5 - En un futuro se reiría de sus tontos prejuicios.

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Llegó la hora. El telón se levantó y los invitados pudieron pasar al salón principal. Al final Isaac había salido corriendo en la dirección contraria a los chicos de su año sin siquiera saludarlos. No sabía qué hacían allí, pero ya lo averiguaría. Que su hermana los tuviese de amigos no le parecía una traición absoluta a su persona, mas le resultaba extraño ¿Qué niña de quince años aficionada al ballet se juntaría con dos de los más reconocidos del colegio?

Esperen. Esa fue una pregunta muy tonta. Sería el sueño de cualquiera ¡Ja! Pero no era nada comparados con su hermana. Ella era más linda, tierna e inteligente para su edad.

¿Qué tiene un complejo de hermano mayor sobreprotector obsesionado? Nah. Él es mucho más maníaco para ser categorizado de forma tan vulgar.

Todos se sentaron en sus respectivas mesas. Él en vez de sentarse con la familia se puso en la mesa principal, donde luego se le uniría su hermana. Se colocó al lado del trono, asegurándose que nadie se pasaría de listo y le quitaría su lugar. Grande fue su sorpresa al ver que a su izquierda se aposentó aquel muchacho de abundantes cabellos. Junto a éste se sentó su mejor amigo. 

Gracias a todos los patitos de hule del universo que la BFF de su hermana estaba al otro lado del sillón, así que tenía a alguien conocido con quien hablar mientras tanto. Se alegró aún más al reconocer a la persona a la derecha de la rubia.

Aaron era un muchacho un tanto extraño. Siempre iba vestido de rosa. Al menos una prenda debía ser de aquel color. Normalmente usaba jeans ajustados y una corona de flores plásticas blancas y rosadas. Practicaba ballet junto a Abigail, siendo él uno de los mejores. Isaac adoraba verlos bailar a ambos; era simplemente mágico. 

En este día tan especial el castaño cumplió con su código para vestir. Alrededor del blanco cuello de su camisa se había colocado un elegante moño rosa. Sobre su cabeza reposaba su corona favorita de flores, la cual combinaba con la rosa que llevaba en el bolsillo de su saco. 

Saludó al hermano no sanguíneo de ambos animadamente.  Sí, de ambos. Por más raro que algunas personas lo viesen, Aaron era lo más. Tendía a ser algo rudo y descortés, pero a los hermanos Martínez siempre los había tratado de lo más bien. No había que olvidar que además era gracioso (podía hacer reír a Isaac, con eso les digo todo). Desde que lo conoció le cayó bien. El peliblanco no estaba muy seguro de porqué, pero creía que lo que más vale la pena sucede así; te agrada y no sabes realmente la razón. Es que aquello que más te gusta simplemete no le puedes poner palabras. Las pasiones no se pueden explicar así como así. 

- ¡Hola, pequeño estrellado! - sonrió al devolverle el saludo.

Sep, Isaac tenía un apodo tan genial. Es que, ¿qué esperaban? Alguien que se la pasa entre cosas de astronomía es merecedor de semejante mote. Si querés saber algo de astros, seguro el de celestes ojos lo sabe. A parte, se la pasaba chocándose siempre con todo,  no podía no tener un apodo que no tuviese relación con ello. 

Charlaron un rato junto a Macarena (la mejor amiga de su hermana) y Aaron. En un momento la música y las luces se atenuaron. Los padres de ambos se pararon enfrente de la mesa principal, aprovechando para llamar a su hijo a que los acompañase. Isaac tomó lugar a la derecha de su padre totalmente emocionado. 

A través de los parlantes comenzó a sonar la versión acústica de la canción favorita de su hermana. Esta última apareció a los pocos segundos bajando las escaleras del lugar. Los aplausos y los gritos no se hicieron esperar. 

Abigail estaba simplemente preciosa. Su blanco vestido resaltaba contra su piel morena. Dejaba al descubierto sus hombros y de sus rodillas para abajo. Una gargantilla con un dije de una dorada estrella estaba atado alrededor de su cuello. Ésta podía ser vista gracias a que sus largos cabellos negros estaban atados en una prolija colita alta. Las puntas de éste formaban delicadas ondas. El amor que sentía Abby por esas peluqueras aumentaba cada vez más. 

Terminó de bajar los escalones haciendo algo de ruido gracias a los altos tacos dorados. Al llegar a la altura de sus padres Isaac fue el primero en acercarse y abrazarla entre sollozos. No podía evitar sentirse tan orgulloso de ella. Su nena estaba grande. 

- Me vas a ensuciar el vestido, bro -habló entre risas la de tez morena. 

- Suéltala, Isaac, que la avergüenzas - dijo su padre también entre risas. 

- ¡Es que no lo puedo evitar! ¡Mi nena está tan grande!

El de pelo blanco no se hubiese separado a no ser que sus progenitores lo hubiesen apartado delicadamente. Aunque eso tampoco sirvió de mucho, pues su hijo se terminó tirando encima de ellos, creando así un gigantesco abrazo familiar. 

Al terminar de saludarse el pequeño estrellado tomó a su enana favorita de la mano. Por tradición es el padre quien baila primero el vals con la quinceañera, pero a nadie le importó que el muchacho comenzase. Sus papás sabían mejor que nadie cuánto significaba aquello para aquel par. 

Bailaron delicadamente al compás de la canción... y, bueno, de la coreo que estuvieron practicando por dos meses sin parar. No se crean que Isaac era tan talentoso como su hermana (¡tenía dos pies izquierdos!). Al final de la melodía se la pasó al resto de la familia. Cuando al último de éstos se le acabó el tiempo con la cumpleañera se giró a la fila de amigos que esperaba impacientemente su turno. El primero para sorpresa (no exactamente agradable) de Isaac fue el chico popular vestido de traje blanco. Si hubiese sido Aaron, no le hubiese importado, pero éste estaba situado detrás de éste y no aparentaba estar muy feliz que digamos. No estaba dispuesto a dejar que su adorable hermanita bailase con un desconocido que probablemente fuera muy desagradable. 

En cuanto su primo le soltó la mano para que el siguiente la tomase, el de cabellos níveos se metió entre el morocho y la cumpleañera. Agarró a su niña y se la llevó bailando hacia el otro lado. 

- ¿Qué estás haciendo? - susurró Abigail molesta.

- Bailo con vos - contestó Sr. Celoso sonriendo. 

El de claros ojos sabía que en el fondo su bebé no estaba tan enfadada, así que no se preocupó. Estuvieron tan solo unos quince segundos antes de que terminase de repetirse la canción y empezase la primera tanda de baile informal. Vio a la enana de sus ojos alejarse para unirse al grupo de sus amigas. Él por su parte se acercó al fanático del rosa, con el cual chocaron las manos como si fueran geniales. 

Por el rabillo del ojo notó el pequeño gesto de decepción que hizo el morocho. Pero fue, se lo tenía merecido. 

Luego de media hora los hermanos de corazón continuaron en su esquinita bailando, al contrario de Abigail, la cual iba de grupo en grupo divirtiéndose con todos. En un momento logró al fin llegar a aquel que más le interesaba. 

- ¡Abby! - gritó alegre el muchacho de blanco traje, intentando así exitosamente que la aludida lo oyese por sobre la música -¡Feliz cumpleaños! ¡Te deseo lo mejor, buenos deseos y-

- ¡Callate, que sonás como una de mis tías abuelas!- no es que tuviese en contra de sus tías abuelas, pero vamos, que para escuchar esas cosas ya las tenía a ellas- ¡Bailá conmigo!

Tomó al muchacho de las manos y danzó alegremente. No había nada más que pudiese desear. Su profesor particular no solo había accedido a ir, sino que también había ido y encima ahora bailaba con ella. Su cumpleaños, sus amigos, su familia y toda una noche para hacer lo que más le gusta. Eso es vida. 

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2020 ⏰

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