Cap. 1

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Cuando se desea sobrevivir se establecen prioridades; agua, comida y refugio estarían entre las primeras preocupaciones del individuo. Pero ¿dónde conseguirlas en un desierto? Especialmente en uno tan inhóspito, donde solo hay arena, hasta donde se alcanza a ver, y un sol extremadamente abrasador.

En esas condiciones a la muerte se le puede ver cara a cara, aunque se trate de ignorar su presencia. Ella lo comprendía muy bien, por eso trataba de apresurar el paso lo más que podía — debo cruzar el desierto en el menor tiempo posible —pensaba ella.

Ya tras haber caminado unas horas, cansada por el recorrido y la pelea con Matthew, creía ver un espejismo, a la distancia distinguió lo que parecía ser una casa vieja y descolorida, y aunque trataba de ignorar esa alucinación, la casa se veía cada vez más cerca hasta que por fin se encontró frente a ella. Al fijarse detenidamente en todos sus detalles se pudo percatar de que la casa tal vez era real aunque muy deteriorada.

Su mente le seguía recordando que era un espejismo, pero su cuerpo le pedía un lugar para descansar. Ella decidió acercarse más, y tras asomarse por la ventana solo observo obscuridad, como si estuvieran pintadas por dentro con algún material de color negro que no dejaba que la luz pasara al interior de la casa. Para su sorpresa la puerta estaba entreabierta, como si se hubiera dejado así por descuido. Después de titubear un momento decidió entrar por la puerta que la invitaba, pues pensaba— Tal vez podre encontrar algo que me sea útil.

Empezó a caminar por lo que parecía ser un pasillo con una pequeña luz al fondo. Aunque esto le resultaba extraño, Natasha decidió seguir adelante. A pesar de que había dejado la puerta abierta, la luz que entraba por ahí no iluminaba nada, como si las paredes devoraran la luz del exterior y para remediar la situación Natasha encendió su linterna en un inútil intento de iluminar su camino; porque la luz que procedía de la linterna no llegaba a iluminar más de 5 o 6 centímetros y aun cuando esa luz artificial iluminaba directamente las paredes no se podía observar nada de ellas ni textura ni pintura.

A los pocos minutos, un gran cansancio y somnolencia invadió de pronto a Natasha, haciendo cada pasa más difícil que el anterior y convirtiendo en una verdadera lucha el tener los ojos abiertos. Lo que ella no sabía era que ya había caminado una distancia considerable dentro de ese interminable túnel. Hasta que por fin su cuerpo colapso, no podía más y cayo rendida 'por el agotamiento físico y mental' que desde hace horas estaba soportando.

Cuando despertó, se encontraba en un lugar diametralmente opuesto, la luz entraba a raudales por un gran ventanal oriental. Pero lo más extraño para ella era que se encontraba en una gran cama con dosel, arropada con unas sábanas blancas e incluso ella misma tenia ropa para dormir del mismo color. Así que intrigada por su paradero, se incorporó de su lecho y dijo en voz alta muy desconcertada: — ¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?

La respuesta fue inmediata; una voz dulce y tranquila le contesto: — Estas en un buen lugar no tienes de que preocuparte —. A lo que Natasha replico: — ¿Quién eres tú? —. Mientras apuntaba con el dedo a una pequeña mujer sentada en un sofá al otro lado de la habitación.

—Soy Sofí, y soy tu enfermera —respondió la extraña.

— ¿Mi enfermera? —Replico Natasha— ¿Qué quieres decir con "mi enfermera"?

—Yo soy la persona que te cuidara y atenderá durante tu estancia en esta mansión.

—Muchas gracias, pero no va a ser necesario me marcho inmediatamente.

—Pero... no puedes hacer eso

— ¿Por qué no?

Sofí no sabía que contestar así que se inventó algo — ¿Por qué...? Porque antes debes hablar con la dueña de la mansión.

La Casa de los SueñosWhere stories live. Discover now