Whimsical | nomin

fanciful babe

Hacía un calor jodido en la residencia familiar aquella tarde, pero Jeno estaba demasiado inmiscuido en terminar de limpiar el escape del auto del señor Na y en su música rock como para preocuparse por el sudor cayendo por su rostro, bajando hasta su cuello y su torso desnudo. Cuando iba a llegar el solo de guitarra, tuvo que detenerse y recostarse en el pasto con los ojos cerrados, no solo porque la espalda lo estaba matando, sino porque quería disfrutar de las notas que Jimmy Page tocaba y que le hacían erizar la piel.

Se la ponía gorda, con un carajo.

― ¡Joder, Jeno! ¿Acaso tienes frío?

Aunque ciertamente, no tanto como se la ponía el hijo menor de Na Hyunyoo.

Jeno abrió los ojos y detuvo la música que sonaba por el altavoz de su teléfono; le gustaba tanto ese coqueto muchacho que no le importaba ser interrumpido por él mientras escuchaba su música favorita.

―Buenas tardes, joven Na. Es la música, la música me emociona ―dijo con su mejor sonrisa. Jaemin rodó los ojos.

―Mierda, Jeno, mi papá no está, no tienes que fingir ser así de amable ―el castaño rio genuinamente, pero permaneció en su lugar. Jaemin era un muchacho malcriado y consentido, y a él simplemente le encantaba, sobre todo cuando salía de casa al jardín con esos shorts que dejaban ver su piel acaramelada y suave.

― ¡Jaemin-ah! ―escucharon la voz del hombre que llegaba al garaje, y el nombrado miró con odio a Jeno mientras este le lanzaba una expresión de te lo dije, aunque no le hubiese dicho nada.

― ¿Sí, papi?

―No molestes a Jeno, que está trabajando, hijo. Tengo que salir y quiero que te quedes en la casa, que él ya casi termina y se va. Dejé dinero en el buró de la recámara para que le pagues ―habló apresuradamente el hombre, refiriéndose al pelinegro―. ¿Ya está este, Jeno-ssi? ―preguntó el hombre por su auto, justo el que el chico había estado revisando.

―Ya casi, señor Na, solo me falta limpiar el parabrisas.

―No importa, tengo prisa ―Jeno hizo a un lado sus cosas al tiempo en el que Hyunyoo se subía a su auto y lo encendía. El hombre bajó las ventanillas y le habló a Jaemin―. Hijo, llama a tu amigo Renjun para que se quede contigo esta noche, tus hermanos se fueron de campamento y yo iré con tu mamá a ver a la abuela, así que no llegaremos hasta mañana. Toma dinero del buró para que compres algo, y no te duermas tarde, cielo.

―No, papi ―respondió Jaemin. A Jeno le maravilló verle en su faceta de niño obediente e inocente, y ya no supo si los solos de Plant, el Jaemin cándido o el Jaemin seductor le excitaba más.

―Nos vemos, Jeno, que estés bien. ―se despidió el hombre, dando vuelta al auto y desapareciendo por la parte delantera de la mansión hacia la salida.

Jeno no tuvo que hacer preguntas cuando los brazos del más bajo lo rodearon por detrás y sus manos acariciaron su abdomen, atrapando unas cuantas gotas de sudor y besando suavemente sus omóplatos.

―Tenemos casa sola, guapo, ya sabes lo que eso significa. ¿Por qué no vamos a darnos una ducha? Juntos.

Jeno sonrió, una cosa era que se hayan besado un par de veces mientras el señor Na no miraba, y otra era hacer lo que Jaemin le proponía... o tal vez más.

―Nana, tu papá confía en mí. Suficiente tengo con aprovecharme de su hijo menor ―le dijo, al tiempo que se giraba para mirarlo. El más bajo se resignó a soltarlo, bufando―. Si quieres me puedo quedar hasta que llegue tu amigo.

El otro chico rodó los ojos y se encogió de hombros.

―Bien, vamos. Aunque no sé por qué te haces el santito.