Fantasmas en la carretera

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Me llamo Luis, tengo 36 años soy chofer de profesión. Pasé desde chico por remises, viajes privados, escolares, hasta hice viajes de cancha y política. Siempre de larga distancia. Pero sin salirme del eje de esta historia, les quiero contar lo que me pasó una noche cuando trabajaba para una importante empresa de viajes de egresados.

En el año 2014, en uno de esos viajes a Bariloche, me sucedió algo que me cambió la vida. Con mi compañero teníamos todo calculado. La parada para comer, horarios de llegada, los paradores en cada localidad, y lo que generó este episodio fueron los relevos. Se trata de los lugares que se eligen en consideración de la pareja de choferes. Siempre se tiene en cuenta el gusto de cada uno, por eso yo era el encargado de manejar de noche. Me gustaba mucho, hasta ese día…

Llegamos a la localidad de Picún Leufú, ruta 237, eran alrededor de las 12 de la noche cuando mi compañero me despierta. Después de cambiarme y tomar un par de mates, nos tiramos al costado de la ruta donde mi compañero siempre se quedaba un rato sentado al lado mío.

Antes de volver a salir a la ruta, procedimos con lo que se llama en la jerga “la vuelta del perro”, que consiste en dar una vuelta alrededor del micro para observar que esté todo en condiciones. Se revisan las ruedas y luces, posibles rayones que el compañero no haya avisado…, todo esto por dos razones: una, por seguridad propia y de los pasajeros, y la otra para activar los sentidos antes de agarrar el volante.

Fue en ese momento que sucedió lo que les voy a relatar paso a paso:

Me encontraba caminando contra el micro, había viento, hacía frío, y me dieron ganas de orinar. Me voy a la cola del micro, abro la tapa del motor para que no se vea tan fácil lo que hacía… cuando termino, veo que al costado de la ruta, detrás de una vieja garita de pueblo, sale una forma negra como humana. Flaca, alta, como de 2 metros. Completamente negra. Se podían apreciar rasgos humanos. Brazos y piernas, pero los brazos más largos que los de una persona normal. Sólo que caminaba lentamente, como acechándome, como esperando que corra o algo así. No tenía cara ni ojos, ni dedos, era toda negra, y lo que sí se notaba era una especie de movimiento de la parte superior cómo se me mirará fijamente…

Me quedé helado. Asustado, como si me temblaran las piernas. Esa cosa con una forma extraña me daba a entender que me tenía que ir, que ese era su lugar. No me habló, pero lo entendí.

No me podía mover, estaba enmudecido, no dejaba de mirarlo en ningún momento. Esta cosa empezó a caminar al costado de la ruta en sentido contrario al nuestro, siempre con ese movimiento como de cámara lenta.

Cuando se alejó unos metros de mí me animé a dar vuelta la cara a la trompa del micro, para ver si mi compañero estaba observando, y veo que el se encontraba orinando contra la rueda de adelante del micro. Intenté hablarle y no pude. No me salían las palabras. Me doy vuelta para ver por dónde iba a esta cosa e inentendiblemente en ese movimiento que hice al mirar a mi compañero y volver la vista a eso, ya estaba muy lejos, como a 300 metros.

Voy corriendo muy asustado hacia adelante para preguntarle a mi compañero si habia visto algo, y me contesto que el vio algo o alguien parado al lado mio todo el tiempo. Que pensó que era otra persona que estaba charlando conmigo. Le conté lo que sucedió y no me creyó. Me dijo que era imposible porque el vio que esa cosa estuvo todo el tiempo al lado mío. Inclusive, me contó que esa persona estuvo al lado mío orinando junto a mi.

Algo que a mi entender nunca pasó. Yo vi claramente a esa cosa salir detrás de la garita. Esa noche fue muy larga, tuve mucho miedo. Me sentía observado todo el tiempo, como si algo, o alguien, estuviera conmigo en la cabina mientras todos dormían, incluyendo mi compañero.

A partir de ese día jamás volví a ser el mismo. Esa cosa que yo sentía observarme decidió acompañarme en cada viaje que hice. No podía descansar, ni dormir. Empecé a bajar de peso, me ponía triste de la nada, tenía pensamientos horribles en la cabeza con cosas que le pasaban a mi hijo, o algún familiar querido.

Todo fue en caída libre. No quería viajar, salía de mi casa y me ponía triste hasta el punto de pensar en renunciar y dedicarme a otra cosa. Pero amaba mi trabajo, hasta esa noche. Lo que me encontré esa noche estaba siempre cerca, sabía que estaba ahí, al lado mío. Me acechaba, le gustaba verme mal.

Un día, luego de varios viajes de sufrir estos ataques poderosos decidí que lo mejor era irme. Dejar ese trabajo soñado, inclusive por mí, y renuncie. Me fui. Al dejar mi trabajo me vinieron algunas preocupaciones, pero por otro lado era feliz, o por lo menos eso creía. Estaba muy equivocado.

Al año y medio me sale un trabajo de chofer, pero de la urbana, como la llaman. Chofer de colectivos. Me dije a mí mismo: Zona urbana. Mucha gente. Nada me puede pasar. No estoy solo ni aislado ningún momento. Pero la realidad fue otra.

Llevo casi 7 meses en esta nueva empresa. Los turnos son cortos, la paga es buena, y estar de vuelta en actividades haciendo lo que me gusta me hizo muy bien. Hasta que una noche al terminar mi jornada laboral, lo vi.

Estaba volviendo “cortado” a la empresa, qué significa que se terminó el turno y el colectivo vuelve el galpón de la empresa. Vacío y con las luces apagadas. No fue una, fueron muchas veces.

Lo veo sentado en la última fila doble, y cuando no observo por el mismo miedo para no volver nervioso al galpón…. “eso”, se para. Camina por el colectivo vacío. Se mueve, pero cuando lo observó desaparece. Consigue hacerme mal…

Una de las noches tomó el volante y los giró repentinamente… casi me mato.

Estoy temblando de miedo. Estos últimos meses fueron así. Me cuesta mucho terminar mi trabajo sabiendo que al final termino aterrado. No hay una sola noche que no aparezca. Varias veces creí que no iba a aparecer, que se había terminado. Cansado de asustarme o que había encontrado a otra persona para molestar, pero cuando me iba de la empresa a casa en mi auto, de repente se me erizaban los pelos de todo el cuerpo… sin observar, sabía que estaba en el auto conmigo.

Y de nuevo me ponía mal. Completamente aterrorizado.

Una noche mi madre, que vive en la casa de adelante, salió a abrirme el portón. Y cuando baje para saludarla, me preguntó con quién venía… me hizo bromas pensando que yo había llevado una chica casa, pero yo sabía muy bien lo que vio.

La llevé al auto y no podía entender que no había nadie, ya que ella aseguro haber visto a alguien sentado al lado mío. Esa cosa siempre cerca, tratando de que yo jamás me sienta bien y feliz. Hay muchas situaciones de estas características que no les cuento para no hacer tan larga la historia…

Lo que a mí me pasa es que me vigilan los muertos… no sé por qué. No sé si es un don o un castigo. Ahora me susurra. Me dice que haga cosas. Siempre malas. La última frase la dijo ayer en un sueño fue:

“Una daga clavada en la lengua, y un corazón para comunicarse con nosotros.”

Sueño con ellos. Me llevan a un lugar extraño, un lugar frío. Un purgatorio. Campos muy oscuros y desolados. Me vigilan los muertos y me siento uno de ellos. 

Me dijeron que tenía que contarlo… para que empezaran a seguir a otro.

Gracias por escuchar mi historia.

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