Capítulo Uno

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Joa era de esos chicos que siempre llevaba jeans ajustados y una remera que mostraba solo una pizca más de lo aceptable, pero sin pasar a lo meramente obsceno. Sus enigmáticos ojos marrones reflejaban un tinte carmesí cuando la luz les caía en cierto ángulo; y, a veces, podía verse un destello de un pequeño colmillo blanco cuando lanzaba una que otra sonrisita pícara. Tenía un aura que mezclaba fragilidad y peligro, líneas agresivas y curvas sugestivas se sumaban en sus ademanes. Siempre con una mueca desafiante pero divertida, uno nunca podía saber que pensaba él.

Su lenguaje corporal hablaba de experiencia, y eso era lo que decían los rumores sobre él. Era tan peculiar ver a alguien que le fuera tan bien en las salas de literatura, cuando cada palabra y entonación sugería que sus conocimientos y experiencia no eran aquellos que se podían encontrar en libros. Era más fácil asumir que los méritos que aparecían en su currículo no eran precisamente ganados con tinta y papel...

— ­­Tengo sus ensayos corregidos aquí. Debo decir, que me sorprendieron gratamente... — Fiddler comenzó a repartir las hojas. El profesor de Literatura inglesa, Mr. Fiddler, era un hombre poseía la viveza de un niño y la agudeza mental de un sabio centenario.

Eso, más su refinada y atemporal belleza, hacía casi imposible determinar su edad o su procedencia. No se sabía nada de su vida, no se le conocían parejas o familia, solo un interminable currículo que asombraría a cualquiera. En el misterio cautivador de su existencia, solo una cosa era cierta. Había rechazado a cada alumna que se le había acercado con intenciones no profesionales. Sin importar el tamaño del soborno, declinó innumerables invitaciones, que le trajeron innumerables problemas, frutos de egos heridos. Pero la impoluta reputación que lo precedía y su semblante perpetuamente sereno siempre lo habían sacado de todo problema.

— Hubo algunos trabajos que dejaron un tanto que desear, pero... — siguió el profesor, repartiendo las hojas. Las caras de los alumnos reflejaban que lo primero dicho distaba vastamente de la realidad — ... este en especial, me dejó inmensamente sorprendido — terminó, entregándole su ensayo a Joa.

El profesor Fiddler era también conocido por ese peculiar hábito de mentir para no dar malas noticias. Sus clases requerían mucho esfuerzo y él no era un maestro particularmente gentil a la hora de dar notas. Si era algo que afectaba a todos los alumnos por igual, capaz el grupo tendría pie para levantar una queja, pero allí estaba Joa, con su nota perfecta otra vez. Además, uno que otro compañero también había alcanzado, esa y otras veces, una nota sobresaliente. El consenso favorecía a Fiddler, y había poco para contradecirlo.

A pesar de eso, razones y lógica no eran suficientes para calmar los orgullos vejados y los rumores de cómo Joa podía obtener notas tan altas, cuando obviamente no tenía tiempo para leer el material se intensificaron. No ayudaba nada que el interés de Joa en el profesor era más que obvio. Después de unos minutos de cuchicheos, donde el tono general era de desilusión y alarma, Joa bajó su hoja y, arqueando la espalda como un gato desperezándose después de una siesta, se inclinó al frente.

— ¿Por qué los strzyga no cuentan como vampiros? Chupan sangre como ellos — habló otra compañera justo al instante en que Joa iba a emitir su pregunta.

Sin hacer ningún esfuerzo para ocultar su hastío, Joa bufó y rodó los ojos, para reacomodarse en su asiento.

— Muy buena pregunta — exclamó el profesor Fiddler, aunque con el vivaz tono reservado para sus mentiras condescendientes —. No es que no "cuenten" como vampiros, es que no lo son de acuerdo a la literatura que estuvimos estudiando. Porque supongo que tanto usted como sus compañeros leyeron el material de clase, ¿no? — fue a su escritorio y sacó las copias que había repartido semanas antes — En este capítulo, estudiamos el canibalismo como catalizador de la corrupción humana. Hablamos de las strzyga que, al perder una de sus almas, quedan atrapadas en este plano, bebiendo sangre y comiendo las vísceras de seres humanos vulnerables. Entonces, tenemos una criatura que en algún momento vivió como humana, sufrió una perdida, y por culpa de esto recurre al canibalismo. Este canibalismo va desfigurando más su alma, hasta el punto de convertirlo en monstruos. Podemos asumir que no hubo un rechazo activo de la humanidad, lo que es más común cuando hablamos de vampiros... En la naturaleza de los vampiros como tales, siempre hay un dejo de vanidad y superioridad. Las strzyga viven el canibalismo y la sed de sangre como una condena, como parte de su luto. Los vampiros la disfrutan como símbolo de un estatus elevado...

La sonrisa del búhoWhere stories live. Discover now