Memorias 1

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Todos sabían de la amplia amistad que tenía México con otros países, aunque le tenía un especial apego y preferencia a uno en particular

Perú se reclamaba como el mejor amigo de la tricolor. Su amistad había transcurrido desde su tierna infancia dónde eran los legítimos herederos a sus respectivos imperios. Grandes civilizaciones que un día habían guardado para aliarse mediante la unión de matrimonio entre ambos, cosa que no se concretó por la llegada del imperio español, aquél que los había separado mientras habían sido conquistados

Y aunque aún faltaran muchos años antes de que su historia se completara, su felíz unión se logró aunque no como ellos habían imaginado

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18 de agosto de 1515

El huipil largo y colorido remarcaba su tierna figura, su cuello era adornado por un delicado collar de jade. Sus ixcacles con ópalos eran lo suficientemente largos como para cubrir por debajo de su rodilla, así como sus brazos eran adornados con brazaletes ajustados de oro, sin duda una representación digna de la realeza a la que pertenecía
Lo último que la adornaba además de sus perforaciones en las orejas y en la nariz era el cubre cabeza de oro con plumas águila, símbolo de su estatus y entrenamiento

A pesar de que le gustaba estar más cómoda con el hupil que utilizaba en el entrenamiento con su progenitor, siempre que venía su amigo debía vestirse formal. Su padre azteca por otra parte se veía poderoso e imponente
Con su penacho de plumas de quetzal y oro, aquella semi capa de plumas de águila, un maxtle que solo cubría lo necesario revelaba sus fuertes piernas que portaban a su vez unos cactlis pesados de maguey y oro. Su cinturón de piedras onix llamaba la atención al igual que su collar de jade, para México era una imagen que quería algún día imitar

Era uno de esas constantes ocasiones dónde su principal aliado venía de visita. Inca se llamaba, que al igual que su padre, imponía su presencia con su sola figura y su hijo Perú, su mejor amigo

Hablando de ellos ya se veían a una distancia corta, acompañados de sus guardias. Las dos figuras se abrían paso con una expresión alegre al ver la colorida ciudad

El inca poseía una especie de casco pequeño con plumas de kokerenke, una túnica a las rodillas, brazaletes de oro en sus brazos y anillos en sus oídos, además de una bella capa que cubría sus hombros adornada de oro y grandes bordados a diferencia de su hijo que venía un poco menos vistoso, con la túnica y adornos de oro en sus brazos y pies pero sin nada cubriendo su cabeza

México volteo a ver a su padre de reojo, con el pecho descubierto con cicatrices de guerra y su cuerpo trabajado, a veces pensaba que era una clase de exhibicionista

-Mexitli ¿por qué no te pusiste tu quechquemitl?- Azteca la observó con seriedad

-Hace mucho calor señor y el huipil no ayuda mucho- la mujercita se quejó volviendo a su postura recta

-Empiezas a crecer como una señorita Mex y como tal debes tener un código de vestimenta ya que más adelante será más evidente para tus pretendientes y debes guardarte para tu prometido

México resopló, últimamente ese tema la venía molestando. Crecer, pelear, gobernar y casarse era su futuro y el de su amigo. Aunque su confianza era plena en él y su deseo de gobernar fuera grande, la abrumaba la presión ejercida en sus hombros, sin mencionar sus cambios físicos

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