2. Segundo capítulo

18 2 0
                                    

HAYDEN

Un insistente dolor me despierta, el dolor que sentía cuando estaba atrapado en el accidente no se logra comparar, siento que cada parte de mi cuerpo está rota, ¿me habrán colocado analgésicos? ¿Su efecto habrá pasado? Oh, caigo en cuenta... analgésicos, accidente, ambulancia, no. No. Abro los ojos y mi mayor pesadilla comienza, estoy en una habitación fría, toda blanca, me encuentro en una cama, muchos aparatos alrededor de mí, por favor no, que todo sea un mal sueño.

Escudriño mis alrededores, todo se ve tan real, mi pulso se acelera, mi respiración se dificulta, no puedo con tanto, hay una puerta de vidrio al frente de mí, pasa una mujer con ropa quirúrgica color blanco, todo lo que faltaba para que el pánico y el desastre se desaten tanto en mi interior como en los alrededores.

La habitación se vuelve un caos, mi visión se nubla, las maquinas empiezan a chillar, no ayudando para nada mi situación, personas entran apresurados en mi espacio, dándose cuenta que estoy despierto y que mi pecho sube y baja a un ritmo peligrosamente rápido.

Mis manos se sienten sudorosas y mi frente igual, el aliento me falta, el dolor de mis extremidades desaparece, en vez de eso las siento entumecidas, quiero vomitar, siento una presión en la garganta que no me permite estar tranquilo, las maquinas empiezan a chillar más fuerte y más rápido, empiezo a temblar.

—El paciente está presentando taquicardia, parece que está teniendo un ataque de pánico. —Dice uno.

¿Estoy teniendo un ataque de pánico? ¿Por qué hablan de mí como si no me encontrara aquí escuchándolos? ¿Me estoy muriendo?

Siguen hablando como si no estuviese aquí, utilizan términos que no entiendo, me inyectan algo que hace que poco a poco me calme. Me siento exhausto. Ya no siento todo lo que sentía, pero sigue sin gustarme el estar en un hospital.

—¿Se encuentra bien? ¿Cómo se siente? —Me habla muy de cerca un hombre de pelo negro canoso. Cuando no le respondo insiste con sus preguntas, para mi desgracia. —¿Puede hablar?

¿Puedo hablar? No me lo había cuestionado, ¿por qué no podría hablar? ¿Me cortaron la lengua? Lo intento, con miedo a que así sea.

—¿Por qué no podría? —Mi voz suena rasposa y ronca, lo cual siento que deja oculto el tinte incriminatorio que trato de usar, aunque puede que sea para lo mejor.

—Muy bien, ahora, ¿podría mover los dedos para mí? ¿Los pies? Poco a poco.

Hago lo que me dice, todo con tal de que se vaya y me deje en paz, puedo mover mis manos sin problemas. Los pies me cuestan más tiempo, quien asumo es mi doctor tiene una cara de preocupación hasta que logro mover los dedos de mis pies.

—Perfecto. —Me apunta en los ojos con una linterna, y me hace muchas pruebas hasta que se aleja. —Eso es todo, me presento, soy su neurocirujano, me puede decir Doctor Gilmore.

¿A acaso los doctores no se presentan antes de las pruebas y no al final? Odio esta situación, odio a estas personas aún sin conocerlas.

Justamente entra una mujer morena en la habitación, usando ropa quirúrgica color gris y bata blanca. Cuando veo su cara me quedo pasmado, ella me sonríe, la misma sonrisa que me dedicaba en el bar, pero más dulce, menos provocativa. Más profesional, concluyo.

Eso es todo, estoy soñando. Mi mente me está jugando bromas pesadas, probablemente todavía este tirado en el acantilado y me encuentro teniendo lucidas alucinaciones.

"¿Eso tendría sentido?" Me cuestiono.

—Buenos días, ¿Cómo se siente? —Me dice, dirigiendo su mirada a mí. — ¿Qué tal están los reflejos, Gilmore?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 25, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

NOSOCOMEFOBIA |  ¿Enamorado de mi mayor miedo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora