El concierto había terminado. Luke tenía todavía los dedos apoyados en el teclado del piano, la cabeza ligeramente doblada hacia adelante, los ojos cerrados. El cabello rubio le caía sobre el rostro perlado de sudor.
Había cantado una canción nueva con voz mórbida, rozando apenas las teclas con un toque ligero, como una caricia.
Las chicas que lo miraban con aire soñador se quedaron calladas una fracción de segundo, luego explotaron en gritos entusiastas. Repetían su nombre, lo aclamaban y pedían otra canción.
Luke se levantó e hizo una reverencia brusca.
-Me voy- le susurró a Ashton.
-¿¡Qué?!- protestó el baterista- tienes que quedarte por lo menos para el final, están esperando.....
Luke se encogió de hombros.
-No tengo ganas. No estoy de humor- contestó. Agarró su chamarra de piel y se marchó del escenario sin voltear.
Ashton no lo siguió. Luke estaba insoportable.
"¡Qué pesado!", pensó. Echó una mirada al tercer integrante del grupo, Calum.
-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó, apenas moviendo los labios.
Las chicas del público seguían aplaudiendo y llamado a gritos a su ídolo "¡Luke! ¡Luke! ¡Luke!".
Calum levantó los hombros y murmuró:
-¿Retirada?
Luke salió a un callejón atrás del auditorio y dio un respiro profundo al aire frío de noviembre. Por fin solo. Ya no aguantaba estar en medio de toda esa gente. No tenía ganas de seguir cantando, de escuchar los gritos de las chicas.
Después de todo lo que había pasado...
La niebla atrapaba a los edificios entre sus dedos húmedos.
Luke se envolvió en su chamarra de piel y se encaminó por el callejón. Sus pasos resonaban sordos entre la calle desierta. Escuchaba las voces agudas de los chicos y chicas que salían del auditorio. Algunos se quedarían allí afuera con la esperanza de verlo. No hablar, esperarían hasta la madrugada. Nada de autógrafos esa noche.
Decidió tomar el metro. No deseaba ir a casa en seguida. De todos modos, no dormiría. Seguía pensando en la muerte de Arthur Blackwood.
La tía Lucinda entró en la cocina sin hacer ruido, los pies dentro de sus pantuflas de esponja.
_____ la vio de reojo e hizo desaparecer el manuscrito, lo había agarrado del estudio de Cornelia y no quería que la sorprendieran leyéndolo.
Esa mañana se notaba claramente que _____ tenía algo raro, pero la tía Lucinda prefirió no hacer comentarios. Su atención se fijó en el frasco de miel con una cucharita todavía adentro. Sacudió un dedo delante de la nariz de su sobrina.
-Eso no se hace, _____, estas creciendo, no puedes comer como un pajarito, necesitas alimentarte correctamente.
-No encontré nada más- se justificó _____ con tono resentido.
-_____ estás creciendo- estas eran las palabras favoritas de las tías últimamente.
Vivían en Richmond, una colonia sur al oeste de Londres, donde el Támesis hacía una amplia curva y luego se perdía a lo lejos en las colinas, hacia Oxford. Era un barrio lindo: las fachadas de las casas estaban recién pintadas, los arbustos cortados en formas geométricas perfectas y alrededor de las puertas trepaban delicadas rosas rojas y blancas.
Sin embargo, la casa de los Wyndham se veía diferente; era una casa alta y angosta que daba algo de escalofríos, construida justo en la cima de la colina, donde empezaba la reserva de Richmond Park. Se veía de lejos porque desde su techo sobresalía un largo pararrayos.
_____ se retiró de la mesa para irse a la escuela, se paró en la entrada y bajó la mirada hacia la página del manuscrito, con letra diminuta y algo chueca, estaba escrito:
Luke Hemmings- Volumen 4 de Cornelia Wyndham.
Cornelia Wyndham era la tía más joven de _____ y no sabían nada de ella desde hacía catorce horas.
Había desaparecido, se había desvanecido de la nada.
La tía Lucinda y la tía Belinda decían que no había que preocuparse, que quizá Cornelia necesitaba estar un poco sola para pensar en la trama de su nueva novela.
Cornelia pasaba mucho tiempo encerrada en su estudio, escribiendo.
"¿Cómo es posible llevar una vida normal cuando alguien de tu familia desaparece?" Se había preguntado _____.
_____ tomó sus libros y al salir de la casa, vio al oficial Simmons hablando con la tía Lucinda, hablaban en voz baja, _____ aguzó el oído.
-Les sugiero esperar un poco más antes de hacer pública la desaparición de la señora Wyndham- decía.
La tía Lucinda lo miraba sin hacer comentarios.
-Los medios de comunicación van a enloquecer cuando descubran su desaparición, las van a asediar fotógrafos y periodistas- insistió el oficial- no les darán tregua.
_____ se alejó en dirección a la escuela, llamada Cornhil, la cual estaba a 10 minutos de camino.
Se detuvo para ponerse el gorro del abrigo. Con la lluvia, el sendero se había transformado en un riachuelo fangoso y sus botas de hule se embarraron rápidamente. El río tenía el color del acero líquido y algunos patos de refugiaban entre los matorrales de la orilla. _____ sintió escalofríos y miró a su alrededor: no había nadie, pero tenía la sensación de que alguien la estaba observando.