La Criatura

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Volando bajo la luz de la luna más llena, alimentándose de tus sueños y los míos, allí esta ella. Sus alas cristalinas, de un alucinante resplandor plateado eran indistinguibles del brillo de las estrellas, sus escoltas funcionaban como mecanismo de absorción y con ellas se alimentaba, su complexión la ayudaba a defenderse de las aves nocturnas que la acechaban en las frías noches. Era un ser sencillo y simple que iba a su nido apenas se asomaba el sol y Adoraba contemplar a los cazadores desde su nido en las mañanas invernales, era una criatura más vieja que el mismo tiempo, además solitaria e independiente de los demás animales, no pertenecía a la cadena alimenticia, parecía ser un error de Dios, un precioso error.

Una noche de las millones que había vivido decidió ver que tan lejos podía llegar con sus Enormes alerones ¿A dónde va­? Nadie lo sabe, ni ella misma. Al cabo de unas horas se encontraba tan lejos de casa que incluso el cielo le parecía distinto, pero ¿Por qué­?, ahora era de un extraño color rosa y había un gigante muerto en el horizonte al final de todo, al final del mundo. A pesar de ser tan antigua jamás había visto nada como eso, el gigante se hacía más grande y brillante conforme pasaba el tiempo y se posicionaba poco a poco sobre ella, estaba muy cansada y asustada como para continuar con su vuelo, y ya no podía alimentarse de los sueños de nadie, nadie estaba soñando ya. Entre el pánico y las pocas energías que tenía empezó a caer en picada, estrellándose contra el tejado una pequeña casa, la criatura preocupada y asustada intento volar nuevamente, pero sus alas que eran del tamaño de aquel techo de tejas anaranjadas estaban heridas. Un hombre salió de la pequeña casita, los alones de la bestia le habían robado la luz, aparte de que originó un ruido imposible de ignorar, aquel hombre corpulento se descompuso totalmente al ver semejante cosa sobre su techo, pero como se autoproclamaba el mejor cazador de la aldea se reincorporó de inmediato y se dispuso a llegar hasta ella.

Mientras tanto sobre el techo la criatura vio al cazador, no pudo evitar sentir aún más temor por su vida y desperdició las pocas energías que le quedaban tratando de alzar el vuelo nuevamente, en menos de lo que pudo jamás esperar el perseguidor ya estaba en el tejado con un largo y delgado cachivache en la mano derecha. Allí en ese momento que ninguno de los dos olvidaría los ojos color miel del hombre y Los enormes ojos grises de la criatura se encontraron por primera vez sintiéndose así conectados, unidos por algún lazo invisible que ninguno de los dos podía asimilar, dejar de mirarse era una imposibilidad en ese momento, la criatura se sintió en confianza con a aquel aldeano y levanto lo más alto que pudo su ala herida hasta que su dolor fuera descubierto por él, quien al percatarse susurró­: -Ya entiendo...- el hombre trato de levantar a la criatura y se sorprendió con lo liviana que era, su peso asimilaba con el de una hoja de papel.

Al bajar al suelo la criatura trato de soltarse de su agarre y en cuanto sus piernas tocaron el suave césped el cazador la tomó de una extremidad que parecía ser uno de sus brazos con unas maneras muy bruscas, la criatura asustada giró hacia sus ojos siendo atrapada por ellos nuevamente, sintiendo una seguridad que sentía genuina y el hombre murmuró: -Vamos a curarte, quédate un poco...- La criatura ante estas palabras bajó la guardia, de todas formas estaba muy cansada y se dejó arrastrar. Dentro de la casa del cazador era oscuro y húmedo, las paredes estaban llenas de animales disecados, en el piso de madera, había una alfombra hecha con la piel de un gran oso negro, la criatura sintió aversión, sintió que una vez conoció a toda la fauna que decoraba la casa de ese hombre, sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, se quedó tiesa y él al notar su incomodidad, trató de continuar tirándole y llevarla a su destino un diminuto cuarto al final de un negro pasillo donde la dejó "descansando" la criatura despertó más tarde esa noche con energías repuestas lista para volver a casa, más no pudo hacerlo en varias noches pues estaba cautiva en ese estrecho lugar, era lo mismo noche tras noche, de día estaba amilanada y durante las tinieblas daba vueltas entre sueños ajenos. Una tarde en la que ya comenzaba a desvanecerse vio la puerta abrirse y a su querido hombre entrar con un instrumento puntiagudo en sus manos. Cuando volvió en si misma se sentía con hambre e incompleta y esto hizo que la cabeza le empezara a dar vueltas y llegó a la conclusión de que era muy tarde ya, no podía salir de allí, había notado lo perjudicial que era la relación con el cazador cuando ya moría de hambre y pena, no se sentía capaz de hacer nada para recuperar sus alas y sus energías eran casi nulas, ya no tenía escoltas ¿cómo se supone que se alimentaría? ¿Cómo se movería? ¿Cómo volvería a su Hogar de ramas? ¿Cómo las recobraría? Aunque pareciera imposible tenía que recuperarlas, debía hacerlo, ya que sin ellas no era nada, no tenía nada, no sentía nada, solo era una figura humanoide sin propósito, un error absurdo, no podía permitirle eso, aun no era su momento y esa misma noche haría algo al respecto.

A deshora el hombre entro en el pequeño cuarto con agua y frutas, la cosa es que este no sabía la razón por la cual la bestia no comía nada, no comprendía como podía seguir viva si no ingería. Se acercó con tranquilidad a ella y no pudo si quiera imaginarse lo que pasaría después, la criatura le sacó los ojos. La cosa miró sus garras que estaban llenas de los fluidos rojos del aldeano, en ese momento sintió el comienzo del éxtasis que continuó con más ataques al hombre quien deseo jamás haberla encontrado, jamás haberle cortado las alas, jamás haberla retenido, jamás haberla amado.

La criatura se detuvo, había desperdiciado muchas energías, más no se arrepentía en lo absoluto. Fijó su mirada en aquella vieja puerta que por primera vez en diecisiete noches estaba abierta de par en par, esos ojos grisáceos se llenaron de un ansioso brillo, arrastrada por el hambre llegó hasta el comienzo de aquel pasillo y desde allí pudo ver sus escoltas sobre el fuego de la chimenea, colocadas cual trofeo, en ese momento las ventanas se desclausuraron dejando entrar la fuerte briza nocturna que logró estampar las alas contra la alfombra. La bestia no cabía en sí misma debido a aquel sentimiento de euforia, se recostó boca arriba sobre sus alas y deseó con todas sus fuerzas que se unieran a ella de nuevo, sin embargo, nada pasó no había manera de que volviera a ser la misma de antes, aun sin asimilarlo arrastro su ser y sus alerones hasta fuera de esa horrible casucha, solo deseaba sentir la luz de la luna como si su vida en vez de terminar comenzara.

Relatos De Ambas Caras De Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora