Prólogo

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¿Quien no seria aceptico cuando un hombre asegura haber pasado un fin de semana entero con Dios, nada menos que en una cabaña? Y luego en esa cabaña...

    Conozco a Mack desde hace poco más de veinte años, el día en que ambos nos presentamos en casa de un vecino para ayudarle a embalar un campo de heno a fin de acomodar a su par de vacas. Desde entonces andamos juntos, como dicen hoy los muchachos, compartiendo un café, o para mi, un te chai, extra caliente y con soya nuestras conversaciones brindan un hondo placer, salpicadas siempre de ambulantes risas y, de vez en cuando, una lágrima o dos. Francamente, entre más envejecemos, más juntos andamos... si entiendes lo que quiero decir.

    Su nombre completo es Mackenzie Allen Phillips, aunque la mayoría de la gente le dice Allen. Es una tradición de familia: todos los hombres tienen el mismo nombre propio, pero se les conoce por lo común por su apellido intermedio, para evitar, se supone, la ostentación del I, II y III o Junior y Senior. Esto también es útil para identificar a los vendedores por teléfono, en especial a los que llaman como si fueran tu mejor amigo. Así que el, su abuelo, su padre y ahora su hijo mayor se llaman Mackenzie, pero por lo general se hacen referencia a ellos con su apellido intermedio. Solo Nan, su esposa, y sus amigos íntimos le decimos Mack (aunque he oído a perfectos desconocidos gritarle: "¡Oye, Mack!, ¿Donde aprendiste a manejar?"). 

    Mack nació en algún lugar del Medio Oeste, chico de granja de una familia irlandesa-estadounidense comprometida, con las manos encallecidas y las reglas rigurosas. Aunque exteriormente religioso, su muy devoto y escrito padre era un bebedor de closet, en especial cuando las lluvias no llegaban, o cuando llegaban demasiado pronto, aunque también, casi siempre, en el periodo entre una y otra cosa. Mack nunca habla mucho de él, pero cuando lo hace, su cara pierde emisión, como ola en retirada, y muestra unos ojos oscuros y sin vida. Por lo poco de que me a contado, se que su papá no era un alcohólico de los que caen felizmente dormidos, sino un vil y perverso borracho que golpeaba a su mujer para después pedir perdón a Dios.

    Todo se decidió cuando, a los trece años de edad, Mackenzie desnudo con renuencia su alma a un líder religioso durante un retiro juvenil. Sobrecogido por la convicción del momento, confesó llorando que no había hecho nada por ayudarla su mamá al ver, en más de una ocasión, que su papa borracho la golpeaba hasta dejarla inconsciente. Lo que Mack no consideró fue que su confesor trabaja y convive en la iglesia con su padre, así que cuando llego a casa su papá lo estaba esperando en el portón, en notoria ausencia de su mamá y sus hermanas. Más tarde se entero de que habían sido enviadas con su tía May, al fin de conceder a su padre sierta libertad para enseñar a su rebelde hijo una lección sobre el respeto. Durante casi dos días, atado al enorme roble de atrás de la casa y entre versículos bíblicos, era golpeado con cinturón cada vez que su papá despertaba de su estupor y dejaba la botella.

    Dos semanas después, cuando por fin pudo volver a poner un pie frente a otro, Mack se paró y se fue de su casa. Pero antes de marcharse, puso veneno de zorro en cada botella de licor que encontró en la granja. Luego desenterró, junto al excusado fuera de la casa, la pequeña caja de hojalata que guardaba todos sus tesoros terrenales: una fotografía de la familia en la que todos aparearon con los ojos entrecerrados por mirar al sol (su papá apartado a un lado), una rústica tarjeta de béisbol de Luke Easter de 1950, un frasquito con alrededor de una onza de Ma Griffe (el único perfume que su mamá se haya puesto jamás), un carrete de hilo y un par de agujas, un pequeño avión troquel troquelado de plata F-86 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, y los ahorros de toda so vida: 15.13 dolares. Se escurre de nuevo dentro de la casa y deslizó una nota bajo la almohada de su mamá, mientras su padre tendido roncaba otra borrachera. La nota simplemente decía: "Espero que algún día puedas perdonarme". Juro nunca mirar atrás, y así lo hizo por mucho tiempo.

La cabañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora