Ocho años después

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- ¡Joder, Carrietta! ¿Dónde te has metido?- bardeó Anaís desde el umbral de la puerta, donde se encontraba asomada con una mano en la cadera y un cucharón en la otra.

- Anaís, no putees, que es un mal ejemplo para los niños- le regañó Alexandria, quien se encontraba visitando la humilde casita de madera y tejas situada en medio de la villa de Rodorio que constituía el hogar de su hermana gemela y su familia.

En ese momento, tres niños se acercaron a la casa por el polvoriento camino que conducía a esta: una niña de unos siete años, de cabellos azules recogidos en dos coletas a los lados de su cabeza, ojos color azul marino, alta para su edad, más delgada que rellenita y vestida con una ropa negra muy ajustada y toda sucia por el polvo del camino; un niño más bien pequeño de estatura, pese a ser un año mayor que la niña, de corto y rebelde cabello verde limón, ojos color fucsia, algo rellenito, cachetón, sin cejas y con dos circulitos oscuros en su frente; el otro niño, parecido al anterior en contextura y estatura, tenía la misma edad que aquel, largo cabello azul muy despeinado y ojos azules; los dos varones vestían camisetas raídas y pantalones cortos de colores chillones.

- ¡Ya era hora!- dramatizó la mujer rubia- ¿Dónde estaban? ¿Han visto a su padre?

- Jugando. No lo hemos visto- respondió directa la niña, que respondía al singular nombre de Carrieta.

Por su parte, los niños, sin siquiera mirar a su madre, se precipitaron hacia la alacena como bólidos, sacando de allí cuanta hogaza de pan y mermelada encontraron.

- Tragones como siempre- refunfuñó Anaís.

- Tienes que ponerles un límite. Cuando vengas a ver, tendrás un par de ballenas en lugar de a unos gemelos- observó Alexandria, haciendo reír a su sobrina.

- Mamá, después de almorzar, queremos ir a las pozas a jugar con los demás. ¿Nos dejas?- solicitó Carrietta con ojos suplicantes.

- ¿"Los demás"?- repitió Alexandria curiosa.

- Sí, los hijos del tío Sísifo, de papi Shion, de Reg y eso- explicó con impaciencia Carrietta.

- En las pozas no hay peligro. Las aguas son poco profundas, apenas alcanzan la rodilla de un niño- señaló Alexandria al ver que su hermana meditaba la respuesta.

- Está bien, Carrie, pueden ir- resolvió su madre.

La niña dio un brinco de alegría y entró a la casa.

- ¿Dónde estará mi Kardis?- inquirió para sí misma Anaís con preocupación.

Como si lo hubiesen invocado, Kardia se dignó a aparecerse al fin, tambaleándose.

- ¡Qué bonito!- ironizó Anaís en tono de reproche- ¿Se puede saber dónde estabas metido?

- ¿No es obvio? ¡Me fui de barcos y putas!- exclamó Kardia con voz gangosa, evidentemente borracho- Ya tú estás gorda como cerdo y vieja, puta.

Dicho esto, Kardia entró en la casa casi cayéndose, dejando a su mujer al borde del llanto.

- Vaya marido que te buscaste, Anaís. Yo que tú le daría una buena patada en el trasero- aconsejó Alexandria, dándose media vuelta para marcharse- Me voy, tengo que cuidar a mi propio par de pequeños demonios...







Tres puntos a aclarar:

• Se aceptan participaciones. Solo tienen que poner qué personaje quieren ser, hijo de quién, nombre  y algún rasgo de personalidad.

• La continuación de estos drabbles dependerá de las ideas que ustedes me hagan llegar.

• He tenido serias dificultades para publicar esta historia por culpa de Wattpad. Espero que disculpen las molestias causadas. Sorry.

Mundo Lost Canvas [Segunda temporada de Atrapadas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora