Harry Potter Preferences

Cómo os conocisteis

Harry: era tu primer año en Hogwarts, tenías tu primera clase de Transformaciones y te habías perdido por los pasillos.
Cuando torcías corriendo a la derecha en una esquina, chocaste de frente con un muchacho de cabello azabache, ojos verdes y gafas redondas, que parecía igual de desbocado que tú. 
—Lo siento —se apresuró a decir él frotándose la frente—. Llego tarde a Herbología —aclaró con una sonrisa.
—No te preocupes —lo tranquilizaste tú sonriéndole a su vez—. Soy ____ (t/n) ____ (t/a). 
—Yo Harry, Harry Potter.

Ron: él y tú os conocíais desde que erais niños, pues el señor Weasley y tu padre siempre habían sido muy amigos.

Draco: estabas en la sala común de Slytherin jugando al ajedrez mágico con tu mejor amigo Blaise, cuando, de pronto, un chico de cabello rubio platino se sentó frente a vosotros con las piernas cruzadas y anunció: 
—Me aburro. Miraré vuestra partida —antes de que a alguno de vosotros le diera tiempo a contestar, el chico le echó un rápido vistazo al tablero y esbozó una enorme sonrisa burlona—. ¡Vaya Zabini, parece que ella te está dando un buena paliza!
—Cierra el pico —gruñó Blaise.
Tú, en cambio, soltaste una carcajada.
—Por cierto, soy Draco Malfoy —te dijo, aún con una sonrisa plantada en el rostro.
—____ (t/n), ____ (t/n) ____ (t/a) —contestaste tú.
—Un verdadero placer. 

Neville: fue en el callejón Diagon. Habías ido con tus padres a comprar todo lo necesario para tu primer curso en Hogwarts, aunque en aquellos momentos salías tú sola de la tienda de varitas de Ollivander, con tu preciosa nueva varita cuidadosamente guardada en su caja, mientras que tus padres habían ido a Gringotts a sacar unos cuantos galeones más de su cámara. 
Te dirigías al banco mágico para reunirte con ellos, cuando un sapo cayó a tus pies. 
Sorprendida, te agachaste y recogiste al sapo cuidadosamente del suelo. Te quedaste contemplando al sapo que tenías en las manos, sin saber qué hacer con él, hasta que un grito te sacó de tu ensimismamiento:
—¡Trevor! —Gritaba un niño de cara redonda que se acercaba por la calle corriendo—. ¡Trevor!
Miraste al sapo de nuevo y llamaste la atención del niño. 
—¡Perdona! —Exclamaste. El niño frenó en seco y se dio la vuelta para mirarte—. ¿Es tuyo?  —Inquiriste mientras le mostrabas el sapo que croaba entre tus manos.  
—¡Sí, es Trevor! —Confirmó él con alivio. Te miró unos segundos y se ruborizó—. Muchas gracias. 
—No hay de qué —replicaste tú, sonriéndole— Por cierto, soy ____ (t/n) ____ (t/a), ¿y tú?
—Neville Longbottom —susurró él con la mirada clavada en el suelo. 

Fred: estabas en clase de Encantamientos cuando notaste que alguien te tocaba en la espalda con el dedo. Te giraste para ver a un chico pelirrojo que te sonreía de lado. 
—¿Qué? —Susurraste.
—Se me acaba de romper la pluma —dijo él, también susurrando, enseñándote un pluma partida por la mitad—. ¿Me dejas la tuya?
—Me da que la pluma la has roto tú a propósito y, de todos modos, no puedo darte la mía porque la estoy utilizando. 
—Si no me dejas la pluma no podré tomar apuntes, ¿podrás cargar con eso en tu conciencia? —dijo él, haciéndose el dramático.
—No estabas tomando apuntes antes de romper la pluma —repusiste tú y, dicho esto, te giraste y volviste a prestar atención al profesor Flitwick. 
No habían pasado ni tres minutos, cuando volviste a notar que alguien te tocaba en la espalda. Pusiste los ojos en blanco y te giraste de nuevo. 
—¿Qué pasa ahora? 
- Soy Fred Weasley, a tu completo servicio. ¿Y tú eres...? 
—No me dejarás tranquila hasta que te diga mi nombre, ¿verdad? —Preguntaste con evidente fastidio.
—Correcto. 
—Está bien, está bien. ____ (t/n) ____ (t/a).

George: Fred y tú os habíais hecho muy amigos tras un castigo que os había tocado cumplir juntos. Por eso, cuando lo viste cruzar a grandes zancadas el abarrotado pasillo del séptimo piso, lo llamaste a voz en grito: 
—¡Fred! —No hubo respuesta por su parte—. ¡Fred! —Insististe—. ¡FRED! —Gritaste por tercera vez, echando a correr hacia él.
Cuando lo alcanzaste lo agarraste por los hombros. Él se dio la vuelta y te miró, sorprendido.
—¿Te has quedado sordo de repente o qué? —Preguntaste jadeando. 
—¿Nos conocemos? —Inquirió él, entrecerrando los ojos castaños.
Frunciste el ceño.
—Oye, Fred, no me tomes el... —empezaste tú, pero antes de que pudieras acabar el chico te cortó.
—¡Ah, claro! —Exclamó él riendo—. Veo que me has confundido con mi hermano el feo. Somos gemelos, aunque como ya has comprobado, yo me he llevado los genes buenos —añadió, sonriendo burlón—. George Weasley, un placer.  —____ (t/n) ____ (t/a) —repusiste entre risas.