Úɴɪᴄo

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Su generación pertenecía al viejo mundo. Eran los últimos niños que nacieron dentro de una misma especie y, por lo tanto, estaban en la mira para el exterminio de la sangre que portaban.

En el nuevo mundo, los entes debían reducirse a un solo individuo para cumplir las leyes de Evolución con resultados prósperos en Cruza Genética. Los hijos de estas cruzas tendrían el mismo destino y así por siempre. Un ser existiría por un determinado tiempo y luego moriría.

Se comprobó que los grandes grupos eran sumamente peligrosos. El más letal y registrado por la historia: los seres humanos.

Al remanente no los iban a matar, pero se veían obligados a formar disparejas con el viejo mundo.

Fue un buen trato por parte del gobierno, después de todo, ellos eran híbridos familiarizados con la idea. Sus padres vivirían el fin de sus vidas tranquilos, sabiendo que a sus hijos se les permitió pertenecer a ambos mundos.

Para Jungkook sería bastante malo e ilegal tener sentimientos por alguien de su mismo género. Debería olvidarla y buscar pareja antes de que la atracción creciera, pero sería aún más malo que un oso macho le pareciera hermoso y que ese mismo fuera su hermano.

Jungkook estaba muerto, exterminado, asesinado y todas las muertes posibles que pudieran darle. Pero la peor ya había sido sentenciada; Jungkook estaba enamorado.

¿Qué podría hacer?

Quizás no seguirlo cada madrugada hasta el campo de sus padres, corriendo el riesgo de que sus demás hermanos los descubrieran. En objeción, cuando Jimin soltaba cada prenda que lo cubría y dejaba que la neblina de la noche cubriera su desnudez, Jungkook no encontraría fuerzas para volver.

Jimin extendería sus brazos y llevaría la cabeza hacía atrás para respirar todo el oxígeno que pudiera porque allí, bajo el lucero del alba, Jimin se sentiría libre.

Entonces, una vez que sus pulmones estuvieran llenos de ese aire nuevo, sonreía hacía Jungkook y adoptaría su forma completa de oso.

Una invitación.

El rocío caería sobre sus pelajes al correr entre hileras de kilómetros y kilómetros de pinos, dejando atrás a lentos rayos de sol queriendo cazarlos entre troncos y hojas. El cruce del arroyo, que parecía detener su caudal para el mágico momento, mojaría y enfriaría sus patas. Recién llegando al viejo gallinero, cuando el azul de la noche diera paso a franjas rosadas del amanecer, los hermanos terminarían de perseguirse y jugar con sus osos.

- Gané -susurraría Jimin, enfrentándose a la desnudez de ambos luego de la transformación.

Afuera podrían fácilmente congelar sus pieles, pero dentro de la rural construcción se respiraba un húmedo y casi transpirable aire gracias a las maderas taponedas con paja.

- Ganaste -elogiaría Kook, tomando una manta de un gancho oxidado para ponérsela por sobre los hombros.

El oso de Jimin era precioso. Perspicaz y astuto, con una combinación perlada de negro que llevaba a la ilusión de un pelaje nevado, sus orejas del tamaño perfecto y una destreza magnífica. Pero, si bien los humanos habían sido de lo peor en el mundo, el cuerpo de Jimin era lo que Jungkook podría afirmar como su último Dios.

El objetivo de seguirlo cada mañana terminaba ahora, cuando Jimin abría la manta y lo tomaba en un abrazo, llevando la nariz a su cuello para ocultarse allí. Jungkook rodearía su espalda baja, aplastando sus pechos y comenzaría un lento vaivén, imitando a eso que llamaban bailar.

- Jungkook -llamaría en algo más bajo que un susurro- Si todo fuera como antes, ¿Me elegirías?

- Cada día de mí vida, yuanfen* -contesta con algo mucho más fuerte, con su alma.

Y es ahí cuando Jimin lo dejaría poseer. Jungkook besaría cada vena portadora de sangre compartida, daría alabanzas en caricias al género que no debería considerar atractivo y haría el amor con el hombre que no era nada más que su predestinado.

En días serán separados, evitarlo o impedirlo sería inútil, sin embargo, ellos volverían a estar juntos porque nacieron para pertenecerse. No es casualidad que ambos sintieran tanto.

Se aman con el principio que les tocó, tranquilos y a la espera de una próxima vida para quererse con lo que aquí se les prohibió: libertad.

*Yuafen: concepto chino relacionado con el budismo que significa el principio que define esos amores que nacieron predestinados.

Taffi.

Nace un Amor. [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora