La torre oscura

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Aquel pueblo era... ¡horrible! Tosco, primitivo, incluso diría que gris. Por eso mismo me resultó maravilloso. Mis amigos de la ciudad se morirían en un lugar como aquel. Me parecía haber entrado en otra época, en otro siglo.

Pregunté a una persona que vi en la calle dónde podría alojarme. Y mirándome con cierto desdén me respondió:

-Aquí no hay hoteles.

Y se fue, sin más. "Tendría prisa el hombre", pensé. Aparqué el coche y comencé a caminar por aquellas angostas calles. Me preocupaba no tener un sitio donde quedarme por la noche. Frente a mí pasó caminando una señora que ni siquiera levantó la cabeza para mirarme. La detuve y volví a hacerle la misma pregunta: "dónde alojarme". Y prácticamente me dio similar respuesta que la del hombre anterior. Por eso, insistí:

-¡Debe de haber un sitio donde pueda pasar la noche!

Ahora la señora levantó la cabeza, y me miró de arriba abajo antes de responderme. "Lo típico de los pueblos, cuando ven a alguien que no conocen, parece que te desnudan con la mirada", pensé mientras me dejé observar sin decir nada al respecto. Finalmente, la señora añadió:

-Hay una casa, la de Nicolás. Él tiene habitaciones. Ve a la plaza, su vivienda está en ella, la más cercana a la fuente.

No tuve opción de que me dijera nada más, volvió a bajar la cabeza y continuó su camino. Pero aquello era todo lo que necesitaba. Intuí que la plaza estaría en el centro del pueblo, y me adentré entre las calles, en dirección hacia lo que intuía sería el centro. Me gustaba caminar en lugares desconocidos.

Mientras caminaba me di cuenta de que todas las casas me parecían iguales, no había nada que me llamara la atención. Al cabo de unos minutos comencé a preguntarme si merecía la pena quedarme allí. Fue entonces cuando la calle por la que iba finalizó y se abrió, ante mí, la plaza del pueblo. Y efectivamente en ella había una fuente, en el centro de la misma. Era la zona más amplia del pueblo que hasta el momento había visto.

Allí estaba el ayuntamiento, un bar, una tienda, que en realidad era una casa más convertida en tal. Entonces me surgió una importante duda. "¿Cómo saber cuál era la casa de ese Nicolás, si la fuente estaba en medio de la plaza?". Observé todas las casas alrededor, y en ninguna decía nada sobre alojamiento. Entonces me percaté que en realidad la fuente no estaba totalmente en el centro, sino que la plaza tenía cierta forma elíptica y, efectivamente, la fuente estaba ligeramente desplazada hacia un lado. "¡Qué control el de la señora! Si este pueblo me va a gustar", pensé con cierta ironía.

Me dirigí pues a la casa más próxima a la fuente y llamé a la puerta. Dos veces. Cuando me disponía a llamar por tercera vez salió un hombre de unos cincuenta y tantos años. No le dejé hablar, le pregunté si tenía una habitación para pasar la noche. El hombre pareció no entenderme, porque tardó en reaccionar. Insistí, y entonces me respondió:

-Sí, la planta de arriba la tenía para hospedaje. De eso hace mucho ya.

Me dio un poco de "mal rollo" sus palabras. Pero entró en la casa y me hizo una señal de que le siguiera. La vivienda era un poco peculiar, con el suelo de cemento. Subimos por una escalera y me llevó a una habitación. Abrió la ventana para que entrara más luz. La pude ver bien, efectivamente parecía que no había entrado allí nadie en bastante tiempo, pero estaba limpia. Toqué la cama, el colchón era blando, pero no como para quejarme.

-Me quedo un par de días -le respondí.

Asintió con un gesto, casi un gruñido, diría. Y no me dijo nada más. Salió de la habitación y yo fui tras él. No me pidió documentación, ni me indicó el precio por la estancia. Me señaló algo al final del pasillo, con el brazo extendido. Era el baño. Entré en él, estaba igualmente limpio. Le pregunté por una llave de la casa, y lacónicamente me dijo que él siempre estaba allí. "No hay otra opción", pensé, así que no añadí media palabra más.

Me dirigí hacia el coche para coger la pequeña maleta que había traído conmigo. Mientras caminaba vi, a lo lejos, un cerro, retirado del pueblo. Sobre el mismo había un castillo, que parecía bien conservado, al menos no derruido, si bien había bastante vegetación, poco cuidada, rodeándolo. Me asombró que allí, en aquel pueblucho, hubiera algo interesante de ver. Me quedé unos instantes observando aquel castillo. En él destacaba una torre sobre el resto de la construcción. Sería una torre defensiva, pues apenas había ventanas en ella. Curiosamente una nube gris, de las pocas que había en el cielo, se situó sobre la torre. La lejanía, quizás también el propio aspecto del pueblo, hizo que también aquel castillo me pareciera apagado y gris. Y aquella nube, situándose en el horizonte tras la torre, le daba a la misma un cierto aspecto tétrico. Entonces la mente se me iluminó, y en voz alta, exclamé:

-¡La torre oscura!

Sí, así la llamaría. Ya me estaba empezando a gustar aquello. Aceleré el paso, con la idea de acercarme, antes de que entrara la noche, a aquel castillo, y observar de cerca "la torre oscura".

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Espero que os este gustando la historia, porfa comentad los capítulos

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