Rotos y Descosidos

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Todo parecía estar fríamente calculado, después de dos años de noviazgo los planes de casamiento estaban a la vuelta de la esquina.

En nuestro tercer aniversario, Tey me acompañó a casa de mis padres para celebrar las festividades de fin de año.
Tenía ya algunas semanas buscando el momento propicio para pedirle matrimonio y fue durante la cena de nochebuena que se lo pedí. La dulzura de la época y su sensibilidad por todo detalle romántico la sonrojo levemente y casi le salieron las lágrimas, luego me abrazó con fuerza y me besó larga y lentamente.

De haberme atrevido a llevarla a mi dormitorio la velada hubiese sido completamente perfecta.

Fueron días inolvidables, caminábamos tomados de la mano por las calles de mi barrio, íbamos de compras de allá para acá haciendo planes y aunque una parte de mi quería nuevamente establecerse en Xela, por amor estaba dispuesto a vivir donde ella estuviese.

La quietud y calidez del hogar junto con la placidez de la ciudad donde había crecido, me regresó a mis vocaciones inútiles de pensador, estudioso, casi que intelectual.
Los primeros días del mes de enero; un amigo de la familia llegó a la casa de mis padres y me presentó una oportunidad difícil de rechazar; junto con una cátedra, una beca generosa que me permitiría pasar el tiempo en bibliotecas, salones de estudio, conferencias, investigaciones con profesores avezados. Tenía que encontrar un buen trabajo para darle todo lo que Tey merecía, ella aceptó mi decisión un tanto decepcionada entretanto vivía su calvario. Su labor social la llevaba a viajar por los lugares más desconocidos del país.

Del estropicio de la capital, volví a la placidez de mi ciudad natal. Del frenesí y la lucha constante que Teyti libraba en lugares marginados a los primeros descosidos del traje que veníamos confeccionando.

Iniciamos, entonces, una etapa de inestabilidad. Si antes por ella procuraba mudarme a la capital, ahora buscaba oportunidades para convencerla de vivir en Xela, Entre la capital y mi ciudad natal se iban los meses y los planes de boda quedaron estancados. Fue entonces que iniciaron los desacuerdos.

El alejamiento no fue para nada imperceptible, nos costaba mucho coincidir nuestras agendas para  vernos, ella estudiaba y sus prácticas la llevaban a realizar viajes cansados. Mientras tanto yo me acomodaba a los privilegios que tanto había buscado.

Fue durante un viaje relámpago a mediados de año que hice para verla cuando sucedió lo inesperado; rompimiento.

La esperaba frente a su casa en mi recién primer adquirido automóvil cuando ella llegó en otro auto, con un tipo. Los celos me volvieron loco.

«En Un Rincón De La Memoria»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora