Él se había ido.
Sentía las hojas flotando a mi alrededor, sentía la tierra levantándonos,
el viento bailando en cada hebra de mi cabello, golpeando mi rostro, como si fuera lo único que alguna vez me hubiera tocado.
Solo veía cristales, resvalaban en mis mejillas, pero sentía las hojas,
sentía la tierra en mi sangre.
Sentía como se mantenían en el aire,
se movían, despacio, con el latir de mi corazón.