No está bien.

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Narra: Nicolás.

Días y días pasaron mientras nuestra amistad se afirmaba más a nosotros. Era un día más con ella al lado, caminábamos hacía aquélla hermosa costa de nuevo, podía ver los hermosos ojos de la chica estar un poco distraídos.

— ¿Mati? ¿Qué pasa? —

No recibí respuesta de la mencionada, estaba empezando a sentir una pequeña sensación recorrer mis vertebras una por una, creo que a eso se le llama: Miedo.
Toqué su hombro para que volteara a verme... En un momento una soga se enredó en su cuello ahorcandole, se elevaba en el cielo. Mi cuerpo no se movía por el terror que sentía, no sabía que hacer; estaba muy alto ¡No la iba a alcanzar por nada del mundo! No podía hacer nada.
Desperté casi en lágrimas por lo que había soñado, tomé mi teléfono y la llamé, una suave y adormilada voz me respondió.

— ¿Nico? Hmmm.~ —

— ¡Matilde! ¡Oh dios! ¡¿Estás bien?! —

— ¿Ahm?... Ah, sí, estoy bien ¿Por qué? Te oyes muy agitado. —

— Nada... Ah, solo una preocupación. —

— Me estoy preocupando... Voy a ir donde ti, quieras o no. —

— Matilde no-

No pude decir nada más, la terca me había cortado la llamada, solo me quedó esperarla mirando la ventana de mi pieza. La puerta sonó y bajé corriendo, abrí y la ví... Algo cansada pero aún así radeaba felicidad.

— Bien, dime ¿Qué paso? —

Me estaba dando vergüenza contar esto, hace tiempo que sueño con ella... Pero nunca le había contado un sueño a ella... era vergonzoso pensarlo.

— Bueno... Soñé que te colgaban de una cuerda y no te podía sacar de ahí y... —

Me coloqué a temblar, no me podía controlar, era muy raro. Un calor me llamó la atención, unos brazos pequeños me abrazaron intentando contenerme... Se sentía tan bien, me había abrazado Matilde y me dijo.

— Está bien, no te preocupes... Nunca haré eso, te lo prometo. —

Me acariciaba las mejillas de una forma que me relajaba, le miraba aún algo triste... Pero más relajado, cerré mis ojos dejándome caer suavemente en sus caricias.

— No debes preocuparte por esos sueños malos... Yo siempre estaré bien. —

— Tu no siempre vas a estar bien, yo lo sé, te sueles bajonear bastante seguido, tu nunca me dices... Pero yo lo sé, Matilde... Por favor ¡Necesito que me cuentes cuando te sientas mal! Quiero ayudarte... —

Sus ojos se llenaron suavemente con una capa de lágrimas, tapó sus ojos con una de sus manos y con la otra me seguía haciendo cariño.

— P-Perdón, soy una tonta... Tuve que haberte dicho, ahh. —

Le quité la mano de la cara y le di un pequeño beso en la mejilla y sonreí levemente.
Nos quedamos dormidos llorando

Amor del mar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora