Estaba cumpliendo años... Con mi familia reunida, con mis primos, tíos, tías, mis hermanos y mis padres. Pero faltaba alguien muy especial para mi en este cumple años, era mi abuela, mi querida abuela...
La cual recordé de repente al ver el pasillo de mi casa que quedaba justo en frente mío al estar en la cabecera de la mesa por soplar las velas de cumple años, al final de ese pasillo quedaba una puerta grande, antigua, de diseño obsoleto hoy en día, con un picaporte viejo, oxidado, el cual hoy en día esa puerta se veía tan débil que tan sólo darle una patada se partiría en dos.
Es extraño pensar que ahora con 20 años recién cumplidos, aquí finalizando mi fiesta de los 20 años de estar viva, justo hoy, justo en este preciso momento recuerdo a mi abuela, pero no por el hecho de que no esté, sino que aquella puerta hizo que lo haga, eso es lo verdaderamente extraño.
Ella se llamaba Teresa. Teresa era una persona pulcra, alegre, gentil y amante de los niños. Era ese tipo de persona que te regalaba un caramelo y un beso en la frente. Recordar a mí abuela me llena de vida, de alegría, de esas cosas en mi infancia que marcaron tanto quién soy hoy en día.
Mi abuela siempre me apoyo de que tengo que seguir mis sueños, mas yo siempre creía que hacerlo era una perdida de tiempo cuando tu sueño es ser una gran pintora. Pero yo sé que es por culpa de mis padres que creía en eso, porque ellos me hicieron así, insegura de mí misma creyendo que no podría lograr lo que anhelaba.
Teresa lograba que tenga confianza en mí misma, era una niña de tan sólo 4 años cuando vi lo luminosa que lograba ser mi abuela ante mis ojos. Lo fabulosa que podía ser, tanto que el primer recuerdo, ese recuerdo que aparece en nuestra mente que lo calificamos como "el primer recuerdo", como si en ese preciso momento nosotros tuviéramos conciencia de poder recordar tan sólo siendo unos niños, aparece ella.
En ese "primer recuerdo" aparece ella. Estaba yo aquí donde estábamos festejando mí cumple años, la casa de mi abuela, donde ella me llevo por el largo pasillo que conduce hacía esa enorme puerta que abierta conducía al paraíso más hermoso para un artista, un lugar lleno de lienzos, tantos pintados y algunos en blanco, pinturas por todas partes, tanto suelo como pared y techo lleno de arte creado por mi abuela. La cual en ese mismo día de mis tempranos 4 años de edad descubrió mi talento, mi pasión, mi amor por los pinceles, los dibujos, las manchas en mis manos, en mis piernas, torso y hasta cara.
Era una habitación para ser libre, donde no existían reglas, dónde no existía mamá o papá, sino la abuela y yo disfrutando de horas y horas pintando lo que se nos venía a la mente, creando mundos con nuestras manos, jugando a ser diosas.
Tanto llegué a expandirme en el mundo del arte junto mi abuela, que a los 7 años estaba esculpiendo figuras con el aspecto exacto de personas reales, así como esas estatuas que estaban en los libros que ella me enseñaba con una sonrisa llena de ternura por el hecho de verme feliz.
A los 12 años fue cuando mi padre y mi madre se interpusieron entre mi abuela y yo, diciendo que ella era una mala influencia para mi vida y lo único que lograba era distraerme de la escuela, decían muchas cosas malas... Demasiadas, tantas diciendo que la abuela Teresa estaba loca, que era una desquiciada por tratar de contagiarme esa "enfermedad" decía mi madre, mi padre repetía que no me servía el arte, que yo debería hacer otras cosas, concentrarme en estudiar y ver la vida desde puntos de vista realistas. Muchas veces me escapé de casa por ir a ver a mi querida abuela y pintar con ella, porque ella me daba eso que nadie podría darme, además de haberme heredado una pasión ella explotaba ese cariño en mí que nadie podría lograr. Tanto que mis hermanos mayores se acoplaban con mis padres sólo para perjudicarme y hacerme explotar en llantos, mientras ellos se regocijaban en carcajadas malvadas por el hecho de hacer llorar a una niña.
Pasaron 6 largos años sin estar con mi abuela, la cual vivía sola porque era viuda desde hace mucho tiempo. Pareciera que yo era la única que la quería, ni mi madre, su propia hija demostraba ese interés de cuidado para ella. Se me hacía preocupante, intentaba verla pero mi padre siempre merodeaba con el auto fuera de la escuela y no me dejaban salir con mis amigas porque sabían que era una mentira para poder ir a verla.
