Capítulo 32

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Mi intención no era dormir con él, pero terminé haciéndolo antes de que me diera cuenta. Cuando volví a abrir los ojos noté cómo la tonalidad del cielo se había tornado más oscura. Me alcé solo un poco para tomar el celular y revisar la hora: cinco de la tarde.

Caí de nuevo sobre la almohada, con el teléfono en las manos para revisar mensajes o alguna noticia en lo que Moon-jae se dignaba a despertar. Su cuerpo apuntaba en mi dirección, pero entre nosotros sobraba un espacio considerable.

Analicé su rostro por unos cuantos segundos. No parecía calmado o agotado como en otras ocasiones, sino intranquilo. Siendo esta una expresión nueva para mí, abrí la cámara del celular y lo fotografié en silencio, muy de cerca. Me temblaron las manos mientras lo hacía porque tenía miedo de que abriera los ojos de repente y se topase con mi dispositivo a solo centímetros de su cara, apuntándole con obviedad.

Una vez que me sentí satisfecho con las fotos, volví a mi postura original, mirando hacia el techo. Mis párpados aún pesaban y mi estómago se encontraba revuelto por el alcohol de la noche anterior. Mi cuerpo aún quería dormir, así que le obedecí con el fin de sentirme mejor.

Cerré los ojos de nuevo por aproximadamente una hora. Durante ese lapso soñé con nieve roja cayendo por toda la ciudad. Estaba fascinado por aquel fenómeno, viéndolo todo desde el balcón. Moon-jae también estaba ahí y veía los copos carmesíes con su seriedad habitual. Ninguno de los dos parecía asustado o extrañado, más bien, nos comportábamos como si la nieve de ese color fuera tan normal como la blanca.

Todo aquel sueño hubiese sido extraño, pero tranquilizador si tan solo Moon no me hubiese despertado. Y no es que me hubiese movido por el hombro o dicho mi nombre, fue más bien su brusco movimiento y sus pesadas exhalaciones.

Con los ojos aún entrecerrados, vi cómo se llevó una mano a la frente y flexionó las rodillas hacia arriba. Sudaba, tenía los ojos más que abiertos, sus piernas no dejaban de temblar. Mientras recobraba el aire, le empezaron a brotar lágrimas. En cuanto lo noté, me alcé tan rápido como pude.

—Oye... —Extendí el brazo para rodearlo por la espalda.

Dio un manotazo al aire para apartarme.

—Estoy bien —se secó las lágrimas con violencia—, solo fue una estúpida pesadilla.

Era la primera vez que le veía reaccionar de esa manera por un mal sueño. Es más, ni siquiera pensé que él los tuviera. Pregunté si quería hablar de eso, pero se negó argumentando que nada más había sido una mala jugada de su mente.

Le sugerí que durmiera de nuevo y también se rehusó. No quería hacerlo hasta que volviera a sentirse tranquilo. Se pasó el cabello tras las orejas y se levantó de la cama, ignorándome. Lo seguí con la vista hasta la cocina, sin decir nada. Se sirvió un vaso con agua; lo bebió con dificultad entre sus temblores.

Se recargó junto a su nevera, volvió a sobarse la frente. Apretó los párpados, murmuró algo inentendible.

—Deja de verme —elevó la voz. Conectó sus ojos con los míos—. Es normal tener un mal sueño.

Entre más me lo decía, menos le creía. Algo no andaba bien y eso me preocupaba. Por desgracia, Moon no se hallaba dispuesto a hablar, por ese motivo me ahorré de nuevo las preguntas con la esperanza de tener pronto una oportunidad para hacérselas.

Como no quería que me botara de su apartamento por mi insistencia de saber sobre temas delicados, pensé en una forma efectiva para que ambos pudiéramos distraernos. Esto no solo ahuyentaría temporalmente mi curiosidad, sino también sus desconocidos problemas.

—Hay que salir —dije luego de que pasaron un par de callados minutos—. Siempre estamos aquí.

Moon-jae solo salía de su apartamento para lavar la ropa, hacer compras en calles cercanas e ir a trabajar. No paseaba ni siquiera por el parque frente a nuestro edificio, donde últimamente los niños amarillos jugaban con la nieve sin parar.

El balcón vecino [GAY-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora