Capítulo III

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Es viernes. Harry regresa a la oficina después de dejar la casa de Malfoy y luego sale de allí una hora antes, rechaza una invitación a cenar con Ron y Hermione y en su lugar, se dirige al Tesco (*). Luego se va a casa y en la cocina, empieza con un complicado plato francés que siempre le había gustado hacer de niño, y que, como regalo extra, su tío Vernon había aborrecido con pasión. No puede recordar cómo se llama, pero sabe bien: pollo, vino, cebolla, ajo, y el acto de combinarlos en la sartén, le ayuda a sacudirse el estado de ánimo oscuro que le había estado carcomiendo toda la tarde.

Así que Malfoy es un cabrón desagradable que prefiere la compañía de cualquiera a la de Harry; ¿acaso así no había sido siempre? Eso nunca le ha importado a Harry antes, y entonces se va a dormir con el estómago lleno y la firme convicción de que esta vez tampoco le importa. No le importa.

El sábado se despierta temprano, refrescado e inquieto, y se encuentra a sí mismo sin saber qué hacer hasta la reunión mensual que sus amigos están teniendo esa noche en el pub. Harry se compra un helado para el desayuno, va a trabajar, saca los registros de Malfoy de su cubículo y los lleva a casa.

Se hace evidente, a medida que el día avanza frente al sillón donde Harry está sentado hojeando estos registros, que Malfoy, a los 25 años, ya ha vivido una gran vida. Hay registros de viajes que Malfoy ha hecho para investigar, o para recuperar artefactos para el museo, tan dolorosamente meticulosos como lo demás. Ha estado en las afueras de Australia, en las estepas de Rusia, en Estados Unidos, la Amazonía, la sabana... Ha estado en la mayoría de las principales ciudades que Harry puede pensar, Atenas, Roma, Mumbai, Sídney, El Cairo, Hong Kong, Moscú y Bogotá. Son sólo pequeños viajes, todos ellos, nunca más de unos días, nunca lo suficiente para absorber la cultura, comer la comida, hablar con los lugareños... Pero aun así ha estado allí. Se ha ido de allí. Lo han visto por allí.

Harry nunca ha estado en ninguna parte, descontando unas vacaciones desastrosas en Aviñón con Ginny que terminó en lágrimas, quemaduras solares y silencios infelices. Es una de esas cosas que siempre ha querido hacer, viajar, pero entre una cosa y otra nunca logra encontrar el tiempo. Harry se da cuenta, con un poco de incomodidad, que en un pequeño lapsus, pensó en Gin como su esposa o siendo criado por personas que lo amen: cosas que sabe que no sucederán. Sueños que ha tenido que dejar ir.

Cierra los archivos, come sobras para cenar y sale directo al pub.

Está bien, durante la primera hora más o menos. Es divertido. Comienza con él, Ron y Seamus, como había sido desde siempre, cuando esta pequeña reunión mensual no había sido más que unos pocos viejos compañeros de clase tratando de alivianar un mes en la Academia de Aurores con bebida. Harry pide un Whiskey de Fuego, se entrega un poco a los chismes de oficina -Seamus, en particular, no puede dejar de hablar de eso- y grita en medio de risas una historia sobre Trent, su más nuevo Auror Junior, quien casi se hace en su ropa durante un asalto rutinario contra pixies.

Otros comienzan a llegar después de un tiempo, como siempre ha sido. Con los años, su noche mensual de liquidación en el Bawdy Bowtruckle se ha convertido en una reunión agradable, y la gente revolotea y sale del pub a medida que se les llega la hora. Es gente que conocieron en la escuela, sobre todo, algunos colegas de trabajo y amigos de amigos, y algunos rezagados que han llegado allí sólo por la disponibilidad de su tiempo y lugar de reunión.

Es lindo, Harry se dice a sí mismo. Lo es. Jamás se pierde sus noches tranquilas con Ron y Seamus, o a veces Ron, Hermione, Seamus y Dean.

Hermione aparece primero esta noche, después de haber dejado a Rose con Molly. A ella le sigue poco después Luna... Es bueno verla de nuevo, Harry se desliza en su puesto para hacer sitio para ella y su última novia, una chica llamada Vi con el pelo rosa y un piercing en la lengua. Piden otra ronda y Dean aparece, besando a Seamus mientras se acerca a una silla, y luego aparecen George y Angelina, y luego Neville y Ginny. Las cejas de Harry se elevan con sorpresa -ellos no vienen a menudo- pero Neville le da una sonrisa cautelosa e inquisitiva, y la pequeña ola de nerviosismo de Ginny le rompe el corazón a Harry. Tal vez el encuentro con Malfoy de alguna manera, rompió un poco la incomodidad. No sería la cosa más extraña que Harry haya tenido que ver, haciendo ese trabajo (el ganador de ese concurso, ahora y probablemente para siempre, siguen siendo los "troll bogies" (**)).

Lo que fingimos no poder ver [ Drarry ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora