escondieron tras un muro. Un joven hombre totalmente blanco de cabello largo y gafas obscuras caminaba despreocupado pero sin perder la postura, se detuvo al final contemplando la pared celeste por unos instantes y después mirando hacia los lados y hacia atrás asegurándose que nadie lo veía, se quito las gafas y mientras su visión laser le daba paso a un pasillo secreto los pequeños observaban asombrados.
-¡Debe ser Mark Island! -Grito Catherine cuando este estaba apunto de traspasar. Sam le tapo la boca instantáneamente y cerro los ojos esperando que el no hubiese escuchado nada.

El príncipe de NebraskaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora