Mírame

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—Todos lo dicen... —podía escuchar con claridad lo que sucedía a su alrededor. Los rumores en murmullos y las risas cómplices al fondo eran parte de su día a día— algunos aseguran haberlo visto junto a un hombre mayor.

—¿Sale con hombres casados?

Zenitsu frunció el ceño desviando la mirada al lado contrario, justo al cielo a través del cristal a su costado.

Mirar hacia la ventana era extremadamente agobiante. Asistir a clases, mantener una rutina, suprimir sus sentimientos, todo era molesto y frustrante. En especial mantener una apariencia, una tranquila respetuosa que mantenía la mirada distante aún con tantas voces juzgándolo alrededor. No era genial, no era divertido, no le entusiasmaba en absoluto tener que asistir a la escuela.

Lo único que quería era salir de ese martirio para ver a Uzui. Era la única persona que le importaba en la Tierra y la única a quien quería agradarle en todos los aspectos. Podían haber tantas inseguridades dentro de él que eran olvidadas cuando estaba a su lado. Solo él lo hacía sentir completo, intacto, con la dignidad sobresaliendo por sus poros, por lo que era inevitable no comunicarse con Uzui. Cuando mandaba un mensaje y el otro lo recibía, la felicidad rebosaba de su cuerpo. El hombre de cabellos plateados era lo único que necesitaba para seguir luchando con las circunstancias que vivía.

Así que cada vez que se encontraban, el pecho de Zenitsu latía descontrolado y el revoltijo en su estómago terminaba enloqueciendo su consciencia. En especial cuando esos ojos lo miraban con detenimiento, estrujando sus secretos y expresiones, buscando una pizca de incertidumbre para revertirla.

Porque Tengen no estaba dispuesto a torcer su brazo para dejar ir al rubio después de habérselo ganado. Lo necesitaba y lo sabía, aunque no lo demostrara, el único cuerpo que lo hacía explotar era ese juvenil con su brutal atrevimiento. Haría lo que fuera necesario para mantenerlo a su lado.

Lo que fuera... Le había dicho a Zenitsu, pero ahora no tenía tiempo para verlo, llevaba días que no se veían. El mayor podía manejarlo, pero el rubio no, era inseguro y temeroso, demasiado orgulloso para darle su espacio a Uzui.

Zenitsu pegó su espalda contra el muro sujetando con fuerza el teléfono en su oído, escucho dos pitidos eternos antes de que la llamada entrara.

—Por fin me contestas —refunfuñó, ganándose una risa con esa voz profunda que erizaba sus vellos al sentirlo tan cerca de su oreja.

—Estoy ocupado, inventé que es Makio y que la llamada es urgente.

Si escucharlo lo hacía completamente feliz,  oir ese nombre lo desquiciaba de a poco, nada que respirar profundo no pudiera arreglar.

—Tuviste que cubrirme con esa mujer, habían más opciones.

—Era la más susceptible, nadie puede prohibirle hablar a alguien con su esposa.

—Como sea —arrebató— Hoy quiero verte, ¿Puedes?

El contrario demoró en contestar, impacientando al chico que comenzaba a mirar que nadie estuviera cerca para escuchar su conversación.

—Hoy no puedo cariño, veámonos otro día. El que tú quieras.

—Llevas diciendo eso hace cuatro días, nunca puedes. —Su voz sonó quejumbrosa.

—Vamos, no te molestes, te mandaré un mensaje cuando pueda hablar.

—Nunca puedes —volvió a repetir en un suspiro, sintiendo su buen humor resbalarse de sus manos.

—Mira, voy a intentar verte hoy, solo debo... —con solo escuchar eso, una sonrisa se asomó por la comisura de sus labios, aunque al otro lado de la línea las palabras de un tercero se distorsionaban, sujetó el celular esperanzado— eh... Lo siento, yo te llamo, debo colgar.

Cariño [Uzuzen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora