Te falto decir que eres un promiscuo

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Yo esperaba que me dijera lo peor del mundo. Que me gritara. Que me retara o me castigar por el resto del año. Pero eso no ocurrió. El solo dejo de mirarme, negó con la cabeza y mientras se acomodaba la entrepierna se fue.

En casa, solo vivíamos los dos, y nos habíamos llevado bien hasta que me había visto viendo porno, mientras me penetraba con los dedos. Bueno, el tenia sospechas de que yo era gay desde hace mucho, pero poco a poco se le fue pasando la incomodidad con eso y fue aceptándome solo un poco, porque siempre quiso que yo saliera con chicos y que me hiciera heterosexual

Se le había metido la idea de enviarme al ejército para que yo estuviera encerrado en cuartos con varios hombres altos, musculosos y negros y que en las duchas me bañara con ellos, así que creó que pensó que eso solo reafirmaría mi homosexualidad.

Por eso optó por enviarme a casa de mi tío en donde había pasado probablemente una de las mejores vacaciones de mi vida demostrándome lo rápido que puedo sentir la excitación por familiar o lo sumiso que puedo legar a ser.

Desempaque las cosas de mi mochila y mi padre seguía encerrado en su cuarto. Seguro estaba cansado por su trabajo y quizás impactado por que mi tío le había dicho que había fallado en tratar de hacer cambiarme. No quise molestarlo y solo le deje que siguiera encerrado en su cuarto.

Comencé a guardar toda la ropa en los cajones y una que otra en la canasta de la ropa sucia. Los bóxers y los calcetines que mi tío Peter me había regalado los introducir en una bolsa de plástico y lo guarde en una caja de zapatos dentro de mi ropero.

Me senté en la cama y espere sentado en el borde. Respire y una ansiedad se desarrollaba en mi interior. Quizás yo había ganado experiencias sexosas pero no quería que mi orientación sexual me separara del único miembro que me quedaba de mi familia: mi padre.

Salí de mi habitación con ganas de hablarle pero cando me quede fuera de su puerta lo escuche llorar. Mi corazón se rompió y me enoje conmigo mismo. Yo no pedí ser gay, sin embargo, soy así y ya. Además, soy feliz y no le he hecho daño a nadie, pero al parecer le había roto a mi padre un poquito el corazón. Suspire y me fui al piso de abajo para preparar la cena.

Quería encender la radio pero quizás lo molestaría y no podría ver televisión porque no podría estar concentrado con todas las cosas que pasan por mi cabeza.

Abrí la nevera y saque todo lo necesario para preparar una lasaña. Lo hice tal y como él me la había enseñado alguna vez. Comencé a tararear una canción llamada "Take yours,i'll take mine" de Mattew Mole. Esa canción me pone feliz y de pronto ya estaba alegre bailando en la cocina mientras condimentaba mi preparación.

¿Y si así fuera todo? Solo cerrar los ojos y cantar un momento olvidándose del peso sobre los hombros.

En menos de cuarenta minutos yo ya estaba terminando todo.

Partí dos pedazos de lasaña y las puse e platos diferentes con un jugo de mora que había en la nevera.

Llene dos vasos y mientras levantaba los platos fui a la habitación de mi padre. Como mis manos estaban ocupadas, no podía tocar la puerta. Así que con mi frente comencé a golpearla. Solo bastaron unos cuantos golpes para oír moverse al otro lado de la puerta y segundos después abrirlo.

—¡Felicidades!— le grite con la mejor sonrisa sarcástica que tenía.

El solo pensó en "patético" mientras negaba con una sonrisa en su rostro —¿Felicidades porque?

Le mire levantando mis cejas y ladeando un poco mi cabeza –Porque aun tienes un hijo bien gay, educado, que tienen notas promedios en la universidad y que cocina bien.

—Te falto decir que eres un promiscuo.

—¿Eso me caracteriza?

—Es tu segundo nombre— me dijo sonriendo mordiendo sus labios –Anda, pasa— me dijo moviéndose a un lado y dejándome pasar. Puse la comida en la mesita que queda junto a su cama y me senté en la cama esperando sus regaños que nunca llegaron.

Suspiro despacio como si quisiera expresar algo. Yo sé que mi padre me ama, soy su único hijo y llevamos años viviendo y sobresaliendo juntos, sé que él me va a cuidar y no me dará la espalda.

—Puedes ser maricon, pero solo no dejes los condones con semen en el baño— dijo mientras se secaba el sudor de las manos en el pantalón.

Yo le abracé y el me acaricio el cabello muy suavemente. Pude oler su esencia, aquel olor que tanto había olido antes y que siempre respete. –Gracias. Eres el mejor padre del mundo.

—Lo sé. Podemos hablar esta noche sobre todo lo que hacen los gays. Quiero que me expliques todos. Ahora pásame la comida que hiciste

—Sí, si— dije mientras le pasaba –Oye, ¿Qué fue lo que mi tío Peter escribió en la carta que te dio?

—Ah, la famosa carta.

—Sí, tenías una erección cuando acabaste de leerla mientras despedía a Tío Peter... ¿Qué decía?

El negó con la cabeza y levanto un poco el muslo para para sacarse la carta que traía en un bolsillo de atrás del pantalón –Léelo tú mismo.

BLOOM IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora