Prólogo

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Prólogo

-¡¿En qué demonios pensabas Mason?!

Camino a paso veloz por el estacionamiento del bar de mala muerte. Son casi las tres de la madrugada, acaba de parar de llover y el ambiente está tan frío que cala mis huesos. Mis gritos quedan cortos en comparación con todo lo que verdaderamente quiero decirle al imbécil de mi esposo.

-Lo siento... perdón, Harriet, ¡perdonameee!-su voz alcohólica me irrita a niveles insospechados, así que freno en seco y lo encaro.

-¡¿Lo sientes?! Mason, dime de una puta vez porqué has hecho esto.

Sus ojos azul oscuro están muy dilatados por el alcohol, tortuosos como cuando lo conocí. Su cabello negro es una maraña desordenada y sus ropas huelen a vómito. La imagen que veo me enfada y decepciona por partes iguales. Se siente como si el tiempo no hubiera pasado...

Pero el tiempo si pasó. Y él nunca mejoró de verdad.

-Yo... yo sólo quería despejarme, tratar de ver la forma de solucionarlo.-estoy a punto de preguntarle a cuál de todos nuestros problemas se refiere, pero prefiero dejarle continuar.-Pero no he podido, Harriet. No quería preocuparte, por eso no te lo he dicho... lo siento, lo siento tanto.

Sus lágrimas de borracho empapan mi blusa en cuanto me alcanza en una especie de abrazo. Debo sostenerlo para que no se caiga de bruces contra el suelo.

-¿Y ahora de qué demonios hablas, Reckziegel?- le digo, levantando su rostro como puedo y obligándolo a mirarme.

Por un momento su silencio me preocupa.

-Me han despedido... Harriet, me han echado del trabajo.

Como si fuera un resorte le suelto de golpe, sin importarme que se caiga y se haga daño. Por desgracia se sostiene. Las imágenes de la última semana atropellan mi mente y siento como si un alambre de púas estuviera presionando en mi garganta.

Jamás he sido de llorar fácil.

Pero cuando lo hago... realmente no sé cómo detenerme.

- No llores, cariño.-me ruega, intentando acercarse y consolarme. Retrocedo con rechazo y me seco las lágrimas que no dejan de caer.-No te lo he dicho... porque... porque yo realmente no quería que te preocuparas.

-¡¿Te estás escuchando Mason?! ¡Dices que no quieres preocuparme, pero te emborrachas de tal forma que deben llamarme los dueños del bar para que te recoja!- Exploto, y como si fuese una maldita película dramática, las gotas de lluvia empiezan a descender.-Encima me dices hasta ahora lo de tu empleo... ¿En qué piensas, eh? ¡Tienes 32 años, una casa, esposa e hijos, pero mira donde estás ahora!

Su gesto se retuerce en dolor. Pero no me importa. Antes, tal vez habría conseguido conmoverme; así siempre habían sido las cosas entre nosotros, él era un alma torturada con millones de problemas encima, y yo la única capaz de sacarlo del pozo. Lo nuestro siempre fueron peleas fuertisimas que parecían indicar el final, y reconciliaciones que valían la pena, que me hacían sentir viva otra vez...

Siempre fuimos un desastre. Todos lo sabían, pero nunca hicimos caso. Nos creíamos capaces de todo, porque nos amabamos muchísimo. Éramos muy jóvenes para entender que, a veces, el amor no basta.

Y aquí estamos ahora. Con nuestro matrimonio prácticamente deshecho, con el corazón roto y sin salida.

-Ten. Tomate un taxi y ve donde tu madre. No pienso llevarte a casa para que Tyler y Cassy te vean así.-le arrojo el dinero suficiente para que desaparezca de mi vista y continuo andando sola al coche. Sé que me sigue por el ruido de las pisadas, así que aun contra mi conciencia gritando que no lo haga, me giro.-¡Qué te vayas, maldita sea! No quiero verte Mason. Te juro por lo que más quieras que si insistes en seguirme yo misma te arrollo con el auto.

-Tú eres lo que más quiero...

Esas palabras me congelan.

Maldito seas Mason Reckziegel.

Dejo escapar una lágrima que se camufla con la lluvia. Siento frío, pero no precisamente por el clima. Mi corazón pide a gritos que me deje caer en los únicos brazos que pueden consolarlo,  pero mi cabeza, mi orgullo y todo lo demás me pide que abra la maldita puerta y vaya directo a casa, con mi familia. O al menos lo que queda de ella.

- Ya no somos unos idiotas hormonales, Mason. Tenemos responsabilidades, no puedes seguir pretendiendo que te perdone todo como si no hubieran consecuencias. Todo lo que haces afecta al resto, ¿Sabes? Me afecta a mí, a nuestros hijos. No los voy a exponer a ellos por perdonarte otra...

-¡Tienes razón, maldita sea! ¡Sé que tienes la maldita razón!- se acerca a grandes zancadas y me toma por los hombros. Nos mantenemos la mirada por segundos que parecen eternos, hasta que se decide a hablar.-Estoy borracho, sucio, no he aparecido por casa en todo el día y no paro de mandarme cagadas que te joden la vida a ti y a los niños. Soy un desastre, lo sigo siendo a pesar de todo... Y ya no quiero... no quiero exponerlos, hacerles más daño...

Se supone que debería decir algo. Pero no puedo. No hay forma de que me salgan las palabras sin terminar llorando una vida.

Sólo le mantengo la mirada.

Es como un jodido dejavú.

Cuando todo comenzó, hace dieciséis años, las cosas eran distintas. Nosotros éramos jóvenes, la vida pesaba menos y nos podíamos permitir ser un caos.

Éramos ese tipo de romance que merece ser recordado. Tan intenso y pasional... ah, supongo que también algo tóxico por momentos, pero sin duda alguna, real.

Si me pongo a recordar, hasta siento que el tiempo no ha pasado por Mason. Para mí él sigue exactamente igual a la  primera vez que lo vi.

Si me pongo a recordar...

BITTER MEMORIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora