Tokusei: Norowareta to Sainō no Monogatari

Prólogo

El joven Jaden había caminado ya lo que podrían ser cinco kilómetros sin rumbo aparente, soportando el frío, el hambre, el dolor y la pena. Su vista se veía nublada poco a poco con cada paso que era dejado atrás mientras su cuerpo se balanceaba como un péndulo debido a la falta de equilibrio.

Las líneas de comunicación habían dejado de funcionar apropiadamente hace ya unas semanas, tal vez un mes; la electricidad, posiblemente una semana y media atrás; el sistema de agua potable falló críticamente tres días atrás.

El joven solitario llevaba una sencilla polera azul maltrecha y un par de jeans rotos, con las piernas hundidas hasta las rodillas y la nieve congelando sus pies descalzos.

Decidido a perderse entre las sombras de la noche, Jaden se aferraba desesperadamente a la idea de que nada haya sido real, que todo esto haya sido solo una larga y horrible pesadilla, que todo pronto acabaría y despertaría en el lugar de siempre.

Claramente ese no era el caso...

Tan solo siguió caminando entre las nevadas y desoladas calles de esa tétrica y abandonada ciudad, caminaba tratando de despejar su mente y olvidarlo todo. Todo ese pesar, todo ese tormento que no le dejaba tranquilo, todos esos recuerdos que tanto daño le hacían, caminaba hasta agotar todas sus energías y desplomarse en la nieve, el frío punzante que entraba por su piel ya no le hacía ningún efecto, sus ojos ya habían perdido su brillo y la fuerza para moverse dejaba su cuerpo.

El joven cerro sus ojos aún deseando que al abrirlos se despertara de aquella pesadilla que lo atormentaba tanto, su respiración se hacía cada vez mas lenta y entró en un estado de sueño.

Era la primera vez en semanas que su rostro esbozaba una sonrisa a pesar de que él mismo no entendía el porqué. Había conseguido lo que quería, había ganado, pero era demasiado tarde, ya nada volvería a ser como alguna vez lo fue, pero fue ese ligero sentimiento de haber conseguido la victoria, esa pizca de emoción tras conseguir un logro, lo que logró hacerle sonreír.

En ese preciso instante, el joven de pelo negro que yacía sobre la nieve se quedó plácidamente dormido a sabiendas que no despertaría de nuevo... no de nuevo.