HACE 3 AÑOS.

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Estaba en cama, con el abdomen inflamado, no toleraba la cistitis, aun no la tolero, nadie lo hace. Sin embargo, ya había aprendido a soportar de alguna manera aquella molestia, a pesar de que esta vez la dolencia había incrementado un poco.

—Cariño, acá están las pastillas, si necesitas agua acá esta, la comida esta caliente, por si te da hambre, o bueno si se enfría caliéntala en el micro, llámame enseguida si pasa algo, creo que es mejor ir al médico, si te duele...

Es por mis riñones, desde muy temprana edad he sido delicada de los riñones, por ello mamá se empeñaba en cuidarme más de lo que una madre convencional cuida de sus hijos, aunque aquellos cuidados incluían el cohibirme de algunos placeres inherentes a la infancia, como jugar hasta la media noche con los demás niños, trepar un árbol, excursiones de colegio... aunque ella misma siempre decía que los cuidados y advertencias de una madre nunca eran suficientes para que los hijos se estrellen, decía que era inevitable los golpes y las lecciones severas de la vida; en fin, no fui al médico, aunque debí haber ido, obligado a papá a que me llevara, y decir que moriría si no me llevaban al hospital, pero siempre yo tan modesta, evitando molestar a los demás, creyendo que no era prioridad, y aunque repito, era un dolor que había aprendido a manejar, no fue excusa. Tal vez lo mejor fue haber ido con ellos a comer a Cira con mis tíos.

Mamá salió de mi habitación quejándose de porque la internet no servia y de que no podría escribirme si no arreglaba el modem.

Escuchaba el taconeo de mamá; escuchaba como papá regañaba a Carlos por haber rayado el auto; tanto alboroto por un rayón, si supiera que un par de horas más adelante aquel disgusto no tendría importancia, además, no era un carro especial, no era un auto de lujo, ni siquiera era muy caro, un rayón más un rayón menos, no importaría, su valor seguiría siendo el mismo, por lo menos a ese tiempo, costaría igual que dos horas antes.

—Ni se te ocurra volver a pedirme las llaves para andar paseando muchachitas.

—Cálmate pá, ni siquiera estábamos con "muchachitas", estábamos dando una vuelta, díselo tu Dallas.

Dallas era el mejor amigo de mi hermano desde hace varios años, aunque él nunca decía que eran amigos, pero lo quería como un hermano, a veces creía que lo quería más que a mí, pero suelo equivocarme, fui yo la persona que él más amo.

—Si Señor, fue tratando de parquear el carro en la librería esa de...

—Sobre todo, ustedes comprando libros, ni que yo fuera pendejo para tragarme semejante embuste. Mas bien tu Carlos alístate que ya vamos retrasados.

Escuche mi hermano venir a mi habitación hasta que asomo la cabeza por la puerta de la habitación.

—¿Cómo sigues de tu vejiga?

—estaba un poco mal, pero ahora que llegaste, probablemente todo empeore—respondí fingiendo haberme molestado.

Carlos hizo una mueca insinuando estar ofendido.

No sé si la cistitis me estaba causando algún efecto secundario o que otra cosa podría ser, pero cuando Carlos entro totalmente a mi habitación y luego cerro la puerta, por primera y tal vez única vez en mi vida vi a Carlos con aspecto de un hombre, un hombre de verdad, un hombre hecho y derecho, uno muy guapo, para ese entonces él tenía 19 años, no nos parecíamos mucho, él era alto, con el cabello negro, y de tez blanca, con cuerpo atlético, lo único que teníamos en común eran los mismos enormes ojos cafés, con pestañas largas y tupidas.

—Adivina Cata— dijo el cariñosamente sonriendo con algo que sostenía detrás de su espalda.

—no adivino— respondí sin disimular la curiosidad.

Suelo EquivocarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora