La última vez que Maximiliano de Sajonia vio a todos sus parientes reunidos fue en su lecho de muerte, una sencilla tarde de invierno aun con los rayos de sol colándose por las ventanas que permanecían cerradas para evitar que el calor se escapara de la habitación, su majestad permanecía recostado en su cama siendo rodeado por su descendencia quienes admiraban como su vida se escapaba, a la espera de unas palabras que pudieran cambiar el orden de la historia tras su ida.
La tos provoco que su cuerpo viejo y débil se agitara, los incompetentes médicos habían pegado un brinco en su sitio antes de moverse para atenderle. El rey recordaba con vergüenza la noche otoñal en que observo como Alberto su primogénito era atendido por las criadas que a su vez eran supervisadas por su esposa. Aquella vez había pensado que ese año era seguro que el aire frío se lo llevaría con él, una lastima sin duda, pero en cambio le dejaría el camino libre a su hermano Carlos para que este tomara el trono, pero Dios debía divertirse mucho viéndolo sufrir, porque era él quien estaba a punto de ser enterrado y su hijo enfermizo ocuparía su lugar como soberano inmediatamente después.
Observo a sus dos hijos, Alberto guardaba las pocas fuerzas que poseía en la silla que su madre había mandado instalar para él. Verlo en esa posición, con los hombros hundidos y una mirada de resignación rodeada por la pálida piel lo hacían cuestionarse que sería de su reino, temía que todo lo que había construido se viniera a bajo por la incompetencia de su hijo. Al mover su vista al frente vio junto a la chimenea encendida al tercer de sus hijos, con un porte que lograba imponer tan pronto entraba en una habitación, era el más apropiado para sustituirle, los hombres lo seguirían, sus enemigos le temerían y la familia estaría más segura bajo su mando. Lo habría proclamado el heredero desde hace tiempo si no fuera porque Andrea se presentó a sus aposentos lanzando maldiciones e improperios a todos los que se le atravesaban en el camino. La discusión había sido acalorada y no se había terminado aunque ordeno que se le encerrara en sus habitaciones sin el permiso para recibir visitas. Al final terminó cediendo a sus deseos de no remover la línea de sucesión cuando fue a verla cinco días después. "Si es el deseo de Dios que Alberto sea rey, permitirá que llegue vivo a ese día.".
Una caricia en su mano izquierda le había traído de regreso a su lamentable presente, su única hija, su princesa Alejandra había viajado dos días para acompañarlo en sus últimos días, se la pasaban juntos casi todo el día, asegurándose de que estuviera cómodo y escuchándole cuando la nostalgia le invadía y comenzaba a hablar sin parar hasta quedarse dormido. Hacia honor al nombre de su abuela con la belleza que había heredado de ella, dulce, delicada, atenta y sumisa, no pudo haber tenido una mejor hija, daba gracias a Dios que no hubiera salido con el carácter de su madre.
Hablando de la reina, Andrea entraba la habitación acompañada de dos sirvientes que traían consigo nuevos menjurjes medicinales. Padre e hijo recibieron su propia charola y fueron apoyados para que pudiera beberlos, Carlos entretuvo a la reina conversando lo más alejado de la familia, pero para cuando Maximiliano sintió la necesidad de separarlos al no saber que era lo que discutían su esposa se acerco a él para tomar asiento a su lado y pedirle que descansara. Los comentarios agridulces no tardaron en brotar entre ellos, provocando risas entre sus descendientes, el momento se volvió cálido y agradable, los pensamientos negativos se esfumaron y su majestad solo pudo agradecer a Dios por todo lo que tenía.
Todavía en la noche, después de que sus hijos se marcharan y su mujer despidiera a los sirvientes garantizando que ella lo cuidaría, el hombre se sentía tranquilo y en paz. Andrea siguió conversando con él y ambos recordaron el día que se conocieron y todos los momentos en que tuvieron que trabajar juntos para salir de un problema, breves anécdotas familiares y los disgustos también fueron comentados. Rosaura y sus dos hijos también salieron en la conversación, junto con la promesa forzada de la reina de que no los mataría tan pronto el no estuviera. Para su mala suerte, sus dos mujeres jamás pudieron llevarse bien y varias veces él había terminado en medio de las disputas, Andrea no se tranquilizo hasta que los envió a vivir en una residencia más alejada donde sus hijos no pudieran tener contacto.
Antes de que volviera a dormir recordó las palabras de su propia madre, decía que a todos los poseedores de sangre real Dios les concedía un deseo cuando morían. Cuando era joven aquellas fantasías le parecían absurdas y ridículas, pero en ese momento con el aire escapando de sus pulmones solo sentía la necesidad de intentarlo. Andrea ya no estaba a su lado, gritaba junto a la puerta exigiendo a los médicos que se apresuraran y le atendieran, fue en ese momento que supo cuál era su deseo. Su silueta fue lo último que vio antes de cerrar los ojos mientras sentía como se ahogaba y su corazón no dejaba de latir sin acelerarse hasta que en un momento paro y él ya no pudo decir nada, ni sentir nada.
No supo cuanto tiempo paso hasta que volvió a sentir su corazón palpitar y el aire entró en su cuerpo, sintió unas tremendas ganas de llorar y la voz que hasta hace poco parecía haberse extinguido se hizo presente con un fuerte grito. Tenía frío y hambre y sentía como le sujetaban de un pie, aun no habría lo ojos pero sentía que alguien lo alzaba y movía su cuerpo como si fuera un simple muñeco al que envolvían en un trapo áspero y apestoso. "Es un varón", escucho a una mujer mientras sentía que era pasado de mano en mano, una voz le habló tratando de tranquilizarlo, pero el no quería hacerlo, tenía frío y hambre y quería volver a su cama a lado de su familia. Las personas a su alrededor hablaban entre ellos, se atrevió entonces a abrir los ojos de nuevo y pudo ver a una mujer joven con el sudor en su rostro aun en noche de invierno, ella le miraba llorando con una pequeña sonrisa en su rostro, no sabía quien era, nunca la había visto antes. Pudo distinguir un hombre a lado observándolo como si no se creyera lo que veía, detrás de él un par de mujeres en harapos se movían recogiendo mantas del piso de tierra. Confundido levantó su mano para poder verla y efectivamente ahora era un bebe, había vuelto a nacer y lo recordaba todo. El deseo había funcionado.
ESTÁS LEYENDO
Las memorias de un rey
FantasyEl rey Maximiliano de Sajonia recibe un deseo en su lecho de muerte, conservar sus recuerdos es lo que más anhela hasta que el paso del tiempo le hace querer volver a recobrar su antigua vida. La buscada de aquellos que alguna vez fue su familia ser...