Hasta que lamentablemente la vida se lleva a las mejores rosas para decorar los cielos, mi abuela era seguro el rosal más hermoso que se podían llevar. Se fue a dónde no puedo alcanzarla, a donde ella no me responde, a donde ella ya no puede mostrarme ese arte que tanto amaba de niña.
Yo la ultima vez que la vi fue con 12 años, porque cuando fue su funeral ella fue velada a cajón cerrado. En ese momento fue que la hipocresía de todos mis familiares floreció como los jazmines en las primeras semanas de primavera. Lloraban como si se les hubiera ido una parte muy importantes de sus vidas, mas cuando ella estaba entre nosotros la despreciaban y trataban de loca por simplemente vivir de una pasión.
Los odié, los maldecía, los aborreceré por toda la eternidad, por haberme arrebatado lo que mas amaba.
Volví en sí, estaba en frente de una torta de chocolate con un cuchillo enorme al lado de la misma. Al rededor mis familiares con unas sonrisas y palmas al ritmo de los cantos de feliz cumple años, esperaban ansiosos que sople las veinte velas y pida tres deseos.
Mi hermano mayor por unos 7 años y seis meses me aprieta un hombro para que me apresuré o las velas se derretirán y caerían en el pastel.
Con un soplido débil, pero lo suficiente para apagar las velas cumplí con el deseo de todos esos ojos que me miraban fijamente esperando ansioso a que soplara, esos mismos ojos que hace 2 años lloraban de forma hipócrita, fingiendo sentimientos para quedar bien ante aquellos que los rodeaban.
Tomé el cuchillo y las porciones de tortas comenzaron a pasar de manos en manos, con discusiones breves entre aquellos que no les apetecía una porción de pastel, con los que recibían una porción y la pasaban, creando confusión para el que reparte. La verdad odio cumplir años.
Cuando el auge del cumple años bajo, me levanté de mi asiento cuando todos hablaban entre ellos y me dirigí lentamente hacía aquella puerta gigante donde la pasaba tan bien.
La abrí con un pequeño empujón el cual no hizo ningún ruido al lado del estruendoso hablar de los invitados.
Estaban ahí todos los lienzos con cuadros a medio pintar, cuadros nuevos que nunca antes había visto, esculturas mías de menor a mayor...
Esculturas donde podía ver el pasar de mis años, esculturas donde podía ver que mi abuela a pesar de que yo no venía verla, ella seguía estando conmigo. Me pregunto si ella sabía que mis padres no me dejaban estar con ella, o murió con el pensamiento de que yo la dejé de amar, de que la dejé sola, de que me cansé de su arte y preferí vivir como lo hacían mis padres, como cascarones vacíos sin anhelos y una vida hundida en la monotonía de seguir viviendo un día tras otro, uno más aburrido que el otro por el hecho de cumplir el patrón común de un ser viviente... El cual es estar por estar y si no eres feliz, que el otro tampoco lo sea para no sentirse tan miserable.
Mis padres llegaron a este mundo para nacer, crecer, reproducirse y morir.
Hicieron mas de la mitad de lo que ellos se designaron al llegar aquí. Solo les faltaría morir y su viaje estaría completado.
Como toda fiesta de cumple años, llegó esa hora dónde ya todos estaban callados la música muy baja, casi inaudible, los niños y adultos dormidos en los sillones, en los hermosos sillones bordo de mi abuela.
Cuando ese momento llego sabía que era mi oportunidad, que este preciso momento es donde le brindo el honor a mi abuela, comencé a pintar, después de tantos años sin hacerlo. La única pintura que pude conseguir a estas altas horas de la noche era de color rojo. Los lienzos quedaban hermosos con el color rojo.
Estuve un tiempo así, hasta el amanecer. Nadie despertaba aún. Yo seguía haciendo una obra de arte tremenda en el cuarto magnífico del arte que compartía con mi abuela.
A las 10 de la mañana llegó la policía y tocaron la puerta, me encontraron en el cuarto rojo y me esposaron.
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Pinceles rojos y lienzos azules
Krótkie OpowiadaniaAda una niña llena de sueños que quiere compartir con la persona que más ama son estropeados por su familia. Por el capricho de no amar como ella ama.