El último hombre en guerra

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Muchos creen que no tengo personalidad y que únicamente copio a los demás. Encima ya no está de moda escribir versos, ahora está de moda el machismo y el sexismo. Antes se traficaba agua y alimentos, ahora en la actualidad solo trafican armas y sucio dinero. Las comedias parecen que nunca terminan y matar por comodidad es algo normal hoy en día. Que hayan batallas de vándalos y que feminicidios ocurran, es algo común para las noticias. Deberíamos cambiar nuestra forma de pensar, ya que si pensamos en nosotros, tendríamos que estar con el resto. Esta claro que nuestra persona y nuestras familias es lo primero, pero respetar a los otros no es cuestión de muerte.

Mis líneas y mi demanda son con la intención de mejorar, a las personas en su pensamiento y razón. Nos gusta criticar y desmotivar a los que están motivados, con tan solo demostrar falta de autoestima y envidia. Pero sabéis no me quejo con nunca perder, pues siempre gano o aprendo. Al billete y la moneda obvio que lo queremos, pero la vida es muy corta para pensar solo en eso. La plata es algo que provoca dolor y sangre, junto separaciones en donde se acabó el cuento y únicamente pierde el que no juega. En estas condiciones, solo el instinto de supervivencia puede prevalecer, y el único afán es encontrar algo que se pueda ingerir, incluida la carne humana.

Sería lógico, ya que en muchos campos de concentración la gente comía desde dedos hasta orejas. Anticipo que no me refiero a ningún caso en particular y, mucho menos, me erijo en juez de nada. Así, no puedo entender que unos hombres mantengan, en grupo, relaciones comestibles con una mujer prevaliéndose de la superioridad en número y en fuerza, utilizando la intimidación o cualquier tipo de coacción o engaño. La mujer siendo todavía una señorita, lo entendía mucho mejor que alguien menos crecido. La vida casi no comprende a los que frivolizan el hecho. He oído a personas decir que no se puede castigar con una pena mayor que la de un asesinato. La esperanza de alguien que haya sufrido un atropello tal en su casa, o en cualquier momento, no debe ser un camino de rosas. Para mí hay muchas maneras de matar.

La persuasión es la posesión presente del propio vivo y de la propia personalidad, donde la capacidad de vivir es buena sin tener a fondo el instante de la maniática angustia de quemar libros, aunque saben yo he intentado pasar esa alegría. Me gustaría no estar pendiente de lo que va a venir y disfrutar de cada momento. Pero no es fácil, yo estuve mirando la televisión cuando el país recibió otro presidente. Las elecciones tuvieron lugar un día raro: era festivo para un bando ya que acababa de ganar un doble mano. Así que la ciudad estaba parada y era fácil proyectar en sus calles vacías una atmósfera de profundo abatimiento. De hecho, las encuestas tenían mala cara, un poco de cansancio, la resaca de una de esas gripes enojosas y arregladas.

Hoy es más necesario que nunca un verdadero desconocido, loco y descentralizado pero orgánico en sus leyes, respecto al cual los actuales sean lo que hoy son las regiones para cada hogar. Pero hasta yo sé que mejor hubiera ganado alguien de buena manera, que era lo que muchos querían, sin importar que hubiese algo que no funcionase bien en el sistema. Este tipo, más allá de lo indecente de sus expresiones, de sus burdas maneras y de sus discursos simplistas, que son impresentables, constituye la expresión de una ruptura que no solo ocurre aquí, sino en el mundo entero. Existe una gran plebe que no está politizada: pienso en los blancos pobres, en los negros pobres, y creo que entre ellos ninguno ha pensado nunca políticamente.

Si me fijo en toda la cultura democrática en la que me reconozco, y en la que incluyo al viejo partido, daba por sentado que existía una ciudadanía politizada a la que había que convencer para obtener su voto. Ahora lo que ha aparecido es una amplia población que vive por debajo, o al margen, de cualquier tipo de comprensión de lo económico, de lo cultural y de lo público. Muchos han conseguido convencer a ese pensamiento que no está solo en la historia de que es su voz, mirándo el bienestar del trabajo y el pueblo sin importarles el militar corriente.

Estos humanos supieron dirigirse a esa pequeña a la que se había abandonado en una suerte de ciénaga. Así quedó y les dijo: yo soy como vosotros. Evidentemente estoy en contra de todo esto, pero lo que ha ocurrido no es una victoria. Es una transformación política mucho más grande y peligrosa que no se puede infravalorar. Existe una zona que no se siente representada en la depresión de los liberales, de las grandes familias conservadoras y del intervencionismo militar, ni siquiera del que encarnó hace cuatro años aquella que era todavía la maravilla de los que cuentan.

Confieso que cuando sacaron de nuevo en la campaña el asunto de las palabras nunca dichas que podían perjudicar a uno de los candidatos pensé que aquello se había convertido en una guerra. Yo soy, por mi edad y mi educación, alguien de principios del siglo XXI y sé, o creo saber, cuáles son los valores que defiendo y por lo que estoy dispuesto. Y no me dejo turbar por los cambios que se están produciendo, pero siempre me preocupa lo que se puede perder. Hoy los instrumentos con los que se libran las batallas están en la web, en las redes sociales, que es donde se está creando la opinión pública. Y en ese ámbito me encuentro como un combatiente que está fuera de lugar, que utiliza el arco y las flechas en un mundo donde ya solo sirven las pistolas y los fusiles.

Esa especie de pasado sin futuro. La idea de que puedes construir algo sin tener registro, de que hay un porvenir que puede ser diferente, que puedes cambiar el mundo. Frente a eso, lo que se impone hoy es que el venir se ha fundido. Ya no solo por aquella estúpida teoría, que quería explicar después del diluvio. Aun así yo sigo creyendo eso, que lo bueno se puede construir. Pesimista con razón y optimista la voluntad. Creo que eso puede ayudarnos a construir, crear algo distinto y dar sentido a nuestro presente. Yo he crecido con esa agua en la cabeza. Pero al mismo tiempo con ese desencanto que me daba la mentalidad, no me hubiera tocado haber vivido entonces una chistosa sociedad.

Fin

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