Tazas de café

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A pesar de que llevaba cuatro horas acostado en su cama, Juanín no había logrado conciliar el sueño.

Rara vez su día a día tenía algo particularmente interesante, se acostumbró demasiado a la monotonía, y no es como si su trabajo en el noticiero fuera aburrido, siempre ocurría algo diferente, pero en cierto punto, todo parecía seguir una fórmula, al final del día nada habría cambiado, sus amigos seguirían ahí como siempre, y él seguiría estancado con esos sentimientos.

Pensó mucho en todo lo acontecido, y por primera vez, sintió como si hubiera dado un paso para salir del hoyo en el que él mismo se fue enterrando más año tras año, aún había un largo camino por recorrer, pero por primera vez en su vida, sintió como si su vida hubiera cambiado, aunque fuera un poco.

Meditó en el propósito que tendría de ahora en adelante, y en hasta dónde llegaría todo eso ¿Qué sería lo siguiente que le diría a Tulio en una carta? Tenía que ser algo mejor que su primer poema definitivamente, algo mucho más íntimo, más personal.

Con un pequeño gemido arrastró las cobijas y se reincorporó en la cama, definitivamente se dio por vencido. El reloj de su mesita de noche marcaba las 3:38 de la madrugada, incluso si lograra dormirse, despertaría más cansado de lo que estaba en ese momento, lo sabía por experiencia, y si no podía dormir, sólo restaba aprovechar el tiempo.

Lo primero que hizo fue tender su cama y comenzar a desvestirse para tomar su ducha del día, dejó su ropa bien acomodada en un cesto y se metió al baño. Al mirarse frente al pequeño espejo que colgaba en su pared, sintió un pequeño impulso y despejó con su mano derecha el flequillo que ocultaba siempre sus ojos, sólo para notar las terribles ojeras que colgaban debajo de éstos. No era secreto para sus amigos que el hombrecillo tenía muy malos hábitos a la hora de dormir, pero probablemente cualquiera que viera la terrible situación en sus ojos, lo obligarían a acostarse en una cama a dormir durante un mes entero. No quería preocupar a sus amigos, era una de las razones por las que no dejaba ver sus ojos, además, hace mucho tiempo que no lograba conciliar correctamente el sueño, esa situación fue algo a lo que se acostumbró fácilmente.

 No quería preocupar a sus amigos, era una de las razones por las que no dejaba ver sus ojos, además, hace mucho tiempo que no lograba conciliar correctamente el sueño, esa situación fue algo a lo que se acostumbró fácilmente

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En un intento de dejar de sentir pena por sí mismo, volvió a ocultar sus ojos y abrió las llaves del agua, para meterse en una tibia ducha que tranquilizaría su mente.

Una vez salió del baño, se colocó sin prisa alguna sus ropajes rutinarios, y caminó cansadamente hacia la cocina, donde se preparó su primera taza de café de la mañana. Faltaba poco para las cuatro y media, aún tenía tiempo de sobra. Miró tentativamente una hoja de papel en blanco encima de su mesa de comedor, y en lo que su café terminaba de hervir en la olla, decidió sentarse a escribir un poco.

Sin poder controlarlo, su mano temblaba con un poco de nerviosismo. Estaba acostumbrado a escribir para sí mismo, pero sabía que esta carta no la conservaría, era la primera vez que escribía algo con el puro objetivo de entregárselo a Tulio, y eso elevaba las expectativas, tenía que ser algo muchísimo mejor que la vez anterior.

Admirador secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora