El trato de Orfeo

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"...la nave en la que regresaron de Creta Teseo y los jóvenes atenienses tenía treinta remos, y en Atenas se conservaba desde la época de Demetrio, remplazando las tablas estropeadas por otras nuevas y más resistentes, de modo que se había convertido entre los filósofos en un ejemplo de la identidad de las cosas que crecen; algunos decían que la nave seguía siendo la misma, mientras que otros aseguraban que no lo era." - La Paradoja de Teseo

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La audiencia de conclusión del caso de Ismael Morgott había terminado, y Daisy O'Brian se preguntaba si podía haberle ido peor. 500 vampipesos, una manilla y además Isadora Rasmussen otra vez pegada a su espalda. Si no fuera vampira, tendría ganas de matarme, pensó Daisy.

Pero Mirco se volteó de golpe y se acercó al escritorio del juez. Apoyó ambas manos sobre la superficie con tanta vehemencia que el juez se echó para atrás.

- Señor juez, yo quiero apelar la condena.

Todos en la sala voltearon a mirarlo: los agentes de la Guardia Vampira lo observaron con interés distante, Catalina Vladimoff hizo mil caras y Zaira buscó con la mirada a Daisy. Qué le pasa, parecían preguntarle los ojos verdes de su amiga. Pero Daisy no tenía idea: sólo sabía que, en efecto, las cosas sí podían empeorar. ¡Tengo que aprender a dejar de tentar al destino!

- Señor Vladimoff, por Drácula – respondió el juez con frustración - le dimos una condena excepcionalmente liviana, tanto a usted como a la señorita. Déjeme recordarle que, como acabo de decir, Daisy O'Brian es reincidente, y si no fuera porque este tribunal tiene sed – digo, si no fuera porque este tribunal tiene integridad y compasión, la conducta de su...amiga tendría un castigo infinitamente más severo.

Mirco, sin embargo, no se retiró del escritorio.

- Yo sé, yo sé. Pero...pero es que yo creo que no deberíamos cumplir nuestra condena de esa forma. Es una invitación a que nos metamos en más problemas.

- Señor Vladimoff, ¿qué está insinuando? Yo le recomiendo que no ponga al Concejo en su contra.

- Mirco – le dijo Daisy entre dientes – nos vas a meter en más problemas.

Pero Mirco la ignoró.
- Bueno, y si... ¿si acordamos una multa más alta, con servicio social comunitario además?

- Mirco...

- Nos comprometemos al doble de la multa cada uno, más servicio social, si reconsideran lo de la manilla para ambos y lo del agente para Daisy.

- ¡Mir-co!

Nadie le puso atención a Daisy. Al contrario, el ofrecimiento de Mirco causó un murmullo suave en la sala. Hasta Isadora se acercó a ver qué pasa.

El juez se llevó una mano a la barbilla y los miró tan fijamente que Daisy tuvo que resistir el impulso de cerrar los ojos y decir 'mente en blanco'. Si el juez pudiera leer mentes, hace rato estaríamos en peores problemas. No pasa nada si nos mira así...espero.

Después de cinco tensos minutos, el juez puso ambas manos sobre el escritorio.
- Bueno señor Vladimoff. Plantéenos su propuesta.

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- Yo no entiendo por qué no pudiste dejar las cosas como estaban Mirco. En serio.

Daisy, abatida, se dejó caer sobre el sofá de los Vladimoff sin mucho cuidado. No se había terminado de acomodar cuando un taconeo furioso la puso a jugar a la estatua.

Chica Vampiro: Daisy y La Paradoja de TeseoWhere stories live. Discover now