"El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella."
-Edgar Allan Poe.
21 de diciembre 2018
La nieve caía cruelmente sobre las ventanillas de la casa rodante y una melodía alegre contrastaba con el frío ambiente del exterior. Ilze iba distraída leyendo las anotaciones que le había hecho su tutora de la tesis. Le quedaba muchísimo tiempo para acabarla, pero su lado perfeccionista solo la retrasaba cada vez que daba un paso. Había elegido un tema un poco complicado, pero a ella le gustaban los desafíos y sabía que hablar sobre Asinis sería algo que disfrutaría al hacer la tesis.
Afortunadamente las vacaciones habían llegado y sus amigos habían decidido que finalmente era momento de emprender ese viaje que venían planeando hacía años. Con el paso de los años había llegado a creer que nunca cumplirían esa promesa infantil de viajar por el país en una casa rodante. Sin embargo, sus amigos decidieron que era momento de emprender ese viaje. Ilze sospechaba que necesitaban un descanso, la mayoría estaba preparando tesis y el resto estaba siendo agobiado por el trabajo.
-¿No deberías tomarte un descanso de eso? -Inquirió Valdis acercándole una taza de café. Se enrojeció antes de dejar su cuaderno a un lado y aceptar la bebida-. Vine en busca de refugio -susurró sentándose a su lado-. Anna y Tseri están muy cariñosas mientras Aivars y Andris están en su clásica discusión de fútbol.
Valdis rodó sus ojos grisáceos con una sonrisa e Ilze sintió que se le revolvía el estómago. Llevaba años enamorada de Valdis y cada vez que se le acercaba se sentía la mujer más torpe del mundo. Eran buenos amigos, pero siempre se había sentido un poco intimidada por él, un poco más en ese momento que él se encontraba tan cerca de ella y dándole toda su atención. Llevaba su cabello castaño bastante corto a los lados y con el flequillo hacia arriba o hacia un lado dependiendo el día. Le llevaba casi dos cabezas y realmente disfrutaba cuando se inclinaba para hablarme. Valdis trabajaba en la empresa de su padre desde que estaba acabando su carrera universitaria, así que no solo tenía un título, sino que también tenía un trabajo estable. Era el más maduro del grupo y tenía una personalidad bastante descarada, pero tenía sus momentos tiernos en los que conseguía derretirla. Valdis era cariñoso y siempre tenía algún detalle con todos ellos demostrando su afecto.
-Creí que ayer había acabado esa discusión -murmuró dando un sorbo a su café y sonrió por el sabor. Extrañamente Valdis era el único que podía hacer el café totalmente a su gusto-. Más tarde le llamaré a mi tutora para hacer un par de consultas -dijo al mismo tiempo que el castaño tomaba el cuaderno y leía las anotaciones. Ilze sintió vergüenza por su caligrafía desprolija y fea, nunca había tenido una bonita letra-. Es un borrador -se excusó con rapidez haciendo a Valdis sonreír.
-Siempre me aclaras lo mismo como si fuera a regañarte -observó quitándose el flequillo del rostro-. Aún no entiendo por qué elegiste Asinis.
-Sabes que amo las cosas complicadas. -Ilze observó su perfil con anhelo, pero mucho más su cabello; sentía deseos de acariciarlo, se veía tan suave-. Además, me gusta saber que consigo las cosas porque trabajé para que sea así y sé que tomar el camino fácil solo me haría pensar en que realmente no merezco mi título.
-Ay Ilze, a veces siento que no sabes descansar -murmuró recostándose en el respaldar del asiento y dejando caer la cabeza en el hombro de ella-. Estás de vacaciones, tómate un momento para disfrutarlo. Lo mereces.
Sonrió, ya que él no podía verla y bebió otro poco de su café mientras observaba al resto de sus amigos. Anna le llevaba un año, tenía su cabello negro azabache y unos ojos dorados que resultaban muy llamativos. Estaba acabando la carrera de medicina y siempre los aburría hablando sobre el cuerpo humano y plantas, tenía cierta fascinación hacia las plantas medicinales luego de que Tseriba, su novia, le regaló un libro sobre plantas medicinales. Anna trabajaba cocinando en el bar en el que Ilze era mesera. Siempre le sorprendía cuán excelente era su mejor amiga en cada disciplina que tratara; era excelente estudiante, excelente cocinera y una excelente arquera. Solían bromear sobre que Anna se había obsesionado demasiado con los libros de Los juegos del hambre y ella siempre lo negaba.
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#1. La maldición de Asinis #1.CiudadesMalditas
Mystery / ThrillerPRIMER LIBRO En el susurro de la noche renació el anhelo de persistir junto a un lejano graznido. En su tierra maldita se había hundido los vestigios de su maldad hasta que una curiosa voz femenina decidió traer los fantasmas del pasado de vuelta a...