Isaac caminó a paso lento por la calle. Se rumoreaba que si ibas un sábado a determinada hora a la galería de arte del barrio podrías encontrarte con uno de los chicos más populares del Instituto San Martín. No es que el albino quisiera un autografo o algo así, es que quería devolverle el pañuelo que el día anterior le había prestado. Seguía sin recordar el nombre del morocho, pero por suerte se acordaba de una cantidad sin fin de chismes estúpidos. Para algo le servía su pequeña memoria de pececillo dorado.
Cruzó la puerta del museo. Por cómo era contado el rumor supuso que debería hacer como si estuviese buscando a un fantasma. Tal vez debería hacer una macumba para verlo. Ante tal caso, ¿qué debería sacrificar? No sabía qué le gustaba, así que seguramente con un brazo se conformaría. Le debería dar el derecho, pues era zurdo. Ah, aunque en una de esas con un simple pollo de hule se conformaría. Sí que eran graciosos esos juguetes.
Un escalofrío recorrió su espalda al verlo parado detrás del mostrador más cercano a la entrada. El popular lo saludó con una sonrisa que dejaría ciego a cualquiera.
-Bienvenido ¿Quiere una visita guiada o desea recorrer la galería por su cuenta?
Isaac se sorprendió enormemente. No podía creer que alguien tan brillante como él realmente trabajase en un lugar tan tétrico como un museo de arte con pocas ventanas. Consideró por unos segundos no aguantarse y echarse a reír (más por los nervios que porque le resultase divertido), pero aquel chico lo había tratado bien. Ayer hasta había intentado animarlo. Si había sido amable con él, debería devolverle la buena voluntad. Su mamá lo había criado así y no creía que le gustaría verlo tratar mal a alguien que no le hizo nada.
- Eehh… no, no. Yo solo... -se quedó callado unos segundos, ¿para qué había venido de nuevo? Agh, era un asco actuando bajo presión (la cual no existía, pero él se sentía como si el presidente Obama lo estuviera observando atentamente).
- ¡Ah! ¿Isaac? ¿Estás mejor?
Esa sonrisa tan cálida que le dedicaba no ayudaban a sus nervios. El de pelo blanco empezó a jugar cada vez más con sus sudorosas manos. Asintió rápidamente.
- Me alegro.
Se encogió levemente en su lugar. Nunca supo cómo reaccionar ante la bondad dirigida de forma excesiva hacia su persona.
De repente una lamparita se prendió en su cabeza. Al parecer el universo se apiadó de él y le hizo recordar que no había ido hasta la galería por nada.
Rebuscó entre los bolsillos de su pantalón hasta al fin encontrar el celeste pañuelo (¿quién katso usaba un pañuelo de tela hoy en día?). Se lo entregó mientras sus labios se curvaban levemente hacia arriba. Le agradeció de todo corazón lo que había hecho ayer y se dio vuelta dispuesto a irse.
-¡Espera! ¿No querés ver la galería?
Isaac intentó disimular su disgusto. No era que no le agradase que quisiese pasar tiempo con él, sino que la propuesta no le atraía en lo absoluto. Eso de ver cuadros por horas simplemente no era lo suyo. Él necesitaba acción, movimiento, cosas que explotasen y tal vez hasta un poco de sangre (pero solo en las películas, eh).
- Sory, no soy muy fanático del arte.
No sabía si era una desgracia o una virtud ser tan honesto. A veces eso lo metía en unos serios problemas, pero prefería dar a conocer su opinión. En esos instantes decidió lidiar con la pequeña decepción que se llevó su compañero.
- Ah… eh, bueno. No pasa nada. Gracias por venir hasta acá... a buscarme a pesar de que no te guste el arte.
De alguna forma esa última oración lo puso muy incómodo. Sí, subrayado, en cursiva y con negrita, porque así de incómodo le resultó. Sabía que el chico no lo había dicho con malas intenciones, pero aun así no pudo evitarlo. Se despidió como pudo antes de que cavase un hueco en la tierra. Estúpidos casi ataques de pánico.
- Hasta el lunes, Isaac - lo saludó moviendo la mano y con una gran sonrisa.
Volvió a respirar correctamente estando ya en la calle.
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Lavanda
RomanceAhí iban ellos, caminando a la par como siempre. Sin realmente quererlo, aquellos eran de los muchachos más codiciados de todo su colegio. Aunque había un pequeño inconveniente para una parte de sus pretendientes: uno era gay y el otro era biológica...