Unica Parte

868 72 46
                                    

Jim ingresó junto a Harvey en la enorme mansión donde el temido Pingüino residía. No había sido su primera opción recurrir a él, ni la segunda, y tampoco la tercera, pero había agotado ya todas sus otras opciones, así que allí estaba, enfundado en su típico traje, en la mansión del Pingüino, con este parado en frente suyo y brindándole una sonrisa cínica, pero con algo característico y que Jim no sabría describir, pero que era lo que hacía que fuese la sonrisa de Cobblepot. Aún así el detective respondió el gesto con otra sonrisa, de clara incomodidad. Harvey, en cambio, parecía expectante de la situación, y tal vez incluso disfrutaba un poco de la incomodidad de su compañero.

—Parece que el Pingüino no tiene suficiente dinero para pagarle a alguien para que limpie. —murmuró en broma Harvey, ante el feo olor que sintió al ingresar.

—Me alegra que vinieras, Jim. —dijo Oswald, ignorando el comentario del policía— Pasen, por favor. —pidió, dando media vuelta y dirigiéndose hacia su despacho, donde tomó asiento tras su escritorio, invitando a los dos detectives a sentarse en las sillas frente a este. —Ya sé porque vinieron —empezó a hablar Oswald, cuando apenas los otros se habían sentado—, así que solo les diré que no tengo nada que ver, y no sé donde puede estar. Créanme que me encantaría que lo hallaran.

Jim miró a Harvey, y Harvey miró a Jim. Ninguno dijo una palabra, pero ambos parecieron entenderse aún así, por lo que Gordon volvió su vista al de traje violeta.

—Permíteme dudar de lo que acabas de decir.

—No te lo permito. —fue la irónica respuesta del Pingüino, a lo que Jim tuvo que contener lo que sea que hubiera querido decir -lo dejo a su imaginación, querido lector-, siendo Harvey ahora quien tomaba la palabra.

—Oswald, eres su mejor ami...

—Era, querrás decir. —interrumpió el de azabaches cabellos.

—Eras, su mejor amigo, —corrigió Harvey, casi hastiado— así que debes saber algo. Dudo que hayas pasado este tiempo sin un ojo pegado en él.

Cobblepot retuvo el aire, y cerró los ojos unos momentos, apretando los labios y el bastón en su mano, como si estuviera meditando lo que le diría. 

Exhaló y abrió sus ojos tras unos segundos, ya habiendo terminado de decidir si hablar o no, y de ese modo asegurarse la venganza contra el de verde traje.

—Está bien, me atraparon. —respondió con irónica diversión, recibiendo una sonrisa satisfecha tanto de Harvey como de Jim, como si hubieran recorrido cada rincón de Gotham buscando al de los acertijos y al fin su esfuerzo hubiera dado frutos. O así lo percibió el villano de traje morado.

—Entonces, ¿Dónde está Edward Nygma? —preguntó Jim, ansioso por dejar de una vez aquella enorme mansión.

—Con tu adorada Lee Thompkins, en los Narrows. —respondió con una cínica sonrisa el Pingüino, permitiéndose disfrutar la expresión de desconcierto en la cara del detective— Por lo que sé, son socios, tal vez hasta amantes. —enarcó una ceja, como diciendo "si, es el amante de ese chico del GCPD que tanto subestimabas"— Bueno, ¿Necesitan algo más, señores?

Jim se levantó y Harvey no tardó en hacerlo también.

—Nada más, gracias por tu tiempo. Conocemos la salida. —fue la cortante respuesta del más delgado mientras salía del despacho, seguido por Harvey, que miró un momento de reojo a Oswald.

—Oye, dile a tu mucama que limpie mejor, el olor que hay es horrible. —negó desaprobatoriamente, a lo que "Ozzie" se limitó a virar los ojos y resoplar, agradeciendo internamente que los detectives ya se hubieran retirado, pues ahora podía seguir con lo que hacía.

Entonces, una vez solo, Cobblepot se levantó de su asiento y cojeó hasta la puerta, abriéndola y pasando por esta. Caminó a través de los pasillos de la mansión con un rumbo certero y sin dudas de por donde se dirigía, con su mirada fija en su camino y el mentón levantado.

Ingresó en una de las habitaciones, ubicada al final del pasillo, y cerró con llave una vez dentro. Una habitación amplia, con una cama matrimonial, un viejo armario de madera de roble, una cajonera, una pequeña mesa de luz, una ventana que daba al parque y un florero como única decoración. Solo otra monótona haitación de aquella enorme mansión. O eso es lo que cualquiera creería.

—Pese a que duele decirlo, Harvey tiene razón, hay un olor horripilante. —se quejó el de traje, mientras buscaba en la cajonera una llave, con la que abrió el inmenso ropero. —Pero ya me encargaré de eso. —aseguró, yendo nuevamente a la cajonera a tomar otra llave, con la que abrió una puerta oculta en el ropero, ingresando por esta y cerrando luego.

Un pequeño interruptor y se hizo la luz en el pequeño salón. No era nada del otro mundo; una alfombra circular roja, una mesa ratona, dos sofás individuales color bordo, y una hoguera, aparte de algunos cuadros y otras decoraciones varias.

Se acercó a uno de los sofás por atrás, para seguidamente rodearlo y tomar entre sus manos el rostro de Edward Nygma, acariciándolo con suavidad y dulzura.

—Perdón, Edward, te dejé solo mucho tiempo, pero es que el idiota de Jim vino preguntando por ti. —los ojos de Oswald se aguaron, pero Edward no hizo nada, se quedó quieto, observándolo— Lo siento mucho...

Un sollozo escapó de sus labios y terminó cayendo sobre sus rodillas, quedando sentado. Su mentón se apoyó sobre el sillón, y rozó suavemente su nariz con la de Edward, aunque este no correspondiera el gesto.

—Tuve que hacerlo... —bajó la mirada, dejando que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas— Tú lo dijiste, para nosotros, las personas que amamos son una debilidad. —sus dedos se enredaron en las hebras azabaches, acariciando y jugando con suavidad— Y tenía que deshacerme de mi debilidad, aunque duela... Ahora, nada puede detenerme. —se levantó, sujetando la cabeza de Nygma a su altura. —Prometo que te enterraré con el resto de tu cuerpo, y que jamás te olvidaré. —sus labios depositaron un suave beso en la pálida frente, antes de abrazar la cabeza contra su pecho y permitirse derramar todas las lágrimas que contenía. —También, te quitaré el mal olor, sé que no te gustaría ser enterrado oliendo de esta forma. —rio suavemente, con todo su cuerpo temblando, anhelando sentir las manos del mayor rodeando su cuerpo.

Pero había perdido esa oportunidad en el momento en el que mandó a pedir la cabeza de Edward Nygma, la persona que amaba, pero también su más grande debilidad.

Debilidad [Nygmobblepot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora